Cergio Prudencio
A Coriún Aharonián
Me traspasa la pena
soplando
ida y vuelta
ida y vuelta
polinizando los resquicios
donde crece la máscara
que oculta mi derrumbe
No había pensado yo
en el curso del dolor
si los adioses
ya se habían celebrado
de extremo a extremo
en este entramado de hilos y silencios
Yo conocí tus cadadías:
quién optaría por la muerte
en un ocho de octubre
sino tú quién
plantaría esa señal
entre millones
(lo creerías)
sino tú
qué homenaje
sino el tuyo
Dejaré una silla
en tu lugar de siempre
para cuando decidas
reanudar la mirada
hacia un conglomerado
ávido de imposibles
y de pasajes secretos
A su espalda
florecerá el ceibo
en los colores
que tanto resistías
y ya no podrás decir nada
porque para entonces
una trompeta asordinada
y quieta
habrá gritado por ti lo (in)suficiente
habrá barrido la inmundicia
y aún después
habrá proclamado la vida
que ni tu partida resigna
Ahora sí
podrás soltar de tu garganta
los nudos
que mis manos aferraron
una vez
en la inminencia del naufragio
y aquí estoy
No sé si devolverte los candiles
o pasarlos simplemente a la columna
no sé si voltear hacia la silla
y preguntar
si continúas el itinerario
o si es verdad aquello
de la nada
antes de seguir.