Página Siete / La Paz
Reflexionar sobre nuestras raíces es la premisa del colectivo orureño "Perro Petardos”. El grupo artístico es uno de los ganadores de la novena versión de la Bienal Internacional de Arte SIART. Los jóvenes de esta agrupación artística han buscado indagar en su propia génesis, marcada por la explotación minera.
Su obra Lo que buscan las raíces busca ser una metáfora sobre el hombre andino que durante la Colonia fue arrancado de su hábitat natural para ser introducido, a la fuerza, a trabajar en la extracción de minerales. Una labor que aún hoy se mantiene vigente.
Introducir y depositar un árbol al interior del socavón marca la metáfora propuesta por "Perro Petardos”. Se trata de un proceso que fue documentado en video, fotografías y textos que hoy forman parte de la instalación, montada en la Casa de la Cultura.
El árbol, encontrado en un basurero de la ciudad de Oruro, fue trasladado en hombros por el colectivo en una especie de procesión que les obligó a recorrer calles y avenidas del centro de la urbe orureña hasta llegar a la mina. "Fue como llevar a un ser querido hacia otro mundo. Lo primero que hicimos una vez dentro fue visitar al ‘Tío’, compartir con él, ch’allarnos con él. Luego buscamos el lugar ideal para colocar el árbol. Así la mina forma parte de la instalación”, explicó Pedro Seda.
El colectivo "Perro Petardos” cuenta entre sus miembros con jóvenes que trabajaron en el interior de una mina. Eriberto Chitari es uno de ellos. Su experiencia -trabajó desde sus 13 y hasta sus 22 años dentro de un socavón, en Huanuni- fue fundamental para hilvanar el proyecto artístico.
Su testimonio queda plasmado en una serie de pequeñas piezas de mineral que forman parte de la instalación, en la Casa de la Cultura. Las piezas argentíferas llevan ramas del árbol que aún hoy se mantiene en el interior de la mina. "Estas piezas forman parte de la metáfora pues nuestras raíces también pueden crecer y florecer en un espacio como éste”, señala Jaime Achocalla.
"Perro Petardos” lleva el nombre de un mítico can de Oruro, que acompañaba tanto movilizaciones como eventos culturales como la Entrada del Carnaval, según Mauricio Castellón.
"Era un perro que nunca pudo ser domesticado y que no le tenía temor a la pirotecnia, buscaba comerse el fuego. En ese espíritu se formó el colectivo: sin dueño, en contra de lo establecido y comiendo un poco de fuego”.