Un doctorado: muchos números y mucha fiesta

La economista Valeria Salinas-Maceda cuenta cómo realizó su tesis de doctorado sobre las fiestas patronales, el cholaje y la economía cultural. Durante seis meses se sumergió en el baile y en los números.

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La Paz - viernes, 12 de mayo de 2023 - 5:00

Mi mamá cuenta que cuando estaba en su panza fuimos juntas al Gran Poder. Según su relato, el sonido de los platillos al son de la morenada causó una revolución en mí. Supongo que ahí comenzó mi fascinación por La Fiesta que marcaría mi futuro como investigadora. Treinta años después inicié la aventura de mi tesis doctoral en la que estudiaría la Fiesta Mayor de Los Andes. Esa celebración me cautivó primero con sus sonidos, me maravilló con sus imágenes desde mi adolescencia y me atrapó cuando traté de analizarla con modelos matemáticos siendo profesional.

En 2018 comencé mis estudios en el Doctorado de Economía de la Universidad de Salamanca, España. Mi tema de tesis se centró en estudiar a los agentes de la economía indígena urbana-cultural-religiosa que se gesta en las celebraciones patronales. Supongo que mi motivación al elegir el tema de investigación ha sido una mezcla de todo. Un padre aficionado a la música folklórica y un gran contador de historias de los Andes, el ballet folklórico, las entradas universitarias en las que participé, mi fantasía de que el atuendo de la chola era el de una princesa andina, y mi color de piel que delata el origen de quien nace entre las montañas. A estos elementos le añadí un toque muy nerd, con matemáticas, modelos estadísticos y econometría, todos propios de la carrera de Economía. Como último ingrediente, estaba la certeza intuitiva (raíz de mi fascinación por el mundo folklorista) de que la morenada no es sólo danza. Esas matracas marcan el ritmo de un empoderamiento identitario de nuevos liderazgos indígenas urbanos.

La morenada: el soundtrack del trabajo de campo

Desde el 2013 había ingresado al espacio folklorista retratándolo en estudios como investigadora. Así me enteré que no existían datos estadísticos sobre la población folklorista. ¿Cuántos eran? ¿A qué se dedicaban? ¿Cuáles eran sus edades? El trabajo debía comenzar construyendo una base de datos, hacer un censo folklorista. Utilizar la magia de las matemáticas para interpretar una realidad social con números no es posible sin datos. Para interpretarla bien, necesitas una muestra representativa. En palabras simples, necesitas muchos datos. En palabras de mi tutor de tesis, “necesitas como unas mil encuestas”. Sólo así podría crear un modelo para identificar las variables culturales que posee cada individuo y que influyen en su probabilidad de ser elegido líder folklorista. ¿Y para qué crear este modelo? Porque desde Bolivia emerge un nuevo liderazgo indígena urbano que se adquiere danzando en las fiestas patronales. Lo sui géneris está en que este liderazgo trasciende el ámbito folklorista y se expande a espacios políticos y empresariales. Incluso el líder folklorista puede convertirse en celebridad, como ícono de moda o influencer. Por lo tanto, conocer los atributos que hacen elegible a un líder folklorista permite construir el perfil de este nuevo líder indígena urbano. Esto implica conocer al agente social protagonista del cambio de estructuras de poder en Bolivia. Valía la pena construir el modelo, tenía que conseguir los datos... Tenía que salir de fiesta a buscarlos.

Mientras estaba en España, creé una comunidad virtual de folkloristas en Facebook. Este proceso me acercó a miembros de fraternidades que me abrieron las puertas de sus eventos en Bolivia. Durante seis meses fui de fiesta todas las semanas de jueves a domingo; asistí a recepciones sociales, veladas, presentaciones de invitación, sesiones de fotos a pasantes y guías, grabaciones de videoclips, entre otros. Siempre con mis formularios de encuesta. A dos meses de la pandemia, en puertas del Santuario del Tata, mientras se oía una banda de morenada, completé la encuesta número mil. Durante ese tiempo, aprendí mucho de la fiesta, me acerqué desde dentro a ella, compartí, bailé, ch’allé y me vestí de chola paceña. Cada experiencia me ayudó a interpretar los datos, sensibilizando la matemática sin perder la rigurosidad académica. Los datos tenían que hablar y yo tenía que ser perspicaz al escucharlos.

La parte nerd: ¿qué dijeron los datos?

Cada grupo social construye su percepción de liderazgo sobre la base de elementos culturales. En este caso, la elección de líderes folkloristas está asociada a la identidad que comparten los miembros del cholaje. El cholaje es una categoría social que surge a partir de un proceso de mestizaje peculiar al que se le denomina cholificación. En esta fusión de culturas, lo indígena prevalece sobre los elementos culturales extranjeros. De esta manera, lo indígena sobrevive (y perdura) en la urbe. Por lo tanto, estamos hablando de una identidad mezclada en la que la raíz original siempre fue más fuerte. A lo largo de la historia, el cholaje mantuvo sus expresiones culturales, entre ellas las fiestas patronales. En este contexto surge el liderazgo folklorista. La institucionalidad propia de las fraternidades de morenada determina que existen cuatro puestos de liderazgo: fundadores, miembros del directorio, pasantes y guías. Quienes ejercen/han ejercido estos cargos se caracterizan por su popularidad, su alto prestigio social, y su poderío económico.

¿Cómo es un líder folklorista? Los datos me informaron lo siguiente:

Ese líder que danza en las fiestas patronales es un profesional indígena urbano, cuya formación académica es valorada por su entorno como parte de su prestigio social. La educación superior es el factor que más influye en la elegibilidad de los líderes folkloristas. Este resultado refleja la conquista social que logró el cholaje ingresando a las universidades. Cuando el líder folklorista trasciende a la esfera empresarial o política, cuenta con herramientas técnicas para desenvolverse competitivamente. Este hallazgo es relevante para comprender que los modelos de negocios del cholaje están cambiando gracias a una nueva generación de profesionales del área empresarial. Esto implica distanciar, poco a poco, a este grupo social del encasillamiento de comerciantes informales.

La literatura menciona que los lazos de compadrazgo son esenciales para establecer vínculos comerciales e incrementar el prestigio social y económico. Sin embargo, el modelo mostró que tener compadres en el ámbito folklorista no es la variable de más peso para elegir a un líder. Este resultado está relacionado con el cambio paulatino de estrategias para establecer alianzas empresariales.

El líder folklorista proviene de una familia indígena. El tener padres/abuelos que hablen un idioma indígena aumenta un 12% la probabilidad de elegibilidad. Sin embargo, el 68% de los miembros del cholaje encuestados indicó ser mestizo. Esto no significa que rechacen su herencia indígena, sino que admiten su raíz mestiza en el marco del proceso de la cholificación. Ellos pertenecen al cholaje, su identidad indígena sobrevivió en la urbe. Dato curioso: las nuevas generaciones han disminuido el uso de las lenguas indígenas y han incursionado en el inglés.

El linaje folklorista influye en la elección de estos líderes. Ser hijo/nieto de líderes folkloristas es un atributo que se valora dentro del prestigio social del cholaje. El grupo social espera que la nueva generación replique los liderazgos eficientes de sus ancestros y los elige. Esto implica la posible concentración de poder en familias de larga tradición folklorista. Además, muestra la influencia de los antecedentes familiares para la movilidad social de los jóvenes del cholaje.

Los hombres tienen más probabilidad de ser elegidos líderes que las mujeres. Aparentemente, el liderazgo recae en la mujer de manera indirecta, cuando su marido es elegido líder. Las variables vinculadas al relacionamiento social son mucho más relevantes para ser elegida líder en mujeres que en hombres. ¿Ella viene de una familia prestigiosa? ¿Cuántos y quiénes la eligieron comadre? El modelo reflejó el miramiento al que hacen referencia en el cholaje. El “qué dirán de mí” condiciona el ascenso de las mujeres como líderes folkloristas. Ese constante juzgamiento de su entorno también condiciona su incursión en el ámbito político y empresarial.

En un súper resumen así describo a un nuevo líder indígena urbano que primero danza para luego ser político o empresario. Cuando el liderazgo folklorista trasciende a otros espacios, la inclusión de los indígenas urbanos se concreta en escenarios de toma de decisión y se convierten en actores sociales influyentes. Hoy en día el ámbito socio-económico del país estaría incompleto sin los líderes folkloristas. El folklore es y será una expresión cultural, pero detrás hay una economía cultural fascinante, esa que está vinculada a la mítica burguesía chola. Para mí ha sido un placer estudiarla, un constante recordar de dónde viene mi identidad paceña y crear recuerdos invaluables con todos esos fraternos que me colaboraron a hacer una tesis doctoral de fiesta en fiesta.

“Los modelos de negocios del cholaje están cambiando gracias a una nueva generación de profesionales del área empresarial”.
Valeria Salinas-Maceda

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