Jean Claude Eiffel y las cosas que el dinero no puede comprar, testimonio de un huertero

Se enamoró del cine y participó en “Cuestión de fe”, también organizó inolvidables conciertos y fue parte de diferentes medios de comunicación. Hoy es feliz en su huerto.

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La Paz - miércoles, 15 de marzo de 2023 - 5:00

No se puede sembrar dinero, pero sí paz. Es una cosecha que vale mucho más. Para Jean Claude Eiffel eso ya está asumido. Ninguno de los trabajos que tuvo le ha dado la tranquilidad que siente cuando recoge lechugas, tomates o espinacas de su huerto. El terreno que trabaja pudo servir para levantar una casa, un edificio de pocos pisos o lo que sea, pero nada parecía tan necesario como un lugar donde sembrar alimentos.

“Yo les hablo a las plantas. Les riño, les felicito, me preocupo por ellas. Siempre que entro al huerto, las saludo y me despido al irme. Estar en contacto con ellas y acompañar su ciclo de vida hace que todo sea distinto. Creo que la gente viviría mejor pasando esta experiencia”, dice mientras mira el primero de sus tres huertos.

Para tener esa relación, explica que no hace falta una hectárea; una maceta es suficiente para la siembra de paz y hortalizas. Esto funciona cultivando la paciencia. Apoyarse en los fertilizantes cuando sea preciso y buscar las formas de combatir las plagas, esas son las nuevas tareas para Jean. Su constancia en el riego le permitió ver resultados.

El camino te elige

Jean Claude Eiffel Saravia, 1962, estudió para ser ingeniero metalúrgico, pero se enamoró del cine y el cine de él, así que nunca ejerció su carrera universitaria. Más pudo el taller audiovisual que tomó en la Universidad Mayor de San Andrés en 1989. En Televisión Universitaria demostró que tenía talento siendo productor y en 1994 ocupó uno de los cargos más importantes de su carrera como productor de Cuestión de Fe. La renombrada película boliviana, dirigida por Marcos Loayza, permitió al productor forjar una linda amistad con el director. Después de todo, las amistades también hay que cuidarlas.

Pasó por diferentes medios de comunicación. Estuvo en Bolivia TV, RTP y más recientemente en ATB. Más de una década en este medio hicieron de Jean el jefe de las “atebitas”, las reparticiones que el medio tenía en departamentos fuera del eje central.

De ese tiempo quedan recuerdos y enseñanzas. Como en cualquier sala de prensa y más si es de televisión, las tareas eran para ayer y el estrés se servía como el café, doble y extra fuerte.

“Ésa es la dinámica y yo creo que no es correcto. Estamos entrando en una fase de la vida muy coyuntural; te acuerdas de una cosa, pasa otra y las cosas en verdad importantes son las que pasan de largo”, reflexiona.

“Lo cambio todo por la tranquilidad de un huerto”, cuenta ahora sentado frente a decenas de plantines, botellas de agua, tierra, abono y sus plantas. Tres veces el ritmo de la charla con Página Siete se interrumpe debido a los pájaros que llegan al huerto buscando comerse los frutos de su trabajo. Don Jean aplaude para espantarlos. No lo logra. Se levanta de la silla, se quita el sombrero y los ladrones con alas aceptan la derrota y se van. No hace falta preguntarle a él cuánto le importa este proyecto.

“Ante la falta de oportunidades laborales, me dediqué a hacer un huerto urbano. Queríamos tener plantas aromáticas y alguna vez hicimos el intento en casa, pero la falta de experiencia derribó todo”, recuerda. Entonces supo que las aromáticas no pueden estar próximas. “La albahaca es celosa y no quiere cerca un perejil. Aprendí, pero de ahí a tener un huerto no lo imaginé”, reflexiona.

Habla en plural porque junto a él están Luisa Valentina, su esposa hace 24 años y Renate, su hija, que hace dos años salió bachiller. La familia, como muchas, se vio afectada debido a la pandemia, pero en particular Renata que estaba en el último escalón del colegio. “Ella pasaba clases en línea y no podía salir de casa”, cuenta Jean.

El huerto llegó en ese momento a sus vidas y calmó cualquier tensión. “Ellas vienen los fines de semana. Venimos, sembramos, cosechamos y estamos un rato porque es un lugar tranquilo, lleno de paz”, recuerda. El cuadro se completó con Sulfito, un perrito de raza chapi que también disfruta de las visitas al huerto.

Por fuera de las lechugas que se puedan cosechar, de los choclos que pueda saborear u otras hortalizas, Jean cree que el mejor pago es esa tranquilidad en la que vive ahora. No exagera. El silencio del lugar, lo verde del panorama y el soleado patio parecen tener poderes terapéuticos.

La semilla

Cuando comenzó con esta aventura creyó que había sembrado una selva pues todo crecía desordenado. Erró muchas veces, pero no se rindió y sólo así pudo aprender y entender mejor lo que implicaba cuidar de un huerto.

Los videos de YouTube le sirvieron para responder a sus preguntas sobre cómo cuidar las plantas, pero todo no era suficiente para él.

Comenzó a especializarse luego de que visitó el huerto urbano de Laka Uta. Los expertos que trabajan en este lugar le enseñaron los secretos de la tierra para que produzca mejor. “Ellos me dijeron que este lugar era adecuado”, dice mientras mira alrededor y se arregla el sombrero que le cubre del sol de las primeras horas de la tarde paceña.

“Siempre les voy a agradecer (a los expertos de Laka Uta) porque con ellos supe preparar la tierra, a sembrar y cuidar mis plantas. Tres de ellos vinieron y aprendí cosas como la media sombra para atenuar los efectos del sol. El sol es fuerte en La Paz y hay que proteger las plantas. También me recomendaron hacer carpas; ahora tengo dos donde planté mora y keil”, cuenta.

“El gran problema son las heladas. La sequía se puede resolver con agua potable, pero la helada no se puede controlar. Varias de mis habas han sufrido. Los choclos y tomates, igual”, detalla el agricultor naciente que hace nueve semanas perdió ante uno de esos fenómenos. Jean puede hacer frente a los pájaros ladrones poniendo discos compactos que espantan con sus colores o cinta adhesiva en la carpa para las moscas que aparecen, pero contra el clima extremo no hay prevención que valga.

“Vemos en las noticias que hay heladas y sequías y que la producción se ha perdido, pero luego pasas de página o de canal. Para ellos (agricultores) es un desastre”, exclama. A esa lista de penas hay que sumar granizadas e inundaciones.

El Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras reportó 2.800 comunidades en el país afectadas por estos fenómenos. Aunque se han destinado 120 millones de dólares eso no aplaca la desaparición de bosques, reguladores de las lluvias, ni la contaminación de suelos. No hay dinero que pueda comprar la buena “salud” del piso que nos cobija.

Jean es muy empático en este asunto y entiende que las dimensiones del problema son peores en el área rural como el altiplano boliviano, donde no hay grifos de agua para aliviar la falta de lluvias. Con todo, Jean intentó disminuir las consecuencias de las heladas en su reducto.

Un huerto a cielo abierto y dos en carpas, los bienes más preciados del productor. Allí están verduras que parecen coquetear con sólo verlas. “Si hay la posibilidad de producir, yo quiero. Con la pandemia entendí que el huerto era mi segunda oportunidad. No sabes la tranquilidad que tengo, sientes la paz, los pájaros, el silencio, el campo. La posibilidad de cuidar la tierra, de ver crecer las plantas y volver al ciclo es tan linda que ahora yo lo considero vital”, confiesa.

Nada es mecánico y se requiere una dosis de cariño, cariño como el que le tenían en ATB. Allá donde la premura del noticiero le preocupaba porque las notas no estaban cargadas al sistema, por eso siempre andaba apretando la tecla F5 para actualizar y volver a actualizar. Por eso sus amigos le bautizaron como “Don F5”.

En la oficina del canal él hacia de DJ aprovechando los parlantes que tenía. Jean cuenta con un exquisito oído porque en su multifacética vida también fue productor de entrañables conciertos; por ejemplo, trajo al país a la mexicana Lila Downs.

Tras hablar con Página Siete, Don Jean o Don F5 vuelve a sus labores. Está apurado y debe regar sus plantas mientras el sol de una lejana loma en Achumani brilla amenazante. Aunque sus gestos son serios, habla con ternura y las sonrisas que deja escapar sirven para entender que ya tiene lo que es importante en la vida. Lo simple y complejo de cuidar un huerto.


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