Awqa Pacha
La Compañía de Jesús encubre pederastas
El autor propone expropiar todos sus bienes y monetizarlos para resarcir y reparar a todas las víctimas del abuso.
Estoy indignadísimo por los abusos sexuales perpetrados por el cura pederasta, pedófilo y violador de niños, Alfonso Pedrajas (alias Pica). Y la suprema indignación que siento es tanto por ser (como soy) un católico ferviente y fervoroso (soy hombre de fe), como por haber sido un aplicado alumno del famoso colegio Juan XXIII (considerado –en la década de los 70– el mejor colegio de Bolivia). Soy pues “exalumno de una de las experiencias educativas experimentales más avanzadas y de excelencia en Bolivia.
Inicialmente, pensaba plantear que los abusos y violencia sexuale perpetrados por los curas pederastas, no son “casos aislados”, sino que más bien forman parte sistémica de la estructura de poder de la Iglesia (ya develada por Leonardo Boff en el libro Iglesia: carisma y poder). Quería pues abordar esta cuestión de los crímenes sexuales (la expresión es del papa Francisco desde la crítica de la acumulación de poder económico, corrupción financiera y negocios ilegales) de la Iglesia. Pero el espacio del presente artículo me limita y no puedo sino ir al grano: demostrar que los jesuitas sabían de los abusos del cura pederasta y aun así lo apañaron.
¿Cómo ocurrió la revelación de los abusos sexuales del cura pederasta Pedrajas? Si bien era un secreto a voces, este caso se ha vuelto un asunto público a partir de la publicación de un reportaje por el periódico El País de España, con el impresionante título de “Diario de un cura pederasta”, en el que centralmente el periodista Julio Núñez refiere que “un jesuita español abusó de decenas de niños en Bolivia” y, más aún, que ha sido cobardemente “encubierto por la Iglesia”.
Núñez desvela “que Alfonso Pedrajas agredió sexualmente a decenas de menores y que los jesuitas taparon las denuncias” y, más aún, “que la Iglesia lo respaldaba”. De acuerdo con el periodista, “el sacerdote admite que abusó de decenas de niños mientras fue profesor de varios colegios de América Latina, especialmente en uno de Cochabamba. Y relata cómo la orden (al menos siete superiores provinciales y una decena de clérigos bolivianos y españoles) encubrió sus delitos y las denuncias de algunas víctimas”. Uno de tales encubridores y alcahuetes (que él dice “acompañante espiritual”) es el jesuita catalán Marcos Recolons y otro es su provincial, Ramón Alaix, quienes debieran ser encarcelados por cobardes cómplices.
¿Cómo es que el periodista Núñez ha logrado acceder a información tan significativa? A través de Fernando Pedrajas, sobrino de Pica, quien le entregó el documento de las memorias (tituladas Historia) del cura pederasta, luego de no haber sido atendido por la Compañía de Jesús. A propósito, inserto aquí un pasaje revelador de la entrevista de El País con Fernando Pedrajas:
El diario (del cura) también es una historia sobre el encubrimiento.
“Es lo más alarmante de todo. No sé ni cómo llamarlo de lo repugnante que es. No se pueden escudar en el secreto de confesión. Recolons tiene que ser juzgado. Y si se demuestra que tenía conocimiento (de los abusos), tiene que asumir las consecuencias. El silencio de la Iglesia es lamentable. Conocía –desde hace décadas– los abusos cometidos por Pica y otros jesuitas. Lo ocultó con mentiras y continúa mintiendo sobre el caso”.
En relación con los encubridores, el testimonio de Pedro Lima, exjesuita, es también muy revelador, en el sentido que no se denunció, menos se castigó la perpetración de los abusos sexuales: “En realidad, solo se trató de silenciar el tema y sancionar y castigar a todo el que se atreva a denunciar. Cuando, el año 2000, denuncié varios casos de pederastas a mi superior provincial, Ramón Alaix, en vez de recibir apoyo fui expulsado de la Compañía”.
Y sobre el más conspicuo encubridor del cura pederasta, Lima es contundente: “Marcos Recolons, exprovincial, exconsejero del General de Roma y exasistente para América Latina de la Compañía, tiene mucho que responder. No puede escudarse en el secreto de confesión. Son delitos aberrantes y las víctimas de abuso de poder, abuso de conciencia y abuso sexual, aun hoy sufren consecuencias funestas de estas lacras”.
El dato más reciente sobre el encubrimiento del cura violador, es el que refiere Fernando Pedrajas, quien mantuvo, en el verano de 2022, una breve correspondencia por correo electrónico con el actual y mediocre director, Luis Carrasco Pacello, del colegio de Cochabamba, donde su tío “abusó de una cantidad de niños incontable”, pero éste rehuyó –cobardemente– cualquier tipo de responsabilidad. “Me dijo que él no conocía nada de esta historia y que, por tanto, él no estaba en disposición de poder ayudar”.
¿Qué hacer para que no siga habiendo tanta impunidad de los crímenes sexuales? Para empezar, está la propuesta de Fernando Pedrajas, en el sentido de que, “como mínimo, los implicados que encubrieron todo esto y siguen vivos, sean debidamente juzgados y condenados”. Una idea interesante; pero –conociendo la injusticia boliviana– absolutamente insuficiente, ya que, aun cuando pueda haber juicio contra los encubridores, lo más probable es que los exoneren (entre otras razones) por su avanzada edad (tienen más de 80 años).
Planteo pues mi propia proposición: entendiendo que (hoy, como hace 500 años) lo que más les interesa a los jesuitas no es la evangelización, sino más bien la acumulación de poder económico y político, hay que operar a imagen y semejanza de lo ocurrido en 1767, cuando los jesuitas fueron expulsados de sus dominios y “sus haciendas repartidas y sus obras desposeídas”, propongo confiscar y expropiarles de todos sus bienes: fortunas riquezas, monetizarlos, y con ello resarcir y reparar a todos y cada uno de mis hermanos juanchos víctimas de los abusos y violencias sexuales del cura pederasta.
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