Algunos de los documentos están en un muy buen estado gracias al clima de La Paz
La biblioteca Gonzalo Bedregal Iturri atesora más de 4.500 volúmenes
No hay habitación en la que no haya algunas pilas de textos, tanto nuevos como antiguos. Entre las joyas que contiene están ediciones raras, folletos hoy inencontrables y revistas del periodo liberal.
El recuerdo de la familia Bedregal (Juan Francisco, Yolanda, Gonzalo...) vive entre los papeles y libros que descansan en las repisas de una casona de la calle Goitia. Aquella casa, según cuenta Pancho Bedregal Villanueva (nieto de Juan Francisco), “se construyó en 1928, pues los planos eléctricos son de ese año...”.
Además, asegura que la construcción del inmueble debió haber sido supervisada por doña Carmen Iturri, la esposa de Juan Francisco, ya que mientras aquella era de un espíritu tenaz, éste vivía casi enteramente dedicado a sus letras.
Por suerte, el edificio no ha podido ser absorbido por la ola del comercio y la demolición, la cual triunfó en la calle Zapata (donde está su patio trasero): está protegida por una ordenanza que la declara patrimonio municipal.
Los hijos del matrimonio Bedregal-Iturri vivieron en otra casa, la cual fue demolida para que se construyera el edificio Alameda, en El Prado... Pero la casona de la Goitia es donde pasaron su infancia, la que acogió durante varios lustros a Yolanda Bedregal (YB) y donde pasó sus últimos días Juan Francisco Bedregal (JFB).
Pancho cuenta que fue YB quien la adornó con esmero y buen gusto: pinturas, textiles andinos, lámparas de araña, esculturas y muebles finos adornan la segunda planta, que es la que ella ocupó. Sin embargo, lo más importante que atesora la casa hoy es la gran colección de libros, la cual lleva el nombre de Gonzalo Bedregal Iturri (uno de los hijos de JFB) y que hasta el momento cuenta con algo más de 4.500 volúmenes catalogados.
No hay habitación en la que no haya por lo menos algunas pilas de textos, tanto nuevos como antiguos. Ediciones raras, algunos incunables, folletos hoy inencontrables, revistas del periodo liberal, colecciones íntegras de obras universales, son algunas de las joyas que contiene.
Algo curioso es que la biblioteca está conformada por la reunión de varias otras bibliotecas. En una carta que JFB envió a su hijo Gonzalo, cuando éste estaba en el frente de batalla de la Guerra del Chaco, le comunicó al vástago que algunos documentos periodísticos de la biblioteca de Rosendo Gutiérrez habían ido a parar a la biblioteca Bedregal, y que ello sería “muy bueno para nuestra cultura histórica”.
Desde hace un tiempo, la biblioteca ha comenzado a ser ordenada, para que más tarde sea abierta al público lector e investigador. Desde entonces, quienes trabajan en la catalogación y limpieza de los documentos han ido hallando pequeñas joyas bibliográficas.
Por ejemplo, hace poco encontraron en el polvoriento desván de la casa (donde hay todavía muchos más papeles viejos y libros aún sin clasificar) un grueso compilado de periódicos que datan de inicios de la república (El Cóndor, sobre todo); también se hallaron un manuscrito del puño y letra de José Ballivián (titulado Manual de caballería), diplomas escolares otorgados a Armando Chirveches, una carta inédita de Franz Tamayo a JFB del año 1900, cuando ambos eran todavía muy jóvenes, y algunas partituras del Conservatorio de Música, del periodo gubernamental de Ismael Montes, entre muchas otras cosas de valor histórico.
Algunos de los documentos están en un muy buen estado gracias al clima seco que tiene La Paz; otros, no obstante, requieren la restauración de un especialista, ya que el papel ya presenta óxido y hongos, los cuales lo van debilitando.
Según el investigador Óscar Córdova, quien es uno de los que trabajan en la catalogación del material, en la biblioteca hay muchas publicaciones que pueden servir para investigar la historia de las ideas artísticas y políticas de la primera mitad del siglo XX boliviano.
Asegura que allí “se encontraron colecciones enteras de revistas; por ejemplo, de La Revista de Bolivia, Semana Gráfica (que fue una publicación que se hizo durante la Guerra del Chaco) y Variedades, de 1916 (que fue una revista que publicó entrevistas a varios intelectuales, como Daniel Sánchez Bustamante, Belisario Díaz Romero, Arturo Posnansky, Alcides Arguedas y Franz Tamayo, entre otros)”.
Indica también que, si se busca y rebusca entre los libros de la biblioteca, pueden hallarse volúmenes con notas raras o dedicatorias de escritores o personajes ilustres. “Particularmente me gustó una primera edición de La vorágine, del colombiano José Eustasio Rivera, dedicada del puño y letra del autor a JFB; se trata de una reliquia bastante especial, ya que esas dedicatorias denotan la red de amistades intelectuales que tenían los Bedregal a inicios del siglo XX”, apostilla.
Además, la biblioteca cuenta con mapas de Bolivia de los años previos y también posteriores a la guerra con el Paraguay, los cuales podrían servir para continuar estudiando los entretelones de aquel polémico evento bélico suscitado entre los dos países sudamericanos.
Pero no todo lo que posee la biblioteca tiene que ver solo con la historia de Bolivia. En ella están también las ideas del mundo. En varios de los estantes reposan textos de plumas cosmopolitas o universales. Ahí están los clásicos: la filosofía de San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino, la literatura de los genios del Siglo de Oro español, las ideas revolucionarias de los ilustrados franceses, la crónica de los grandes historiadores, los versos de Horacio y Goethe, las novelas de los románticos y los naturalistas, la filosofía de Kant, Bergson y Emerson...
En una repisa situada en una esquina de una de las habitaciones, están varios libros forrados en cuero, que datan de la Colonia; ahí hay algunos incunables y ediciones primeras de obras clásicas. Marcelo Valero, investigador y licenciado en filosofía, quien es además otro de los que trabajan en la catalogación de los libros, asegura que “podría decirse que hace un siglo Bolivia era una potencia cultural; la biblioteca Bedregal es uno de los resabios de esa época dorada”.
Es que Bolivia alguna vez sí fue un oasis de cultura, ilustración y arte en la región sudamericana; los intelectuales de las primeras décadas del siglo XX lo prueban.
El fin del proyecto es abrir sus puertas a quienes deseen investigar el pasado bibliográfico boliviano o, simplemente, quieran leer o ver las obras maestras universales que posee la biblioteca.
Quienes asistan (previa cita con los dueños), además, podrán conocer los ambientes donde se reunían los escritores de Palabras Libres -aquel movimiento cultural y periodístico capitaneado por Arguedas hacia comienzos del pasado siglo- e imaginar a ese puñado de intelectuales debatiendo sus ideales en un ambiente rodeado de libros.
A largo plazo, la biblioteca tiene además el objetivo de contar con fondos para el apoyo a la investigación y la publicación de trabajos historiográficos.
de volúmenes catalogados que atesora la gran colección de libros.