Los Jairas, pioneros que revolucionaron el folklore y lo llevaron a los salones

Rompieron con los estigmas que discriminaban los instrumentos originarios y crearon el neofolklore boliviano.

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La Paz - sábado, 06 de agosto de 2022 - 5:30

Los mejores embajadores de Bolivia son su música y su folklore. Un sello sonoro que todo boliviano lleva a donde sea que va. Una marca país hecha de sonidos de quena, charango, guitarra, bombo y zampoña.

Pero ¿cuál es el origen de ese sonido tan particular?, ¿quiénes fueron sus pioneros? La respuesta no está en la lista de música boliviana más buscada en YouTube o Spotify, sino, en cinco virtuosos que en un momento clave de la década de los años 60 convergieron en la peña Naira, en la calle Sagárnaga de La Paz, para conformar el grupo Los Jairas.

Y llegaron para romper el esquema tradicional del folklore de la época y dejarnos la estructura instrumental que conocemos hasta hoy. Una en la que los instrumentos antes relegados a los indios y discriminados en las urbes, ahora son parte de nuestra identidad boliviana... y a mucho orgullo.

Un antes y un después

“Antes de Los Jairas, todo era muy aleatorio, de acuerdo con la época y la moda, el folklore tenía una instrumentación de orquesta, de estudiantina, de tríos de cuerdas, de piano con arpa o con charango, etc. Sonidos distintos de los que conocemos hoy donde hay quenas y zampoñas”, dice el antropólogo, investigador y músico Fernando Hurtado.

El primer registro fonográfico de la música boliviana data de 1910; no se trata de folklore, sino del Himno Nacional a cargo de la Guardia de París. Las cuecas, huayños y yaravíes -interpretados por bolivianos- aparecen en 1917, cuando dos ingenieros de la disquera “Víctor” arribaron al país para realizar grabaciones.

No es que antes no existieran intérpretes o compositores, sino que no había una industria fonográfica en la región. A Bolivia ésta llegó en 1949, con la disquera “Méndez”.

Si bien surgieron grandes maestros del folklore, su sonido se movía entre las orquestas que interpretaban a Adrián Patiño o Manuel Elías Coronel en los años 20, o los conjuntos tipo estudiantinas de Felipe B. Rivera y Alberto Ruiz en los 30. Entre los 40 y 50, con un aire fresco, surgen las voces femeninas de Gladys Moreno, las Hermanas Arteaga o las Hermanas Tejada y otras, que siguen la moda del arpa en el folklore.

“Todo esto era el folklore tradicional; pero eso cambia a mediados de los 60, cuando llegan Los Jairas, con una propuesta completamente distinta. Introducen la quena y la zampoña, que no tenían cabida en el folklore fuera de los pueblos”, sostiene Hurtado.

Los Jairas debutaron en 1966, con el quenista suizo Gilberth Favre, el charanguista Ernesto Cavour, el guitarrista Julio Godoy y el cantante Édgar Yayo Jofré. Se sumó, como solista, Alfredo Domínguez, quien los acompañaba en cada show.

Nacieron en la peña Naira, en la galería de arte del mismo nombre de Pepe Ballón. Ese espacio, decisivo para la cultura nacional, también fue testigo del amor del Gringo Favre y la cantautora chilena Violeta Parra.

Todos eran músicos estables de la peña, ya sea como solistas, en tríos, grupos o acompañando a otros artistas. En uno de esos ensambles surgen Los Jairas.

“Era una conjunción de virtuosos, cada uno por su lado era único y tenían una trayectoria amplia. La interpretación era distinta. El Gringo, por su formación como clarinetista, aplicaba sus técnicas a la quena, dándole un sonido muy distinto del que se escuchaba en los indígenas”, explica Sergio Calero, estudioso de la música boliviana.

Pero no era el único instrumento que se incorporaba. Jofré no sólo era cantante, sino zampoñista talentoso.

“Yayo tenía un disco ya con zampoñas. Es un caso muy interesante, en las comunidades el instrumento es el siku y es netamente comunal. Se toca en dos hileras de forma separada entre dos personas. Pero Jofré ya tocaba la zampoña de forma individual, tal como la encontramos en los grupos de hoy. Él fue uno de los primeros gestores para esto”, añade Calero.

“Ése fue el momento clave”, apunta. “No sólo porque por primera vez se escuchaban los vientos. Era tal el virtuosismo de cada uno que dan una nueva función a los instrumentos. El charango, la guitarra y la quena ya no son acompañantes, cada uno es protagonista como los solistas que son. Cada quien tiene su parte. Ponen introducciones, hacen variantes, juntan, separan. Cambian todo, transforman y al resultado le llaman el neofolklore, porque ya no es el tradicional que se escuchaba antes, era nuevo, era otro”.

Los cambios llegan también a la conformación del grupo. Se dejan atrás las antiguas estructuras y se pone en vigencia una nueva con charango, guitarra, quena, zampoña, canto y bombo. Un esquema que se repite en todos los grupos de folklore hasta hoy.

Pero las transformaciones no siempre se dan a la primera. En paralelo a Los Jairas, el trío de Domínguez, el Gringo y Cavour grabaron uno de los discos más importantes para la música boliviana: Folklore 1. En él incluyeron cuatro temas instrumentales. Y aunque tuvo la aceptación de una parte de la población, desde los sectores más conservadores se rechazó la propuesta.

Pero ya no había marcha atrás, el nuevo folklore había llegado para dar una nueva identidad musical al país. Apenas con semanas de diferencia, Domínguez, Cavour, Favre, Godoy y Jofré se presentaron en Cochabamba, en el Festival Lauro de la canción.

En medio de un público que estalló en aplausos por la interpretación del tema El llanto de mi madre (una musicalización del poema de Juan Walparrimachi, quien murió al defender a Juana Azurduy), Los Jairas lograron consolidar su legado. Un sonido que llevaron por el mundo con temas emblemáticos como Mama Criso, Los Refranes, Olvídate de mí, Recuerdos, Tata Abel, Gringo bandolero y tantos otros que hoy reviven en nuevas versiones.

1966
fue el año
en que se formó la agrupación Los Jairas en la peña Naira.
2022
Falleció
en Ginebra el vocalista y zampoñista Édgar Yayo Jofré.

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