Las mujeres y las telas chinas imponen su sello en el Gran Poder
Mañana, la entrada del Gran Poder volverá, como cada año, a tomar el centro paceño. Sus danzas y trajes se van modificando con el paso de los años.
Paulo Lizárraga Alvarado / La Paz
En víspera de la fiesta mayor de los Andes, la entrada del Señor del Gran Poder, un historiador y un bordador coinciden en que las mujeres y las telas chinas imponen cada vez más su sello en esta entrada folklórica, que mañana, nuevamente, irrumpirá en el centro de la ciudad de La Paz para impresionar a los nacionales y extranjeros con su fastuosidad.
El historiador Fernando Cajías indica que la incursión de la mujer en el Gran Poder se mide principalmente por los cambios y nuevos elementos que se fueron y se van incorporando a los trajes de las danzas sobre las urbano-mestizas, como son el caporales, la morenada y la diablada. El historiador remarca que este fenómeno no se ve sólo en la fiesta más importante de la ciudad de La Paz, sino en las demás capitales del resto del país.

Para el también catedrático el caporal es una de las danzas que más cambios atravesó con el paso del tiempo por la incorporación de las féminas. Las modificaciones en este baile van desde la vestimenta hasta el rol de la mujer que interpreta al “macho caporal”, asegura.

Fernando Cajías es catedrático de la materia patrimonio cultural en Bolivia en la Universidad Mayor de San Andrés y en la Universidad Católica Boliviana y también es uno de los fundadores de la fraternidad universitaria Llamerada San Andrés.

Otro de los factores que marca su sello en la fiesta del Gran Poder es el uso de la telas de procedencia china en la confección de los trajes de los bailarines. Un reportaje de Página Siete, publicado el 9 de junio de este año, muestra que las fraternidades, con un año de anticipación, hacen sus pedidos de géneros con diseños exclusivos a la China, dejando a los bordadores nacionales sólo el trabajo de macramé.
Los bordadores explican que esta importación es una alternativa a la oferta restringida de telas nacionales, en cuanto a diseños y calidad, y debido ciertas prohibiciones que se fueron instituyendo para la confección de trajes, como el uso de pieles y plumas de animales, entre otros. Entonces, éstos optaron por recurrir , cada vez con mayor frecuencia, a la importación de géneros, adornos artificiales y todo tipo de pedrería para la elaboración de los trajes y disfraces que cada año estrenan las fraternidades en la fiesta mayor de los Andes.
“La industria (china) nos ofreció mejores telas, otro tipo de materiales, más elegantes y más vistosos. Y todo eso fue mejorando el acabado de los trajes”, señala el presidente de la Asociación Mixta de Artesanos Bordadores Autodidactas de La Paz (Amaba), Rómulo Velásquez.
Al respecto, Cajías comenta: “El tema de las telas (importación) está relacionado con los costos, la masificación (de la demanda). Porque no hay artesano que se pueda abastecer para, por ejemplo, confeccionar 300 polleras o mantas; entonces tendrá que recurrir a que su trabajo sea semi industrial, ya no totalmente artesanal. Este proceso hizo que tenga que recurrir a lugares tan alejados, como China y Corea para (importar) las telas y los estampados”.

“Hace 25 o 30 años las personas que vestían los trajes no eran tan exigentes como ahora y tampoco había tanta competencia como ahora. En esas épocas no pasaban de 15 los bordadores, actualmente estamos superando los 220 bordadores”, sostiene Velásquez.
No distorsiona la fiesta
Para Cajías los cambios registrados en los trajes del Gran Poder por la presencia fuerte de la mujer en las danzas y la importación de telas chinas no distorsionan las danzas en su esencia. “El cambio en Bolivia existe, pero es muy lento, por eso se mantiene la esencia. Puede haber (distorsión cultural) si es que hay cambios en la esencia (de la danza)”, declara.
Asegura que los cambios y modificaciones seguirán introduciéndose en los trajes del Gran Poder, igual que en la concepción de la cultura, sobre todo en las ciudades. Sin embargo, el historiador remarca que una tarea urgente es la preservación de las danzas y trajes que provienen del área rural. “Que la música y la vestimenta urbana no maten a la vestimenta rural; ese es un peligro más fuerte”, reflexiona.
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