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El hackeo a tu atención, privacidad y redes sociales (II)

En el escenario digital no sólo se pretende modificar nuestras opiniones, sino sobre todo lograr nuestra atención, sostiene el autor.

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La Paz - domingo, 18 de junio de 2023 - 5:00

En la parte I de esta serie de artículos sobre redes sociales concluyo recomendando que la responsabilidad de crear una verdadera red social, en la que se comparta solo lo necesario, es nuestra, como también lo es mantener un entorno digital privado y seguro en internet.

Es momento de profundizar un poco más en el tema de la privacidad y la capacidad que tenemos los usuarios para definir qué contenido recibimos y vemos, controlar el tiempo que permanecemos en las plataformas y yendo más al fondo analizar el por qué hacemos público cierto contenido.

Usamos las distintas plataformas y no pagamos absolutamente nada por ello. Te preguntaste alguna vez ¿qué ganan empresas como Meta, Google, Twitter? Podrás deducir fácilmente que captan algo con la publicidad que vemos al ingresar en ellas, pero a ciencia cierta, la principal utilidad que tienen estas grandes empresas es nuestro tiempo; mientras más tiempo permanecemos en ellas, más dinero reciben, por eso crean interfases cada vez más atractivas, notificaciones que se sobreponen a otras aplicaciones, nos permiten acceder a otros sitios utilizando la información de esas plataformas para crear una cuenta.

En resumen, han creado una red en la red que nos atrapa todo el tiempo, han hackeado nuestra atención, por eso desbloqueamos el teléfono celular cientos de veces al día para ver si tenemos mensajes o nuevas publicaciones y permanecemos varias horas con la vista clavada en la pequeña pantalla.

Esto no es casual, es parte de una estrategia encarada por las empresas para aprovechar las vulnerabilidades de nuestra mente y manipular mediante sus aplicaciones móviles nuestra forma de pensar y actuar. Cuando el milagro es grande hay que desconfiar del santo, cuando el servicio es gratis también debemos desconfiar, porque el producto resultamos ser nosotros y de alguna forma pagamos por utilizarlo.

Psicólogos, expertos en neurociencia y otros profesionales a través de la economía conductual, creada a partir de la investigación de Richard Thaler
–quien recibió en 2017 el Premio Nobel de Economía por sus investigaciones relacionadas a este tema– trabajan en el diseño de herramientas que se adaptan a la identidad de cada usuario de manera particular, este proceso a su vez se basa en la recopilación de información de cada una de las plataformas con las que interactuamos.

Por eso cuando hablamos en familia que necesitamos renovar nuestra lavadora, de manera mágica empezamos a recibir anuncios de empresas que ofertan estos productos en nuestras plataformas, y es que Facebook fisgonea todo el tiempo lo que hablamos y si configuramos para quitarle acceso al micrófono, pues simple, utiliza la otra aplicación asociada a la misma empresa (Meta) a la que no podemos quitarle ese acceso, WhatsApp.

En 1998, el docente investigador Brian Jeffrey Fogg fundó en la Universidad de Stanford el laboratorio de tecnología persuasiva y junto a un grupo de sus estudiantes diseñaron productos informáticos desde la perspectiva del comportamiento humano, desarrollando métodos para automatizar el cambio de comportamiento de los consumidores, persuadiéndoles a hacer determinadas cosas a través de las nuevas tecnologías.

La universidad de Stanford está situada en el corazón de Silicon Valley, el centro más importante del mundo donde están situadas las más grandes empresas tecnológicas del mundo, B.J. Fogg es su principal asesor.

El teléfono móvil nos acompaña en todo momento y lugar, se ha convertido en un apéndice inseparable de las manos, sufrimos más si perdemos nuestro teléfono que si perdiéramos la cabeza.

Es doloroso ver en un restaurante a una persona acompañando a un adulto mayor –que podría ser su padre/madre o abuelo– abstraído en su móvil sin cruzar una palabra ni una mirada con él o ella, pero seguro que publica una selfie en Facebook, mostrando ese momento como inolvidable, una falacia como muchas de las que publicamos diariamente para ganar un “me gusta”.

La aceptación social cuantificada en la cantidad de seguidores o “likes” es la forma actual de elevar nuestra autoestima, por eso ponemos en la vitrina de las plataformas nuestras vidas.

Y, paradójicamente, nos fascina espiar las vidas ajenas e impactar a otros con nuestra propia imagen, aunque para ello tengamos que usar los filtros de belleza tan difundidos hoy en las aplicaciones móviles.

“Nos fascina espiar las vidas ajenas e impactar a otros con nuestra propia imagen, aunque para ello tengamos que usar los filtros de belleza”.

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