La noche más larga y el refugio perfecto
Un recorrido por fiestas electrónicas, pistas de baile al ritmo de cumbias, morenadas y espacios que reúnen a músicos, pintores, poetas y miles de paceños con corazón bohemio. 4 fotos

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domingo, 16 de julio de 2017 · 00:00
Anahí Cazas, Periodista
La clásica bola de luz, que gira sin parar disparando cientos de colores, y la música de David Guetta son suficientes para que un grupo de jóvenes convierta la sala de una antigua y vieja casona de la calle Murillo en el escenario de una fiesta electrónica. De rato en rato, uno de los muchachos se acerca al DJ para pedirle el micrófono "cinco minutos”. El joven no pasa de los 20 años y sueña con convertirse en cantante de hip hop y la fiesta es el escenario ideal para mostrar lo que sabe hacer. Es que la noche paceña es y ha sido siempre una oportunidad para descubrir "nuevos talentos”.
"Quiero estrenar una canción”, dice el muchacho, mientras sus amigos se ríen y le piden dejar su idea para una próxima ocasión. "La noche es larga”, dice uno de sus compañeros. Son las 2:00 de la madrugada.
Tal vez, la joven tiene razón. A esa hora, la noche paceña está en pleno auge. A unas cuadras de la Murillo, lugar por donde circulan muchos turistas, en otra casa, se oye una mezcla de cumbias y morenadas.
"Hay para escoger. Depende qué quieres hacer: bailar, tomar o cantar”, dice Susana, quien impaciente espera a sus amigas entre la Illampu y la Santa Cruz, otra zona frecuentada por extranjeros.
Una de las principales opciones es el local Gota de Agua, ubicado en la calle Illampu, entre Santa Cruz y Sagárnaga. Allí ofrecen "un menú” de música folklórica y de América Latina.

La Jaén, una leyenda
Un retrato del compositor y músico Jesús Jechú Durán se ve colgado en una de las paredes del Bocaisapo, ubicado en la calle Jaén, en el subsuelo de la casa de la Cruz Verde. Desde hace más de 20 años, este local se ha convertido en un espacio de reunión de músicos, pintores, poetas y miles de paceños con corazón bohemio. A casi todos ellos, en comparsa, los inmortalizó Diego Morales en un mural: allí están el poeta Humberto Quino, el pintor Édgar Arandia, los escritores Adolfo Cárdenas, Virginia Ayllón, Manuel Vargas, el músico Ernesto Cavour. Allí, Víctor Hugo Viscarra y, difuso, también está el fantasma del poeta Jaime Saenz.
"Muchos ya se han ido: David Angles, Víctor Hugo (Viscarra)... Son los amigos, grandes bohemios, que han dado y dan vida al Bocaisapo”, comentó en una entrevista anterior Marcela Gutiérrez, escritora y propietaria del boliche.
Cayo Salamanca, copropietario del local, cuenta que debido a que el Bocaisapo se encuentra en el subsuelo de la casa de la Cruz Verde, pensó que ahí es un "ukhu pacha (el mundo desde adentro). "Aquí tiene que haber un tío porque está dentro de la tierra”, dice. Así fue que la idea del tío, representada por el sapo, fue ganando más adeptos cada año.
Bocaisapo celebra su aniversario con el recorrido del sapo, actividad que a partir de 2013 se incorpora en la agenda cultural de la ciudad de La Paz. Como todos los años, en esa noche la bohemia paceña se reunirá para saludar al rey del local, una figura de piedra con forma de anfibio. "El municipio paceño reconoció esta actividad y es parte de la agenda cultural”, dijo el artista y poeta Alejandro Canedo, un visitante del boliche ubicado en la calle Indaburo, esquina Jaén.

La tradición ya tiene 16 años. "Antes hacían el recorrido unas 80 a 100 personas, pero ahora son cerca de 200 los participantes”, contó Canedo.
A unos pasos se encuentra el Museo del Charango, de propiedad del legendario charanguista Ernesto Cavour. Este espacio de vez en cuando se convierte en un lugar de encuentro para "festejar a la vida” y "recordar a las grandes figuras del charango”.
De alguna manera en espacio de fiesta y alegría, Cavour intenta mantener los recuerdos de la recordada peña Naira.
"Intacta a lo largo de los tiempos, se desliza esta calle con la hermosura de las sombras, y repite el eco de los pasos. La calle Jaén, en sus casas venerables y con las piedras de sus calzadas, ya gastadas por el tiempo, presenció una vez el tránsito de Pedro Domingo Murillo; el prócer de la independencia Americana (...)”, escribió el emblemático poeta paceño Jaime Sáenz en su libro Imágenes Paceñas: lugares y personas de la ciudad.
A esta vía colonial, de pequeña longitud, el autor ha calificado como un lugar de "inconmesurable contenido histórico para pueblos y naciones”. La calle Jaén y el casco viejo conservan intacta la historia de La Paz frente al avance de la modernidad. Esa conjunción arquitectónica, de lo nuevo y lo añejo- da a la urbe una estética única.
Pero la noche paceña también cobija a personajes oscuros. A las 3:00 de la madrugada, la plaza Eguino y sus alrededores, se convierten en un territorio sin ley. Hay que estar atento a las esquinas, donde suelen concentrarse hombres y mujeres que beben y fuman, como esperando a su próxima víctima.
A unos pasos, la calle Manco Capac se ve "un bar abierto” y licorerías que nunca cierran. "Una botella combo cuesta 20 bolivianos”, dice una mujer robusta, quien con una voz tajante atiende a sus clientes.

En las calles aledañas, se ve caminar a hombres y mujeres que entran y salen de puertas iluminadas con focos rojos y azules.
Más arriba, subiendo por la Tumusla y la Buenos Aires, se observa vendedoras de comida, que atienden a taxistas y parroquianos, en improvisados bancos de madera. En la Garita de Lima, ya se escucha una mezcla de cumbias y morenadas de los bares y discotecas.
Según el estudio La Noche es Joven, publicada por el PIEB, la gente que ronda la ciudad por la noche, es diversa y ocupa territorios paceños enmarcados en el tradicional accionar cotidiano de esta urbe. Por la plaza Abaroa, el atrio de la UMSA, la fuente del Prado y calles aledañas, son los jóvenes los ocupantes, con sus atavíos nocturnos, ellos expresan su poder sobre este espacio durante las noches, sobre todo durante aquellas de fin de semana.
Sopocachi y los alrededores de la plaza Abaroa también son escenarios de la noche paceña. Propios y extraños son atraídos por la vida nocturna que se da en La Paz, que va desde refugios de movida cultural hasta pubs y boliches que arman noches temáticas de música y/o artísticas. Uno los principales locales es el Equinoccio, un espacio que acogió a grandes bandas de la escena musical. Ahí hace casi dos meses, el grupo Atajo dejó su corazón. "La Paz es la bohemia, aquí vive esa araña que teje su red contra el viento para atrapar insectos”, comenta el poeta Jorge Campero.
En la zona Sur, la oferta es tan diversa como el ajayu paceño. Y es que el recorrido aún no ha terminado.
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