Crónica del 10 de octubre de 1982
“Sí, juro”, son las palabras que Hernán Siles Zuazo pronuncia a las 16:26 del domingo 10 de octubre de 1982 que, apenas escuchadas por la megafonía instalada en la plaza Murillo, provocan la ovación de miles de personas que celebran que un civil asuma la Presidencia de la República poniendo fin, aun sin saber por cuánto tiempo, a ese último período de dictaduras.
Ese juramento daba por finalizados varios meses de discusión en el espectro político del que también formaban parte las Fuerzas Armadas de la Nación. Esta entidad conducía el gobierno con Guido Vildoso Calderón como presidente, general del Ejército en aquel entonces y que casualmente se graduó como subteniente del Colegio Militar de Ejército, recibiendo de las manos del mismo Siles Zuazo los símbolos que lo convertían en militar de carrera décadas antes, cuando este fue presidente del país por primera vez.
Al final del viernes 17 de septiembre de 1982, esas Fuerzas Armadas, en una reunión en la que participaron los comandantes de grandes unidades e institutos militares, decidieron terminar el período de gobiernos castrenses. El Comando en Jefe, encabezado por el Comandante de la Fuerza Aérea, Gral. Natalio Morales, su miembro más antiguo, emitió un comunicado oficial para transmitir la decisión de convocar al Congreso de 1980 “...como una solución adecuada a las circunstancias actuales generadas desde el pasado, mostrando total desprendimiento, alto espíritu patriótico y el firme deseo institucional de preservar la unidad nacional”.
La misma noche, el presidente Vildoso confirmó la decisión explicando que había convocado a la reunión militar para asumir las decisiones “en función de las legítimas expectativas populares, (para) ver cuál sería el futuro inmediato curso de acción”, comprometiendo de parte de la institución armada “la vigencia del sistema democrático” y el apoyo al futuro gobierno constitucional. Vildoso afirmó que “Entregarán voluntariamente el poder político de la nación, por manifiesto deseo y convicción; de ahí entonces, la necesidad imperiosa de ingresar, a partir del primer día de la próxima semana, en una etapa nueva, de diálogo armónico, de trabajo y de verdadera tregua social”.
Concluyó arengando que “la hora de la democracia ha llegado, les pido una vez más que aunemos esfuerzos. El gobierno de las Fuerzas Armadas hará su parte y la hará rápido, porque así espontáneamente deseamos que pronto retorne Bolivia a su vida constitucional. Los próximos días, decisivos para nuestro futuro, nos encontramos como gobierno, como administración del Poder Ejecutivo, en nuestros puestos de trabajo, en los preparativos para ensalzar el retorno a la actividad democrática plena. Que se unan a este último esfuerzo del gobierno que presido. Todos y cada uno de los bolivianos y bolivianas, Compatriotas: VIVA BOLIVIA”.
Este era el recurrente tono de los comunicados emitidos por quienes circunstancialmente gobernaban el país y éste, en particular, respondía a los últimos meses de elevada presión para terminar las administraciones de facto. En junio, estando como presidente Celso Torrelio Villa, se convocó desde el Ministerio del Interior a un diálogo nacional político coincidentemente al hecho que el gobierno no podía controlar la crisis económica, que generaba conflictos sindicales y gremiales que se sumaban día a día. La Paz vivió casi medio mes de junio bajo un rígido paro de transportes.
El gobierno militar y varias de las jerarquías castrenses se resistían a dejar la administración frente a la presión de la apertura democrática. Su propuesta de diálogo fracasó con el rechazo de casi todo el espectro político partidario y social. Ello derivó en la renuncia del presidente Torrelio y la designación de Vildoso como su sucesor el 21 de julio de 1982.
Desde el principio, Vildoso fue coherente al comprometerse a cumplir la decisión de devolver la administración nacional a un gobierno civil elegido en elecciones pensadas para el mes de abril de 1983, fecha que las Fuerzas Armadas habían asumido.
El 25 de julio Vildoso señaló que “es necesario que la ciudadanía ejerza su derecho a designar a sus gobernantes”, comprometiendo que cumpliría con la “determinación de las Fuerzas Armadas y del pueblo; el proceso de institucionalización de los poderes del Estado que vamos a conducirlo con serenidad y firmeza; un proceso que tienda a superar los graves conflictos económicos y llegar en el plazo señalado, para que la ciudadanía ejerza su derecho a designar a sus representantes”.
Días después, en el acto de recordación del vigésimo noveno aniversario de la Reforma Agraria celebrado en Ucureña, el presidente señaló que él estaba en ese puesto por encargo de la Junta de Comandantes “para poder cumplir una misión concreta” con el país. “Quiero que sepan, hermanos campesinos, que las Fuerzas Armadas han decidido llamar a elecciones para pasar el mando del gobierno al partido que sea ganador en las próximas elecciones. Esta decisión la haremos respetar, garantizaremos ese proceso, ese juego democrático que se dará en las elecciones”, declaró. Esas elecciones eran una exigencia de la Central Obrera Boliviana (COB) y varios partidos políticos, especialmente los que conformaban la Unidad Democrática y Popular (UDP), la coalición que el año 1980 se presentó a las elecciones por tercera vez a la cabeza de Siles como líder del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI), acompañado en la candidatura vicepresidencial por Jaime Paz Zamora, líder del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), aglutinando junto a ellos al Partido Comunista de Bolivia (PCB) y un variado grupo de distintas corrientes ideológicas. La coalición había ganado claramente las elecciones del 29 de junio de 1980, casi doblando la votación del segundo, su antiguo compañero movimientista, Víctor Paz Estenssoro y superando al resto de fuerzas, pero sin obtener la mayoría absoluta ni una mayoría parlamentaria que le otorgue gobernabilidad en el Congreso y le permita ser elegido en la elección congresal, como disponía la Constitución.
A esa situación, las Fuerzas Armadas lideradas por Luis García Meza Tejada respondieron con un nuevo golpe de Estado que inició un gobierno que pretendía durar 20 años y que terminó un año después por decisión de la misma institución militar que se vio comprometida por sus accidentales conductores en hechos de corrupción, pero especialmente por su vinculación con el narcotráfico.
El golpe militar provocó el asesinato de líderes políticos connotados y el exilio del resto, incluido el de la dupla ganadora, de la que el candidato a vicepresidente estaba ya fuera del país, en convalecencia, después de sufrir un atentado en avioneta que pretendía presuntamente asesinarlo. Los resultados de las elecciones de 1980 y la administración militar de los últimos dos años hacían sentir a Siles Zuazo y su partido, el MNRI, que podían mejorar su votación hasta obtener la elección directa o al menos una mayoría congresal que lo permitiese. A mediados del año 1982, con Siles aún en el exilio, el MNRI publicó un comunicado en el que exigía las elecciones. Aquello provocó la persecución de sus dirigentes en el país y la detención de varios, pero avivó el debate, por lo que Vildoso se comprometió a convocar a comicios.
No pudo cumplir su compromiso. El resto de fuerzas políticas importantes, especialmente el Movimiento Nacionalista Revolucionario Histórico (MNRH), de Víctor Paz Estenssoro, se opusieron tenazmente, convencidos del riesgo de una victoria contundente del Silismo. A esa posición se sumó el MIR, de Paz Zamora, temeroso seguramente de que en la eventual nueva elección ya no ocuparía la formula vicepresidencial y vería mermada su participación en la coalición, por lo que audazmente emitió otro comunicado público firmado por él mismo, Antonio Araníbar Quiroga y Óscar Eid Franco, que conformaban el Secretariado Ejecutivo Nacional del MIR, que el último día del mes de junio reclamaron que frente a la inercia política y el descalabro económico exigían constituir un gobierno de unidad nacional presidido por Hernán Siles Zuazo y Jaime Paz Zamora. Esa fractura interna fue clave para las negociaciones posteriores en las que varias fuerzas políticas, conscientes de la potencialidad del crecimiento de Siles, se negaron totalmente a la convocatoria de nuevas elecciones, llevando al gobierno de Vildoso a la convocatoria del Congreso elegido en las elecciones truncadas de 1980.
La aceptación
El MNRI convencido de que no podría lograr la convocatoria a nuevas elecciones con las pugnas internas y externas, terminó cediendo y la UDP manifestó su posición a través de un comunicado leído por varios de sus dirigentes en el que señalaban que ante la convocatoria del Congreso de 1980 “expresamos nuestra decisión de dar cauce a la soberanía popular por ese medio, en el que evitaremos distorsiones, adulteraciones o maniobras que pretendan impedir la plena voluntad ciudadana”, puntualizando que la coalición era la legítima mandataria de la expresión popular, que el año 1980 habían recibido la mayoría de votos, que su razón de ser estaba en función de resolver las necesidades del pueblo, que se requerían los instrumentos jurídicos que permitan la formalización constitucional del gobierno del binomio de la UDP y anunciaban que asumían “la responsabilidad de ser el siguiente gobierno legítimo sin triunfalismos ni sectarismos y expresan[do] su más firme convicción de ser consecuente con el mandato recibido y de este modo superar la crisis económica, en el mejor interés popular y nacional”. El comunicado iba firmado por Mario Velarde del MNRI, Óscar Eid del MIR y Ramiro Barrenechea del PCB, las fuerzas mayoritarias de la coalición.

Frente al anuncio de Vildoso, la COB reunida en un ampliado encabezado por su líder histórico, Juan Lechín Oquendo, dispuso un cuarto intermedio en la huelga general que se había iniciado días antes exigiendo al gobierno militar la entrega del poder, con dos condiciones: a) la convocatoria al Congreso Nacional de 1980 y la elección del binomio presidencial Siles – Paz Zamora y b) el control y normal abastecimiento de artículos de primera necesidad en ciudades, centros mineros y poblaciones rurales. A la vez, Lechín declaró en una entrevista que consideraba necesario como primera medida del gobierno democrático que se otorgue un inmediato aumento salarial a los trabajadores, para lo cual si era necesario debía venderse el oro de las reservas “principalmente para salvar el hambre del pueblo porque ya no se puede exigir más sacrificios”.
El 28 de septiembre de 1982, quienes ocupaban antes de las elecciones de 1980 las directivas del Senado, Óscar Zamora Medinacelli, como presidente, y Luis Áñez Álvarez, como secretario, y de Diputados, José Zegarra Cerruto como presidente y Óscar Bonifaz Gutiérrez como secretario, emitieron la convocatoria para que los representantes nacionales electos el 29 de junio de 1980 participen de las sesiones preparatorias del Honorable Congreso Nacional a partir del viernes 1 de octubre a horas 15:00 en el Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados.

La proclamación
A las cinco de la tarde de ese primer día de octubre sonó la primera llamada para que los senadores y diputados presentes se apersonen en sus respectivos curules en la primera sesión preparatoria del Congreso elegido en junio de 1980. 36 minutos después se llamó la lista verificando el quórum legal con la presencia de 25 de los 27 senadores y 127 de los 135 diputados.
Se dio lectura al informe de la Corte Nacional Electoral, se eligieron las nuevas directivas y a las 18:15 el presidente del Senado, Julio Garret Ayllón, cedió la palabra a los diferentes jefes de bancada para fundamentar el voto para proceder a la elección de los futuros mandatarios constitucionales del país. Estas intervenciones se extendieron hasta las 19:35, cuando la directiva del Congreso invitó a Pedro Maillard, Abelardo Villalpando, Guillermo Fortún y Gualberto Claure, parlamentarios de distintas fuerzas políticas, a controlar el escrutinio. Entre las 19:45 y las 20:31 se desarrolló la votación para elegir al Presidente, proclamándose a Hernán Siles Zuazo.

Minutos después se iniciaba la votación para elegir al Vicepresidente, siendo electo y proclamado Jaime Paz Zamora, a las 21:16.
El 8 de octubre, el MNRI publicó una separata completa en una edición extraordinaria del boletín partidario “COMPAÑERO”, que titulaba “El pueblo ya es gobierno”.
En su editorial establecía los deberes para todos los hombres y mujeres que debían hacerse cargo de las nuevas responsabilidades en el gobierno. La primera, la austeridad en la administración pública; la segunda “una mística revolucionaria tan profunda como son profundos los problemas que deben resolverse”; y por encima de ambas “una entrega sin límites, dando todas las posibilidades intelectuales que cada ciudadano que se halle en cargos de responsabilidad pueda desplegar”.
Incorporaba también la primera entrevista que el presidente Siles ofrecía delineando su gobierno. “No he transado con nadie, ni he pactado alianzas capitulantes” titulaba la nota.

Hernán Siles Zuazo manifestaba su “plena conciencia de las dificultades para enfrentar”, refiriéndose a la elevada posibilidad de que el Congreso de 1980 colocaría al gobierno en posición débil, sin capacidad de acción ni poder efectivo y sujeto a un mayor deterioro de la situación económica, a las crisis y pugnas partidarias, a la amenaza de los grupos regresivos y a la eventual incomprensión, oportunismo y consiguiente esterilidad del esfuerzo gubernamental.

Con miras a limitar ese diagnóstico negativo refería tener “la certeza de que el mismo pueblo que venció a la oligarquía en las jornadas de abril de 1952 y que hoy, sin disparar un tiro, ha resuelto recuperar su democracia, “me ayudará a salir adelante...Por mi fe en ese pueblo, por esa terca convicción, que me ha deparado largos periodos de exilio pero también el ascendiente moral que me otorga la ciudadanía, no he transado con nadie, ni he pactado alianzas capitulantes”.
Respecto a las Fuerzas Armadas las reconocía como “una institución fundamental del Estado, destinada a defenderlo dentro del orden constitucional, pero no a substituirlo, por ningún motivo y en ninguna circunstancia. Esta precisión se hacía en el marco de que al interior de las entidades castrenses no había pleno acuerdo sobre la reconducción gubernamental democrática.
Anunciaba que la solidaridad internacional se había activado al reconocer a un interlocutor válido a la cabeza del gobierno boliviano. Respecto al principal problema del gobierno advertía que se iba a asumir una economía de guerra. “Así como luchamos intransigentemente por un tránsito pacífico a la democracia, iniciaremos de inmediato una guerra total contra la corrupción, contra el hambre, contra la especulación, contra el delito institucionalizado y contra todos los augurios que tratan de sembrar el desaliento en la ciudadanía y que olvidan que el valor civil es el mayor patrimonio de nuestra historia”. Ofrecía fortalecer al sector público, ya que representaba el 70% de la economía “superando sus deficiencias, con la participación laboral, tanto en los niveles de decisión como de control, para aumentar su productividad” y garantizar “la iniciativa privada creadora y dispuesta a invertir sus utilidades en beneficio nacional”.
Establecía la fijación de un tipo de cambio real, al no ser el país inmune a losproblemas económicos regionales y globales. En materia de política social señalaba la importancia de incorporar al trabajador boliviano tanto en el beneficio de la riqueza como con el esfuerzo del control y la dirección de las empresas públicas. Eso lo señalaba dirigiéndose a laCOB buscando garantizar que la misma forma parte de la administración. Reconocía también al campesino boliviano como “otro factor importantísimo en la consolidación del proceso democrático boliviano”.
En lo político, reconocía que la UDP era “el instrumento que permitió la conjunción de las fuerzas políticas más importantes del país”, pero que estaban “dispuestos a recibir otras fuerzas que quieran contribuir al esfuerzo de las mayorías nacionales”, advirtiendo ser “intransigentes en el rechazo de los inconsecuentes y de los que defeccionan para alinearse con las fuerzas antinacionales”. Recalcaba que la “unidad nacional se da en las clases oprimidas, entre ellas, pero no con los grupos opresores”. Concluía señalando “...no somos sectarios. La más amplia democracia en la base abierta a todas las corrientes de opinión debe confluir paulatinamente en una unidad de mando homogéneo y coherente. Hemos combatido la dictadura para construir la democracia, no para generar una anarquía que retroalimente otra dictadura”.
El arribo al país
A las 13:15, hora del Perú, del 8 de octubre, una hora más en Bolivia, despegaba el avión “Lear-Jet” de la Fuerza Aérea Boliviana identificado como TAM-001, en el que iban Hernán Siles Suazo, el secretario ejecutivo del MNRI, Félix Rospigliosi y su jefe de seguridad. Previamente al despegue, dos regimientos de cadetes de la Fuerza Aérea Peruana y de la Escuela Militar de Lima entonaron los himnos de Bolivia y Perú, retumbaron 21 cañonazos y Siles pasó revista a tropas militares, recibiendo honores de Jefe de Estado. A las 15:52 Siles pisó suelo boliviano después de su último exilio y ya proclamado como Presidente Constitucional. Iba vestido con un traje gris, camisa blanca y corbata azul. Fue recibido por el Canciller, Agustín Saavedra Weisse, y el Vicepresidente proclamado, Jaime Paz Zamora, a quienes abrazó para luego levantar el brazo izquierdo y hacer la “V” de la victoria, despertando una fuerte ovación entre la gente que se encontraba reunida por centenares a la que se dirigió con sus primeras palabras en suelo nacional: “...mi saludo fraterno a los bolivianos en este día que empieza un nuevo tiempo de libertad, democracia y justicia social en nuestro país”.
Se habían congregado centenares de personas tanto de los partidos políticos como de sindicatos mineros, fabriles y otras organizaciones que querían recibirlo en el aeropuerto. En la pista se encontraban nueve carros de asalto del regimiento motorizado Tarapacá y destacamentos de la Fuerza Aérea y la Armada a los que pasó revista y saludó. Pasados cinco minutos de las cuatro de la tarde se subió a un vehículo que, precedido por varios otros, salió del aeropuerto de El Alto para iniciar el recorrido por la autopista que lleva al centro de La Paz.
Más de media hora después llegaron a la avenida Montes donde la concentración multitudinaria de personas imposibilitó el paso del vehículo.
Se bajó del coche en la plaza Peres Velasco desde donde tardó aproximadamente diez minutos en cruzar la multitud para llegar al palco que se había preparado en la explanada de la plaza de San Francisco. Fue presentado por el vicepresidente proclamado y Siles dirigió un discurso emocionado por más de media hora. Concluido el mismo, se subió a otro vehículo, un Volvo de color azul que lo trasladó hasta su residencia particular en la zona de San Jorge.

Lo acompañaron Jaime Paz y varios miembros del Comité Ejecutivo de la UDP. Mientras él se iba, la multitud aglomerada comenzó una manifestación espontánea que recorrió las arterias céntricas de la ciudad.
La posesión
A las 6:30 de la mañana del domingo10 de octubre ingresa buena parte del personal que trabaja en el Congreso y que prepara el acto de juramentación. A las siete de la mañana los técnicos de la Televisión Boliviana y la Radio Illimani, medios de comunicación estatales, llegan para instalar sus equipos de transmisión. A las ocho de la mañana se despliegan las fuerzas policiales que ordenarán el ingreso de las personas que participarán de la concentración popular en la plaza Murillo.
Julio Garret Ayllón, presidente del Senado, llega faltando un cuarto para las 11 de la mañana y junto a Guillermo Capobianco, diputado de la UDP, hacen un recorrido por las instalaciones verificando los preparativos.
10 minutos después de la una de la tarde llega la guardia de honor encomendada a la Armada Boliviana y minutos después se inicia la revisión de seguridad del edificio del Parlamento. A la una y media, los funcionarios de protocolo seapostan en sus lugares asignados. Y a las dos de la tarde se abren las puertas para el ingreso de los invitados.
Comienzan a entrar los parlamentarios, representantes de legaciones diplomáticas, invitados especiales tanto nacionales como del extranjero, mientras la plaza Murillo es copada paulatinamente por una multitud.
El general David Padilla Arancibia es el primer expresidente de la República que ingresa al hemiciclo a las 14:25. Los siguientes en llegar son Luis Adolfo Siles Salinas y Lidia Gueiler Tejada. Paz Estenssoro se había excusado por motivos de salud que le impedían salir de Tarija.
Faltando 10 minutos para las cuatro de la tarde arriban los presidentes Fernando Belaunde Terry, del Perú, Belisario Betancur, de Colombia y Osvaldo Hurtado del Ecuador, recibiendo un especial y sonoro recibimiento en el hemiciclo.
A las 15:55, el general Guido Vildoso Calderón, presidente saliente, se acomoda junto a Julio Garret. Faltando dos minutos para las cuatro de la tarde el presidente del Senado instala la sesión y delega a una comisión el encargo de invitar a los mandatarios proclamados a tomar sus ubicaciones correspondientes en el hemiciclo. Hernán Siles Zuazo y Jaime Paz Zamora esperan desde más temprano.
Se otorga en principio la palabra al presidente Vildoso, quien da lectura a su discurso por alrededor de 20 minutos para luego entregar los símbolos de la magistratura nacional al presidente del Senado.

Se da lectura al decreto ley de proclamación y a las 16:26 jura el Presidente Constitucional de la República, Hernán Siles Zuazo, imponiéndosele las insignias de mando.
A las 16:30, el presidente del Congreso lee su discurso por alrededor 10 minutos y a su conclusión invita a Jaime Paz Zamora a ubicarse para tomarle juramento, lo que sucede a las 16:42.
Después de ello, el presidente Siles dirige su mensaje a la nación por alrededor de 20 minutos. Su discurso es desordenado. Al llegar al Palacio Legislativo lleva el que se le había preparado originalmente, pero mientras sube las escalinatas, otro de los miembros de su círculo más cercano le entrega un nuevo documento que cae accidentalmente al suelo, desordenándose sus páginas, lo que se refleja en la lectura, dejando el texto para improvisar sus palabras.

A la conclusión del mensaje presidencial, el vicepresidente Paz Zamora, que asume el rol de presidente nato de las dos cámaras, invita al presidente Terry del Perú a dirigir un mensaje en representación de los invitados extranjeros.
A las 17:30 de la tarde, Jaime Paz hace una salutación de homenaje a los trabajadores mineros, fabriles y campesinos, por haber sido los artífices de la consolidación del proceso democrático del país y declara oficialmente iniciadas las sesiones del nuevo parlamento para los siguientes cuatro años.
A las 17:37, el presidente Siles abandona el hemiciclo acompañado de los presidentes invitados y otras personas más para dirigirse al Palacio de Gobierno. Camina del brazo de los presidentes extranjeros que acompañan el acto y rodeado por varios otros invitados, parlamentarios y miembros de su círculo cercano, entran a Palacio de Gobierno, suben las escaleras del patio principal y salen al balcón desde donde dirige un nuevo discurso a la multitud congregada.
Al terminar recibe los honores militares con una Columna de Honor de varios destacamentos militares y policiales.
Concluida la ceremonia militar, por la noche se celebra una cena que agasaja a los invitados especiales llegados de varios países de Latinoamérica y otras regiones, hasta las 10 de la noche aproximadamente cuando el Presidente de la República sale del Palacio para irse a su residencia particular, finalizando así el primer día de los 40 años de democracia que se viven.
* Periodista y escritor