Nada más provocador para una sociedad moldeada bajo un condón, que el beso. Nada más provocador para un macho que el beso de un maricón. O dos. Nada más provocador para una sociedad pandémica temerosa del cuerpo del otro, que un beso encarnado. El arma más poderosa, una vez más, resulta ser un beso cual efecto mariposa.