“Bancos centrales” y otros actores
Bolivia y la crisis cambiaria actual
El autor analiza la economía boliviana desde la interacción de dos grandes bloques, el legal y el ilegal, y explica la situación de la divisa.
Este artículo se escribe en los primeros días cuando la escasez de dólares se agudizó, al extremo de recordar mediados de 1981, cuando el tipo de cambio en el mercado paralelo iniciaba un creciente divorcio del tipo de cambio oficial. Esta escasez deviene de la insuficiencia de las reservas ante los requerimientos de una economía como la boliviana, agravada por el motivo psicológico impulsado por la propia escasez y por los balbuceos incoherentes de las autoridades económicas.
La economía boliviana es resultado de la interacción de dos grandes bloques, el legal y el ilegal, que llamaremos A y B. Son grandes, con porcentajes similares en cuanto a actividad o empleo generado o por donde se guste comparar. Ilegal no solamente es narcotráfico, también el contrabando, trata de personas, tráfico de armas, evasión, hampa, etcétera. El bloque B tiene sus propios requerimientos de financiamiento, empleo, infraestructura, seguridad y otros. El bloque A, directa o indirectamente, efectúa transacciones con el bloque B. Tienen sus propios bancos centrales.
El A, que responde al régimen de turno al igual que durante el narco-gobierno de 1980, tiene un presidente, un directorio y varias centenas de empleados. El otro es impersonal, no tiene empleados ni directorio ni presidente, solamente es una caja de conversión. Cuando necesita moneda nacional simplemente la toma del lado A inyectando dólares, cuando necesita dólares exporta oro.
En julio de 1980 se instauró un gobierno militar abiertamente pro-narcotráfico, lo que derivó en un masivo bloqueo internacional contra Bolivia que, junto al debilitamiento de los mercados legales de exportación y sobre todo, por la magnitud del déficit fiscal, mermó las reservas del Banco Central A.
En el lado B, el narco-régimen de 1980 impulsó tanto la producción de droga que su precio también empezó a caer en el mercado internacional. El bloqueo externo se hizo más duro, afectando también a las propias exportaciones de droga. En esos tiempos sucedió que el gobierno pidiese prestados fondos enviando emisarios a pedir dinero a los narcos para pagar sueldos o lo que sea. Esa costumbre siguió muchas décadas después.
En junio de 1981, tras la salida de García Meza, principal líder narco, se aceleró la escasez de dólares y la cotización del dólar en el mercado paralelo se alejó de la oficial, que estaba en 25 pesos bolivianos por dólar, superando la barrera de los 40 pesos bolivianos en menos de un mes.
Al igual que hoy, el gobierno quería hacer cualquier cosa menos cerrar el déficit fiscal y mucho menos devaluar. Ya no había acceso al crédito externo, así que todo lo que se hizo, ensayar tipos de cambio múltiples, restricciones al uso de divisas, amenazar a los especuladores, echar la culpa al imperialismo y otras medidas similares a las actuales, no atacó el mal original: el déficit fiscal.
Es improcedente devaluar sin estabilización fiscal y tampoco es posible cerrar la brecha fiscal sin un monto mínimo de reservas. Esa es una medida que hoy la sabe cualquier alumno de economía, pero no estaba clara en ese entonces, pero es inconcebible que actualmente se ensayen las mismas medidas.
En febrero de 1982, el gobierno fijó el tipo de cambio de $b 44 por dólar. Sin parar el déficit fiscal, esa medida solamente hizo crecer la brecha cambiaria superando la cotización paralela a los 70 pesos bolivianos.
El gobierno de Vildoso, que sucedió a Torrelio, entregó el poder y las arcas vacías a Siles Zuazo quien, en noviembre de 1982, devaluó la moneda a $b 200 por dólar, mientras en el paralelo ya se disparaba hasta 300 pesos bolivianos. El resto ya es historia (hiperinflación).
El actual gobierno trabaja con el corazón en la boca, observando diario la caída de las reservas internacionales sin encontrar ninguna solución. El Grupo Macro hace un seguimiento semanal y tiene una estimación más o menos consistente del saldo de las reservas. Es un ejercicio contable, no implica ninguna medida trascendental como bajar el déficit fiscal, por ejemplo. No se esperaba un desbalance tan fuerte como el que se observa.
La respuesta está en el lado B y los conflictos generados por este en Puno.
Un gran porcentaje de las exportaciones legales bolivianas pasa hacia Perú, dicha frontera es un territorio que pertenecía al lado B. El narcotráfico reinaba, así como el comercio ilegal de oro, su medio de pago por excelencia. Por ahí también pasaban grandes contingentes de contrabando (de importación y exportación) y había tráfico de armas.
La presencia de Evo Morales en Puno empezó a generar sospechas. La crisis que desencadenó al mostrar su complacencia ante los anuncios de los movimientos sociales peruanos afines al lado B de anexarse a Bolivia derivó en que todo el Perú mire al sur, tal vez por primera vez.
La crisis política desencadenada por Morales y Castillo derivó en una paralización de las exportaciones legales (y no legales) hacia dicho territorio. Cientos de camiones varados en la frontera y dentro del territorio boliviano entre Santa Cruz y el Desaguadero, pero extrañamente, también en Tarija y Potosí, revelando que existe un masivo contrabando de soya argentina que se exporta a Perú como boliviana. Por lo tanto, divisas agroindustriales que ya no ingresan, ponen en aprietos a las previsiones del Grupo Macro. Aun así, se podía aguantar ¿qué está pasando entonces?
La atención que ha puesto el gobierno peruano en el sur a partir de los violentos choques políticos, le hizo descubrir la magnitud de lo B en su economía. Sin poder saber si el control es para prevenir mayor tráfico de armas o para frenar el lado B en la frontera, lo concreto es que la misma está también cerrada. Lo que provocó la crisis del Banco Central B que también experimenta escasez de dólares. Como ya no tiene dólares, tampoco los tienen las casas de cambio y los librecambistas. Entonces la escasez es evidente y el pánico obviamente refuerza la demanda haciendo que el descalce sea irreversible.
Pronto se abrirá la frontera peruana a las exportaciones de soya, pero es dudoso que vuelva a abrirse al tráfico de oro ilegal, armas y narcóticos, al menos bajo el actual gobierno peruano que Morales y Castillo buscan deponer.
Por lo tanto, la suerte está echada como en 1981 cuando se le acabaron los dólares al narco-gobierno boliviano.
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