La gestión de Sánchez en España
Es la economía, estúpidos
Cuando los gobiernos buscan la reelección, aplicarán una expansión fiscal al final del mandato, con medidas mediáticas de gasto público.
Una frase saltó a la fama en la campaña electoral que condujo, en 1992, a Bill Clinton hasta la Casa Blanca: “es la economía, estúpidos”. La agenda del candidato debía priorizar esta variable ante el deterioro del cuadro macroeconómico estadounidense. George Bush padre perdió; y quedó como presidente de mandato único. Lo mismo le había ocurrido a Jimmy Carter, frente a Ronald Reagan, en pleno “shock” petrolero, agobiado por inflación y caída del dólar (1980).
Don Quijote le explicaba a Sancho Panza la diferencia entre lo normativo –cómo deberían ser las cosas– y lo positivo –cómo son–. El enfoque de la Elección Pública se interroga acerca de las políticas económicas adoptadas, en tanto condicionadas por el reparto del poder vigente, vía búsqueda de algún consenso entre gobierno, funcionarios y grupos de presión. Las cosas suelen funcionar así; pero, los buhoneros que venden propuestas alternativas disfrazarán su discurso con aureola normativa. La argumentación enfatizará una pregunta: ¿qué políticas deberían aplicarse en favor del interés general? Pura hipocresía, en muchos casos. ¿Qué políticas –correctas o incorrectas– llegan a ver la luz? Esa es la cuestión.
Los agentes racionales, desde consumidores a empresarios, tratan de maximizar su utilidad. Según el enfoque positivista, los gobernantes también razonan como el homo economicus. La prioridad consiste en alcanzar la reelección para el próximo mandato. El modelo de Nordhaus explica la utilización de los resortes del poder para alterar el ciclo económico, donde alternan periodos de vacas gordas con otros de vacas flacas, desde la política. Una premisa: los votantes son miopes; y recuerdan mucho mejor lo acaecido al final del periodo de gobierno.
Por ello, palos y zanahorias se distribuyen de forma estratégica dentro de un horizonte temporal. Las medidas impopulares de ajuste fiscal se aplicarán, si fuera menester, recién inaugurado el mandato, cuando los cien primeros días de gobierno pasan cual periodo de gracia, sobre todo si se ha conseguido una mayoría electoral amplia. Por el contrario, tras el poli malo, el poli bueno llega al final del cuatrienio , vestido de Papá Noel. El incremento del gasto público será norma para hilar complicidad con mayor número de votantes.
En el contexto de la crisis del euro, el PP (centro-derecha) ganó las elecciones a finales de 2011; y el gobierno de Mariano Rajoy clavó las predicciones del modelo de Nordhaus. El ajuste fiscal se endureció; y, austericidio fue neologismo. Las medidas, muy severas al principio, eran anunciadas semana tras semana, cada “viernes de dolores”.
San Mario Draghi aplacó a los mercados con su compromiso firme en defensa del euro. El presidente del Banco Central Europeo inició la compra masiva de deuda pública; y, el riesgo-país de España como emisora de bonos comenzó a descender. La situación mejoró.
La convocatoria de las siguientes elecciones generales se retrasó todo lo posible, a la espera de “brotes verdes” en la economía. Se trataba de aminorar el mal recuerdo, entre votantes miopes, dejado por ajustes leoninos tras la crisis financiera más intensa desde 1929. El gobierno aplicó sendas políticas de expansión fiscal en la recta final del mandato, según mandan los cánones. La cuestión se relajó tanto, que Bruselas amenazó con multar a España por volverse condescendiente con el control del déficit presupuestario.
En 2023, año electoral, Pedro Sánchez tirará la casa por la ventana. Y algunas propuestas incorporan potencia mediática, vía partidas muy vendibles en el mercado político. En acto reciente, el presidente socialista ha concedido primicia. Su gobierno dedicará 2.520 millones de euros a becas de estudiantes, el mayor presupuesto asignado a dicho renglón en la historia de la democracia. El anuncio enfatiza tanto volumen de gasto como número de beneficiarios –un millón de personas–. El gobierno ya incorporó una ayuda extra a becarios de 100 euros mensuales, entre septiembre y diciembre de 2022.
Por loable que pueda resultar el programa en clave normativa, desde aspiración a igualdad de oportunidades, las fechas estratégicas, en comunicación y ejecución del gasto, sugieren contrastación perfecta del modelo de Nordhaus. Además, se teje clientelismo político.
Mi universidad, pública y de gran tamaño, dependiente del gobierno autonómico (PP), ha sido noticia. Como consecuencia de una avería en el suministro de agua, la interrupción en la docencia en el campus de Somosaguas, sede de cuatro facultades, durante una semana. La antigüedad de las cañerías ha sido causa. Sin duda, las inversiones en mantenimiento de infraestructuras educativas otorgan menos réditos políticos que la política de becas.
La subvención de 20 céntimos de euro por cada litro de gasolina para todos los automovilistas, hasta el 31 de diciembre de 2022, arbitrada por el ejecutivo de Sánchez, configuraba otra medida al servicio de la reelección. En periodo inflacionario, esa actuación solo adquiere sentido si los transportistas son destinatarios únicos, con objeto de evitar efecto de arrastre sobre costos de producción y distribución en la economía.
Finalmente, se impuso el café para todos, tan propio de la cultura española. Papito Estado nos ha abaratado el transporte privado, a pesar de incentivar el consumo de carburantes fósiles. Una actuación que atenta contra los principios más elementales de sostenibilidad, bandera a priori priorizada por la izquierda. Una transferencia exclusiva de renta hacia aquellos que usan su vehículo propio. Y, más allá de engordar el granero de votos, surge un interrogante: ¿no habrá sido también una vacuna para prevenir algo parecido a la revuelta de los “chalecos amarillos” en Francia (2018), encendida vía aumento del precio de los combustibles, debido en dicho caso a un impuesto? La subvención del transporte público resulta más coherente ante aumento del costo de la vida; pero la gratuidad absoluta, vigente para pasajeros habituales en numerosas líneas interurbanas de autobús y ferrocarril, me parece excesiva a todas luces.
La inestabilidad de precios es el primer problema coyuntura. La expansión fiscal de última hora, que no toca, por el momento, en clave macroeconómica, registra sesgo electoralista marcado, máxime cuando el endeudamiento público representa un 113% del PIB –diciembre de 2022–. De forma paradójica, estas licencias de gasto encuentran anclaje en ello, puesto que la subida del índice de precios al consumo hace bajar el indicador referido –desde el 118% en enero de 2022–. Digamos que la inflación se come la deuda interna nominal. Según plantea el refranero, no hay mal que por bien no venga.
En su libro de viajes Apuntaciones sueltas de Inglaterra, Leandro Fernández de Moratín se mostraba sorprendido porque, a finales del siglo XVIII, nada era gratis en Britania. La máxima romana de “pan y circo” llegó muy atenuada al limes del imperio; y no fue legado.
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