Quinua: de la bonanza a
la adversidad

Los rendimientos de la producción de quinua han descendido paulatinamente por el agotamiento de los suelos, la caída de precios y la competencia mundial.

Gente & Lugares
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La Paz - sábado, 11 de marzo de 2023 - 5:00

La quinua, un pseudo-cereal, es un recurso nativo de alto valor biológico y patrimonial que se cultiva a lo largo de todos los países andinos, desde Venezuela y Colombia hasta el sur de Chile y la Argentina. Es cultivada intensamente en Perú y Bolivia en regiones que van desde el nivel del mar hasta los 4.000 metros de altitud.

En 1996, la quinua fue catalogada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), “como una de las semillas de mayor potencial para la humanidad por su capacidad de combatir problemas de desnutrición en el mundo”.

La elevada demanda internacional de quinua generó cambios dramáticos en áreas rurales de La Paz, Oruro y Potosí, debido a que la población local amplió superlativamente las superficies de cultivo destinadas a su producción, modificando las prácticas tradicionales y ancestrales del cultivo, y forzando una ocupación territorial de zonas con vocación ganadera de pastoreo de camélidos.

A finales de los años 60 llegaron los primeros tractores al altiplano y se inició la mecanización generalizada del agro, transformando radicalmente las actividades agropecuarias de la región. De hecho, el uso del tractor aumentó la energía de la mano de obra y trabajo porque migrantes retornaron a la región. Posteriormente, en los años 80, se introdujo la sembradora mecánica.

Por el año 2007, la producción de quinua, especialmente en Bolivia, tuvo un crecimiento acelerado, debido al auge de la demanda internacional. Por sus propiedades altamente nutritivas, la demanda internacional de la quinua orgánica y convencional fue y es uno de los rubros agrícolas de mayor importancia económica y social para Bolivia y Perú.

Por su rol en la seguridad alimentaria y su aporte a las exportaciones no tradicionales de ambos países, es una de las cadenas productivas que ha crecido en forma consistente en los 40 últimos años, tanto en superficie, por el avance de la frontera agrícola, como en el volumen de exportaciones. Gracias a un marco político y normativo dinámico e inversiones público/privadas en toda la cadena de valor. Sin embargo, en el caso de Bolivia, los rendimientos de la producción de quinua por hectárea han descendido paulatinamente por el agotamiento de los suelos.

El uso de tractores, especialmente con arado de disco, y de sembradoras mecánicas ha provocado una fuerte degradación de la fertilidad del suelo. La ganadería de camélidos fue desplazada hacia las montañas, porque los terrenos de pastoreo eran de uso colectivo.

La demanda global de quinua, entre los años 2011 y 2016, ha provocado el crecimiento exponencial de su precio a nivel internacional, que prácticamente se triplicó. Además, recientemente, se ha observado una tendencia descendente de los rendimientos por hectárea, que ha llegado a 200 kg/ha, y que en algunos casos fue nulo, debido a la persistencia reiterativa de los cultivos de quinua que no permiten el descanso de los suelos.

Estos hechos han determinado la generación de una serie de impactos en las áreas de producción tradicional, con la mecanización de extensos territorios, ampliación de la frontera agrícola, reducción de períodos de descanso de los suelos, monocultivo del cultivo de la quinua y la presencia, en algunos años, de sequías esporádicas por efecto del cambio climático, así como por ataques masivos de insectos, ratones y liebres, que a la larga se traducen en la insostenibilidad del sistema de este cultivo. También hay que puntualizar que se están generando graves problemas de erosión eólica, dando lugar a la formación de dunas extensas e improductivas.

El Gobierno de Bolivia impulsó que la Asamblea General de la ONU declare, el 2013, el Año Internacional de la Quinua, en reconocimiento a las prácticas ancestrales de los pueblos andinos. A partir de esa promulgación, numerosos países, como Estados Unidos, China, España, Francia, Inglaterra, Suecia, Dinamarca, Holanda e Italia, entre otros, desarrollaron sus propios cultivos de este grano, al punto que se ha producido la saturación en los mercados internacionales de la quinua y están a punto de cubrir su demanda interna, con precios entre $us 800 y 900 la tonelada.

De acuerdo con el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), “... la exportación de quinua, en 2021, sumó $us 62 millones por 29.000 toneladas, muy lejos de los casi $us 200 millones y 30.000 toneladas del 2014. Entre los años 2000 y 2021, las exportaciones bolivianas de quinua sumaron un total de $us 1.237 millones, por la venta de 408 mil toneladas”.

La baja de precios y, también, la dramática disminución de la productividad de los suelos parecen haber desincentivado a los productores de Bolivia, ya que, entre 2020 y 2021, disminuyó a la mitad, al pasar de 70.170 a 38.800 toneladas (IBCE, 2022). En el mes de junio de 2022, las ventas externas del “grano de oro” disminuyeron su valor en un 16,8% y su volumen en 10,2%, comparado con el mismo período de 2021.

De acuerdo con declaraciones realizadas el año 2022 por Nelson Pérez Paco, presidente de la Asociación de Productores de Quinua (Anapqui), “... hace algunos años, sólo en 20 países del mundo se cultivaba quinua, pero, actualmente, se produce en más de 100”. Esto provocó que el precio internacional del grano baje a $us 2.000 la tonelada, pese a que en 2014 se cotizaba hasta en $us 8.000. Estos valores desincentivan a los agricultores a seguir cultivando la quinua.

La rentabilidad del negocio de la quinua en Bolivia cada vez es menor. Según Roberto Carlos Quispe, de la Universidad Técnica de Oruro, “a España le cuesta 0,70 euros producir 1 kg de quinua, a Perú $us 1; sin embargo, a Bolivia le cuesta 15 bolivianos, es decir más de $us 2”. Actualmente, el quintal de quinua se comercializa entre Bs 230 y 600.

Hace tan sólo cinco años, la producción de quinua de Bolivia, Perú y Ecuador representaba más del 90% de la producción mundial, pero hoy en día la cifra ha caído hasta el 40% (IBCE, 2022). Se presume que, de seguir esta tendencia, en unos cinco años las ventas a los mercados mundiales pueden desaparecer, debido a que cada vez se siembra más en otros países. Este año, se paga $us 700 por tonelada de quinua en Europa, situación que, según revelan los entendidos, podría provocar que deje de ser rentable cultivarla en el altiplano andino.

En comparación con el año 2021, las exportaciones crecieron 2% en volumen y cayeron 15% en valor. El precio del grano de quinua se redujo 16%, hasta cotizarse en $us 2,45 por kilo, según datos del Instituto Nacional de Estadística (2022). El auge de la quinua boliviana duró más de 40 años. Durante este período se presentó una serie de transformaciones en los ecosistemas andinos, sobre todo desequilibrios entre la agricultura de la quinua y la ganadería de camélidos, además de las modificaciones que actualmente se presentan por los fenómenos del cambio climático.

El panorama de la producción y comercialización de la quinua en Bolivia para los próximos años no es nada promisorio, ya que actualmente más de 70 países están desarrollando sus propios cultivos, con costos muy bajos.

Se destaca el caso de España, que se ha convertido en el principal productor de quinua en Europa, y su expansión puede multiplicarse, al necesitar menos agua y fertilizantes que otros cultivos.

Se ha convertido en una alternativa cada vez más afianzada en las áreas rurales de Andalucía, ya que la quinua necesita unas tres veces menos agua y unas cuatro o cinco veces menos fertilizantes nitrogenados que el maíz, para tener rendimientos interesantes.

La producción y los costos de la quinua cayeron estrepitosamente y se considera que difícilmente se podrán recuperar a corto plazo, ya que no se puede forzar a la naturaleza, porque las limitantes ambientales así lo determinan.

El paisaje árido ha cambiado drásticamente en el altiplano sur de Bolivia, por alteraciones ambientales generadas por los humanos: donde antes había extensos tholares y pajonales, ahora hay inmensas zonas de cultivos de quinua, barbechos en recuperación con poca cobertura vegetal, e incluso grandes manchas de suelos ya erosionados por la introducción de tractores.

Las llamas han sido desplazadas de sus sitios tradicionales de pastoreo hacia las zonas montañosas, generando abonos orgánicos que en la mayoría de los casos no son utilizados.

El proceso de desertificación está presente en esas extensas planicies del altiplano, que se constituye en una amenaza ambiental, ecológica y socioeconómica.

Por ello, salvaguardar la diversidad biológica, luchar contra la desertificación y prevenir el cambio climático es el objetivo superior que busca asegurar un desarrollo sostenible para las generaciones futuras.


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