Antes celebraban los trabajadores, hoy los empresarios. ¿Cuál es el balance que hace?
A mí no me extraña en absoluto la reacción que tenemos en este momento. Hay beneficiarios y damnificados de la política de redistribución sin discriminación de sectores, industrias o actividades a un incremento salarial que viene a ser aproximadamente un 8,5% de aumento de sueldos. Ése es el monto que el Gobierno ha decretado para beneficio de los asalariados formales.
Y los empresarios desde un comienzo han estado reclamando en sus dos esferas: en la esfera de la formalidad y en la esfera de la informalidad, pues no han reclamado tanto, pero no han cumplido.
Entonces, ahora que no se ha cumplido el 4,5% de crecimiento, sino siete centésimas por debajo, entonces, obviamente, los damnificados que iban a desembolsar en el ámbito privado dicen que están contentos y los asalariados que iban a recibir, dicen que no están contentos, eso no tiene nada de extraño. Eso es absolutamente la reacción esperada en estas circunstancias.
¿Desde su punto de vista, cuál diría que es la principal lección?
Yo creo que habría que reflexionar sobre las políticas redistributivas genéricas y habría que pensar en medidas de estímulo o incentivo para la redistribución a los que verdaderamente contribuyen al crecimiento, sea de la economía en general, que no son muchos, o a los diferentes sectores y hacer una política sectorializada de reparto de los incrementos de la productividad y de los ingresos. Ahora bien, eso requiere una concertación tripartita entre el Estado, los empresarios y los trabajadores.