Entrevista

Erika Silva, la médica boliviana que ayuda a mujeres ucranianas en Polonia

Se trata de una médica boliviana formada en la UMSA, tiene un doctorado en ciencias, una maestría en salud pública y un post doctorado en biología molecular. Asiste en salud sexual y reproductiva a mujeres ucranianas víctimas de violencia refugiadas en Polonia.

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La Paz - domingo, 25 de junio de 2023 - 5:00

La doctora Erika Silva de la Vega es una médica boliviana formada en la UMSA, tiene un doctorado en ciencias, una maestría en salud pública y un post doctorado en biología molecular. Es asesora en salud de la organización internacional humanitaria Plan International con sede en Inglaterra y de Plan International Canadá , donde reside, y a un mes de iniciada la guerra entre Rusia y Ucrania, llegó a Polonia para asistir en salud sexual y reproductiva a mujeres ucranianas que sufren violaciones y huyen de su país para encontrar refugio.

Desde Canadá, donde reside desde 2010, esta profesional compatriota dialogó con Página Siete para narrar la experiencia de estas mujeres víctimas de la guerra.

Doctora Silva, háblenos sobre su carrera, dónde se formó y hace cuántos años vive en el exterior.

Comencé mi carrera de medicina en la UMSA y luego vine a Canadá a hacer la carrera en ciencias, porque lo que quería era trabajar con las enfermedades desatendidas; me llamaba la atención el chagas y por qué no había vacunas contra parásitos. En Canadá hice un doctorado en Ciencias, estudiando parásitos, sobre todo de una enfermedad llamada esquistosomiasis, que existe en África y en Asia. Es la segunda enfermedad infecciosa más importante después de la malaria.

Desarrollamos candidatos potenciales para una vacuna contra este parásito. Luego fui a hacer un post doctorado en la Universidad de Yale, EEUU, en biología molecular.

Y posteriormente volví a Bolivia, para trabajar en estas enfermedades, pero las condiciones para trabajar en esta línea de investigación inmunológica no estaban dadas en ese momento.

El Ministerio de Salud me pidió un análisis de todos los laboratorios para implementar un sistema de vigilancia. Así entré más al área de la salud pública. Había un proyecto de Usaid para fortalecer el sistema nacional de salud. Entonces hice una maestría en salud pública con la Universidad de La Habana.

Fui directora del Proyecto de Salud Comunitaria y de PROSIN (Programa de Salud Integral) y también dirigí proyectos con la red de ONG Procosi

En 2007 comencé a trabajar con el gobierno de Canadá, como asesora de salud de la cooperación canadiense en Bolivia. Desde 2010 vivo en Canadá desde donde también trabajé para la CAF y también en Suiza para una organización de investigación ( COHRED) de apoyo al desarrollo de investigaciones en países en desarrollo.

¿Cuándo y en qué circunstancias llegó a atender a las mujeres ucranianas refugiadas en la frontera con Polonia?

Estamos trabajando en todo Polonia con las mujeres ucranianas. Al principio me pidieron que apoye en marzo de 2022, a un mes de iniciarse la guerra. Se evidenció y se reportaban mujeres adolescentes y jóvenes que estaban sufriendo violación, violencia sexual en manos de soldados rusos. En los últimos años he trabajado mucho en salud sexual y reproductiva, entonces fui, pero no como médica, porque se necesita un permiso, sino apoyando en identificar organizaciones que puedan dar esta respuesta.

Estuve en los refugios, estaciones de trenes donde llegaban las mujeres para tratar de conversar con ellas y comprender sus preocupaciones y necesidades. Una gran necesidad era la de evitar embarazos no deseados. Algunas llegaban embarazadas por soldados rusos y con el trauma de la guerra, de dejar a su familia y su país. Se desmembra la familia. Entonces, el momento en que comienzan a pensar en ellas mismas, es un poco tarde. Primero era la sobrevivencia, buscar refugio y luego se dieron cuenta que ellas también necesitaban atención. Encontré una organización feminista que trabaja apoyándolas gratuitamente. Cuando el gobierno no da la atención, ellas conocen la ley para acceder a los servicios de salud.

He tratado de fortalecer a estas organizaciones y hemos tenido suerte porque recibimos financiamiento de Alemania.

Voy cada dos meses a Polonia a hacer el seguimiento y ver otras necesidades.

¿Cuántos casos atendió y cuál fue el que más le impactó?

Esta organización atendió a una mujer desesperada, estaba en un momento casi de suicidio porque fue violada por cuatro soldados; ella perdió el conocimiento e incluso la memoria de lo que pasó. Quedó embarazada y su preocupación era, estas cosas terribles de la vida, decía que si su esposo se enteraba la iba a rechazar. Entonces, no iba a poder llevar a término el embarazo por ese temor, porque además la sociedad la iba a rechazar. Ella estaba al borde del suicidio y recibió mucho apoyo psicosocial, psicológico y le ayudaron a que terminara este embarazo no deseado con las guías nuevas de la OMS y con las políticas de acuerdo a las leyes, que en caso de violación pueden recurrir a un aborto.

Muchas ucranianas no sabían esto porque su país es muy católico. Se trata de un aborto farmacéutico que no conlleva complicaciones. La primera que vez fui fue muy duro porque escuchaba las historias y todo lo que estaban pasando y yo consideraba que la verdad la guerra está perdida, porque estas familias están destrozadas; ellas creían que iban a regresar pronto. Por eso hay muchas en Polonia, más de un millón y medio de personas (la mayoría mujeres y niños) que se han quedado porque pensaban que en cualquier momento iban a cruzar la frontera. Poco a poco, cada vez que les pregunto qué piensan, algunas me muestran que su casa ya no está, está en ruinas. “¿A dónde voy a volver?”, dicen. Otras no saben dónde está su esposo.

Algunas regresan cada fin de semana a Ucrania buscando al papá, que no logró salir con ellas. Él era mayor de 60 años y podía salir, los demás no. Perdieron contacto y su esperanza es que él esté escondido en algún lugar y que no haya podido comunicarse. Insisten, vuelven y llevan todo lo que pueden de Polonia, comida, agua y buscando noticias del papá. Ellas consiguieron la residencia en EEUU, pero no pueden irse hasta que no lo encuentren. Hay una serie de historias terribles.

¿Cómo vio la guerra, desde la perspectiva de una boliviana y latinoamericana?

Me causó mucha amargura, desazón, porque no podría creer la maldad, tanta maldad humana que destroce a la otra persona; el hecho de que las mujeres fueran violadas me pareció terrible. La capacidad humana de hacer daño me tenía bastante deprimida, pero a la vez encontré, por ejemplo, a estas organizaciones de mujeres que están listas para ayudar. Trabajé también con otras instituciones apoyado a niños, a ancianos, personas con discapacidad, a los adolescentes perdidos. Se ve también el otro lado bueno de las personas.

No soy una persona muy política y debo tener una función imparcial, pero veo los estragos y pienso que si la gente tuviera un hijo, un papá, o un hermano que fuera a pelear, no creo que habrían guerras. Los privilegiados como Putin no mandan a sus círculos cercanos a pelear, sino a aquellos que forzadamente deben ir a la guerra y a perder la vida. Estas cosas de poder, no entiendo muy bien la dinámica allá, sin embargo, he visto que Polonia salió de la Segunda Guerra Mundial destruido, pero ellos recuerdan y la tienen muy presente la guerra, por ello todo el pueblo polaco ha salido a apoyar a los migrantes ucranianos, de brazos abiertos.

Ellos han sufrido todos los efectos de la Segunda Guerra Mundial y recuerdan los estragos que causaron los rusos. Sienten que los rusos hicieron más daño que los alemanes. Por eso ellas, ellos y la población polaca, si bien no siempre han visto las cosas cara a cara con los ucranianos, se han puesto de su lado por ese temor a lo ruso que ellos vivieron.

¿Usted estaba en la frontera, estuvo en riesgo su vida en ese momento? ¿A que otros riesgos se expuso?

Al principio uno nunca sabe dónde estás. Estábamos en la frontera y en algún momento cayó algo cerca, pero no he sentido que mi vida estaba en peligro. Teníamos un poco de miedo, el 9 de mayo se hablaba de que Rusia atacaría a Polonia; siempre hay un estado de nervios; no podíamos salir mucho y debíamos reportarnos todo el tiempo. Esa situación ha cambiado e incluso hay lugares en Ucrania que todavía son seguros.

¿Cómo es la mujer ucraniana? En el mundo proyectan las imágenes de ciudadanos con un nacionalismo muy fuerte y que todos están dispuestos a dar la vida por su país.

Son muy lindas, muy cuidadas; “a veces no nos creen que somos migrantes”, dicen algunas. Son un poco como las cruceñas, siempre bien arregladas. Es más de un año que hemos ido viendo la evolución de las mujeres. Me decían que al principio las ucranianas trabajan más en las labores de la casa, pero ahora ellas se han visto en la necesidad de buscar trabajo y las que tienen que sustentar a la familia, manejándose en un país donde el idioma es diferente. Entonces, han empezado a sacar fuerza y ahora se las ve con esa confianza en sí mismas de que lo pueden lograr. Ellas vieron también las debilidades del hombre ucraniano, que al principio era imposible hablar algo malo sobre ellos, porque era el héroe que estaba peleando por su país y por ellas. Consideran que algunos no eran tan buenos, porque incluso las maltrataban. Se ve que tienen fuerza. Apoyamos a organizaciones que les enseñan desde lo más sencillo, cocina, para que ganen un poco de dinero y aprendan el idioma. Había arquitectas, abogadas... son gente preparada y profesional.

“Se atendió a una mujer desesperada, estaba en un momento casi de suicidio porque fue violada por cuatro soldados; ella perdió el conocimiento e incluso la memoria”.
“Teníamos un poco de miedo, el 9 de mayo se hablaba de que Rusia atacaría a Polonia; siempre hay un estado de nervios; no podíamos salir mucho y debíamos reportarnos todo el tiempo”.

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