La yungueña Adeliz Ortiz es la reina de los manguitos en TikTok

Nació en La Paz, pero vive en una comunidad de Chulumani. En TikTok narra cómo es la vida en el área rural, en especial para una joven con ansias de enseñar y que se dedica a la producción de frutas.

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La Paz - miércoles, 07 de junio de 2023 - 10:44

Adeliz Orfa Crespo nació en la ciudad de La Paz, tiene 22 años y muchas ansias de vivir, de comerse el mundo con ambas manos, como si el planeta fuera un mango maduro, dulce, delicioso y jugoso.

Ella enseña teatro, baja mangos de los árboles de su terreno, busca leña para cocinar, vende mangos en el mercado del Tejar, hace tiktoks en los cuales su alegría inunda la pantalla del celular... También se dedica a cuidar su casa, a veces se pone alerta y observa que ningún ave depredadora robe algún pollito. Ah, también estudia corte y confección.

La educación

Nació en tierra paceña, pero tuvo la oportunidad de conocer Santa Cruz de la Sierra. Vive en la comunidad de Parroscato, en Chulumani, Sud Yungas, sitio en el cual sus antepasados dejaron caer las raíces a su familia.

Le gusta la vida lejos del ruido de la urbe, aunque a veces también le agrada cambiar de aire e ir a dar una vuelta por el mercado Tejar, donde vende los mangos que produce su tierra.

“Este es un negocio familiar que nos heredó mi abuelo. Mi abuelo fue migrante. Llegó a los Yungas desde el Altiplano y se instauró acá. Él decidió que sus árboles fueran únicamente frutales en vez de las plantas de coca. Mi abuelo era una persona muy responsable con el medio ambiente; a él no le gustaba la deforestación ni la quema de árboles. Eso nos ha enseñado a nosotros”, cuenta Adeliz con una voz de niña que contrasta con los 22 años que tiene.

Confiesa que le gusta vivir en el campo, aunque reconoce que la ciudad ofrece más oportunidades para estudiar. Adeliz acabó el colegio a los 16 años y después ingresó a la carrera de comunicación social, en la que permaneció un año y luego fue a Santa Cruz de la Sierra, a la Escuela Nacional de Teatro para aprender artes dramáticas.

Después de titularse, retornó a Yungas, donde vive su familia. Volvió con ansias de enseñar lo que aprendió. “Vi que en las ciudades los estudiantes de colegio tenían más posibilidades de ir a clases de teatro o de oratoria; pero en el campo no. Eso me pareció un poco clasista porque muchos de los niños acá no tienen las mismas condiciones”, cuenta.

Intentó que las autoridades del lugar le ayudaran para dar clases, pero no tuvo suerte, hasta que gracias a la ONG Solidar Suiza hoy en día puede impartir sus enseñanzas de teatro e interpretación. Ella se divierte enseñando. Le gusta hacer voces diferentes y juguetear con sus alumnos.

$!La creadora de contenidos se compró recién un trípode

Vivir en el campo

Parroscato es una pequeña comunidad en medio del verde Yungas paceño. Los días que parecen apacibles y como una pintura quieta suelen ser complicados. “Es un poco costoso el trabajo de campo. Hay que levantarse temprano y tener la leña a las seis de la mañana para cocinar, porque aquí no hay gas. Buscamos pasto para alimentar a los conejos que nos dan abono, también hay que alistar la comida para las gallinas a las ocho en punto porque ellas nos dan los huevos...”, relata.

Cuenta que a veces no hay tiempo para pestañear, porque días atrás un ave llegó volando y se llevó a un pollito, ante la mirada atónita de la mamá de Adeliz.

Además de atender a los animales, hay que ir preparando la comida, a leña. Eso sin contar con el trabajo en los cultivos, porque es necesario ver desde los enanos (plátanos pequeños) hasta los mangos, que son la especialidad de la familia de la tiktokera que ama el teatro.

Hace seis meses que Adeliz vive en el campo, cuando era niña solía ir al lugar casi únicamente para pasar vacaciones y cambiar el panorama citadino por la experiencia en la tierra de sus abuelos, allá donde el trabajo comunitario es el pan de todos los días.

Igual, como en diferentes etapas de la vida, existe un círculo que se repite. A la mañana siguiente vuelven las mismas preocupaciones, la leña, las gallinas, los pollitos...

$!Adeliz luce feliz luego de una jornada productiva, con un bañador lleno de mangos

El Tejar

Desde los 12 años, Adeliz acompaña a su familia a vender mangos. “Cuando fui las primeras veces me gustó mucho la interacción con la gente, con los caseritos y con los niños. Cuando era niña, yo era muy ocurrente y les hacía reír. Ahora tengo un lazo de amistad muy bonito con mis caseros”, advierte.

Ella no es una vendedora más del Tejar. “Yo hago madurar el mango, lo pongo en la caja para traerlo, lo llevo al camión y al final lo coloco a la venta en la ciudad. Claro que hay un cariño extra en mi trabajo”, afirma.

A veces la gente mira con desdén lo que ocurre fuera de la ciudad. Es como si los frutos fueran hechos en una industria mecánica. “Algunas personas miran con desprecio, diciendo ‘ay por qué está tan cara la fruta’ o dicen ‘tiene manchas, no está bien’ incluso algunos te hacen oír ‘está más barato de otro lugar’. No se ponen a pensar todo el trabajo que hay detrás de una fruta criolla. Está llegando de lugares donde ni siquiera hay un camino asfaltado y el pasaje es muchísimo más caro porque un tramo tienen que subir una a la carretera, algunos siguen con burritos o directamente se ponen como bultos en la espalda y así tienen que llevar al camino. Nada es fácil, a veces los camiones en los Yungas prefieren llevar coca que frutas porque la coca se taquea”, reflexiona Adeliz.

Durante los últimos años la naturaleza dejó de ser ese reloj exacto y en la actualidad la temporada de lluvias se alarga o se acorta; los días secos suelen llegan a destiempo. Este fenómeno del clima evita que las producciones de frutas sean como antes, o al menos se dan a destiempo.

Los inconvenientes sobran. Por ejemplo, hubo una época que fue muy difícil. Cuenta: “El año 2021 empezó a llegar mucho, pero mucho contrabando desde el Perú. Llegaban mangos a un precio extremadamente bajo y eso nos hizo entrar en pérdida. Entonces fue un momento de conscientización para que la gente vea lo que hacemos las caseras. Esa vez le dijimos a la población ‘por favor apoyen el producto boliviano porque es una forma de mantener nuestras familias’”.

Aunque nació en la sede de Gobierno, Adeliz hace lo posible porque los pobladores amen a su comunidad, dice “quiero que se sientan orgullosos porque viven en los Yungas y no les debe dar vergüenza decir que son, que somos, campesinos”.

TikTok

Adeliz es la alegría andando. Recuerda que desde niña fui fanática del mundo asiático, el K-pop y el anime. Ahora, en su página de TikTok Los Manguitos tiene la imagen de una figura femenina animada de ojos grandes y expresivos.

Ella habla de su cuenta: “Me gustaba el TikTok y no veía a vendedoras de frutas de La Paz y mucho menos del Tejar; entonces vi que era innovador y comencé con los videos. Hacer estos videos me ayudó mucho un tiempo”.

En su TikTok ella suele contar vivencias en las cuales aparece con una apariencia desaliñada y al instante se ve elegante. Muestra parte de su mundo en el campo y en el Tejar. Bromea mientras espera caseros y por lo general se la ve enseñando teatro a los niños en su comunidad. También tiene videos de su nueva experiencia: corte y confección.

Le gusta el TikTok y recién compró un trípode para hacer mejores grabaciones, antes ponía su celular entre piedras o árboles. Ahora ya tiene más opciones para narrar sus vivencias y dar a conocer cómo es la vida –feliz, esforzada y ajetreada– más allá de la selva de cemento.

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