Amigurumis, los peluches amigos que teje Libertad
Antes de la pandemia ofrecía atención psicológica a domicilio; pero después ya no pudo hacer visitas a casas; entró al mundo personalizado del tejido.
Amigurumi es una palabra que viene de la cultura japonesa y que une a dos significados: ami, que significa tejido; y nuigurumi que es muñeco de peluche. Sin embargo, en el lenguaje español amigurumi se dice y escucha casi como si su origen tuviera alguna relación con la palabra “amigo”. Y así es, al menos en esta historia.
Casualidad, o no, el amigurumi es un peluche fabricado en tejido y que suele convertirse en un amigo silencioso. Cada uno de los amigurumis de Libertad Quispe Arguedas es único porque ella los personaliza y va tejiendo con paciencia las características que le piden. No es un juguete porque el muñeco suele convertirse en un compañero de la persona que lo ha adquirido.
La elaboración de estas piezas se convierte en una opción de vida para Libertad, quien estudió Psicología y el año pasado ingresó a la Academia Nacional de Bellas Artes. Hoy su presente y futuro es el tejido con el cual recrea personajes y personas en su emprendimiento La Trama Carmesí.
Los caminos de la vida
“Estuve ejerciendo psicología antes de la pandemia. Yo iba a domicilio para trabajar con los niños que tenían problemas de aprendizaje, pero debido al problema del coronavirus ya no podía ir a visitarlos. Incluso después de la cuarentena los papás estaban un poco susceptibles por el virus y yo entendí la situación”, comenta la paceña Libertad de 32 años.
Luego de la cuarentena, cuando se salía a la calle una vez a la semana y había que llevar el carnet de identidad ante cualquier imprevisto, Libertad observó en una feria de El Alto un tejido que cabía en la palma de su mano e intentó comprarlo; sin embargo, no llevaba el dinero suficiente y tuvo que irse cargando ese antojo a cuestas.
No se quedó con las ganas. “Yo dije que no debe ser tan difícil, compré el material para hacerme uno. No fue tan fácil como parecía porque requería de mucha paciencia y habilidad. Al final lo tejí y a muchas personas les gustó lo que hice”, comenta.
No hubo ningún familiar que le hubiese enseñado a tejer y todo lo aprendió por tutoriales de internet. Como ya tenía algo más de tiempo libre, ella fue descubriendo con calma los secretos del tejido. De pronto supo que ningún muñeco es igual a otro. Algunos requieren de una sonrisa y otros de un sombrero; hay quienes tienen el bigote blanco y otros llevan lentes. El detalle de cada muñeco se convirtió en su obsesión.
Hubo amigos que le ofrecieron comprar sus creaciones; pero ella se negaba, aunque al final no pudo decir que no a su pareja, Daniel Averanga. Fue su primera venta, en junio, hace ya tres años.
Luego llegó el segundo comprador; su amigo Rodrigo Villegas le pidió un peluche personalizado y ella lo hizo. La incentivaron a publicar su arte en las redes sociales, lo hizo y comenzaron a llegar los pedidos para más y más amigurumis. Atrás quedaron las sesiones a domicilio para ayudar a solucionar los problemas de otros; ahora Libertad tejía su propio destino.
De a poco Libertad se sumó al mundo de los artesanos y decidió salir a vender sus creaciones.
La Trama Carmesí
No fue fácil. “Un tiempo vendíamos en el atrio de la UMSA, pero teníamos inconvenientes con los guardias municipales y entonces todo lo que hacía comencé a sacarlo en videos promocionales de Facebook. Recién he creado mi página que se llama La trama carmesí”, relata.
Los mensajes vía redes sociales le llegaron al poco tiempo. “Me preguntaban si podía hacer artistas, cantantes y yo respondía que sí”, refiere Quispe.
Sus primeras obras eran los perritos Cheems, aquellos que están en los memes y que ironizan sobre cómo eran antes los oficios (con la imagen de un animal fornido) y cómo son en la actualidad (con la presencia de una raquítica figura). Eran divertidos de hacerlos y casi sencillos.
Para entonces ya tenía un patrón de trabajo y cada Cheems lo podía elaborar en tres o cuatro horas. De aquellos inicios, su reto mayor fue una creación del escritor Stephen King. Ella se propuso hacer el Pennywise, el payaso que va resucitando miedos en la gente. “Este personaje me tomó más de dos días de trabajo, lo hice con hilo y dedicándome todo el tiempo necesario. Como estaba sin trabajo le dedicaba casi el 100% de mi tiempo”.
La figura que salió de sus manos fue una réplica del Pennywise de 21 centímetros con el traje plomo con adornos, su sonrisa maléfica dibujada en el rostro y agarrando un globo rojo, es decir del mismo color del cabello. En esta pieza se confirma que el detalle es su obsesión.
De It a Poe y Charlie
La Trama Carmesí se hizo conocida y los pedidos comenzaban a sumar en el buzón de mensajes virtuales. Libertad se ponía manos a la obra y pasaba horas dando forma a un nuevo Pennywise y sumando a su catálogo otros personajes. “Tengo algunos pedidos personalizados y me solicitan muchos cantantes. Me tomo casi tres días en cada uno porque hay que ponerles cabello, o sea hay que tejer el cabello, bordar los ojos. A veces me piden que les ponga lentes o algún detalle y lo hago”, refiere la artesana.
Entre sus diseños hay un Edgar Allan Poe con su semblante triste y junto a él está el típico cuervo que fue objeto de su escritura; también tiene a un cantante Charlie García con el bigote recortado al estilo hitleriano y sus lentes de marcos delgados.
Una de sus creaciones mide 50 centímetros y puso a prueba su paciencia.
El producto acabado es del gusto de los clientes y Libertad ya hizo envíos de Amigurumis a Cochabamba y Santa Cruz. Añade que el precio es un poco más costoso por el transporte.
Arte y artesanía
Los amigurumis se convirtieron en una alternativa para Libertad. Ella tiene más objetivos en su vida y por eso se inscribió a Bellas Artes. Se costea los estudios y algunas necesidades con los peluches; además, maneja sus tiempos y últimamente da prioridad a sus estudios.
“Ahora soy artesana y estudio arte, pero creo que ambos están entrelazados, porque hay artistas que hacen artesanía y al revés”, indica la mujer que tiene gustos musicales tan variados como sus obras. Le gusta la cumbia de los años 90, el popular Bud Bunny, la pianista danesa compositora y cantante Agnes Obel, además de los sonidos sinfónicos y metaleros de las bandas Haggard y Therion.
Durante los últimos días, Libertad meditó sobre su oficio: “Yo veo muchos artesanos en la calle, veo a señoras mayores que venden también tejidos muy lindos, gorritos, incluso hacen amigurumis. Me gustaría pedir a la gente que no les pidan rebaja”. Añade que no son piezas hechas por montones; al contrario, cada prenda o muñeco es único.
Libertad corretea porque salió de sus clases, vendió a domicilio un amigurumi y atendió a esta entrevista. Debe volver a su casa para seguir tejiendo. Debe crear un nuevo peluche amigo.