33 Aniversario
Probioma: aprendizajes y compromisos
El autor destaca los aportes de esta institución en el campo del control biológico y la biotecnología sostenible no transgénica.
El pasado 20 de mayo, Probioma (Productividad, Biosfera y Medio Ambiente) cumplió 33 años de una vida institucional rica e intensa, principalmente en términos de la investigación y promoción de la agroecología, la seguridad y soberanía alimentaria y la gestión soberana y sostenible de la biodiversidad. Y es precisamente acerca de estos temas primordiales, que conversamos con su director, el eximio científico e investigador boliviano Miguel Ángel Crespo.
Si bien nos gustaría muchísimo departir y compartir con los lectores los diversos y valiosos aportes desarrollados por Probioma, tales como el impulso al ecoturismo comunitario, la constitución de comités comunales de fiscalización socioambiental, la defensa del bosque seco chiquitano y el área protegida de Tucabaca.
Por razones de espacio, vamos a concentrarnos en la valoración de las semillas nativas y recursos genéticos (de carácter cada vez más importante y vital), los importantísimos aportes en el campo del control biológico (prácticamente pionero en Bolivia), es decir la biotecnología sostenible (no transgénica) aplicada a la agricultura y la consiguiente sustitución de los agroquímicos tóxicos (en realidad venenos) por controladores biológicos, y las alianzas estratégicas con las comunidades chiquitanas y guaraníes que defienden –heroicamente– sus territorios, ecosistemas y biodiversidades.
En relación a cómo, por qué y en qué circunstancias insurge Probioma, Crespo refiere que “antes de la fundación de Probioma, yo estuve trabajando en el ámbito de los micro proyectos, estaba a cargo de un programa de proyectos para los relocalizados, que el año 85 fueron despedidos de las minas. Y es en ese espacio que pude conocer, muy de cerca, la realidad no solamente de lo que es el sector minero, sino también del sector rural porque muchos de ellos migraron al campo”.
“Esas dos conjunciones nos llevaron pues a fundar Probioma, porque veíamos que, más allá del tema de la explotación laboral, había también un problema del uso, manejo y acceso a los recursos naturales. Había pues una relación cercana entre la gente y los recursos naturales, en este caso los recursos naturales que son de la biodiversidad. Eso es lo que nos llamó a fundar una institución que, por su propio nombre, era raro, Productividad, Biosfera y Medio Ambiente, y que en esa época obviamente no sonaba mucho”.
En ese contexto social emerge el Chaco como un ámbito primordial del trabajo de Probioma. De acuerdo con Crespo, “esta experiencia en el Chaco está unida a algo que se dio mucho antes, cuando estuvimos trabajando en los valles mesotérmicos y vimos cómo el uso de agroquímicos estaba presionando en la ampliación de la frontera agrícola hacia el parque Amboró. Uno de los problemas básicos que vimos era el de los agroquímicos. De esa manera nos planteamos que había que trabajar en una alternativa al uso de agroquímicos. Y es ahí, donde impulsamos el control biológico microbial, que realmente fue una cosa demasiado audaz, hacer eso hace 30 años era pues una audacia”.
Agrega que “evidentemente nos lanzamos, sin ser del ámbito específico o especializado, nos animamos a hacer esto, tuvimos la capacitación de la gente de Cuba, que habían desarrollado esa alternativa de manera muy interesante, como parte de su práctica de sobrevivencia ante el bloqueo, que no les permitía usar (agro)químicos o importar químicos de otros países. Pero, sí desarrollaron esa alternativa, que nosotros la aprendimos, es decir nos enseñaron a hacer las bases y nosotros fuimos profundizando, ampliando, mejorando, innovando, hasta llegar a lo que hoy es, que es un trabajo –que yo digo– que no tiene fin, es una cosa que nos apasiona”.
Así se logró incorporar el control biológico, cuestionando el modelo de producción convencional de la agricultura, basado en la transferencia de tecnología y el control sobre las semillas. Esos son los dos pilares, en los que las empresas transnacionales se basan para subordinar a los países, a los productores de y en todo el mundo. “Entonces, dijimos vamos a desarrollar, primero, uno de los pilares, la ‘tecnología alternativa’, que en este caso es el control biológico”.
“Así, empezamos a mirar el trabajo y eso fue cuando nos pidieron apoyo en la zona del Chaco. Ahí vimos que había el otro pilar, que había sido descuidado, y es el ámbito de las semillas. Obviamente, en el Chaco vimos una gran riqueza en variedades de semilla manejadas por el pueblo guaraní y que estaban desapareciendo, todavía están en ese proceso, con la incursión de las semillas híbridas, especialmente en un cultivo, en el que Bolivia es un país que se ha nutrido históricamente, el maíz. Bolivia es un país maicero, somos maiceros, somos de la cultura del maíz, consumimos maíz en todo el país, el maíz está en diferentes alimentos”.
“Lamentablemente, en el Chaco también se está dando el embate del agronegocio, a través del monocultivo de la soya, del sorgo y del maíz también, inclusive del maíz transgénico, que está introduciéndose ilegalmente y que está incursionando fuertemente en los territorios guaranís”.
“Es de esa manera que dijimos ‘aquí hay que plantearse seriamente el rescate de este recurso genético’. Y, asombrosamente, identificamos y logramos descubrir ‘guardianes de semillas’, que así les llamamos a la gente que está trabajando desde hace décadas, campesinos chaqueños, que producen su propio maíz y seleccionan sus diferentes variedades”.
La revaloración del maíz impulsó a Probioma así a lograr y promover la preservación del maíz a través del banco de semillas, de rescatar esa semilla, de multiplicarla, de entregarla otra vez con el propósito de que este recurso genético no desaparezca del país, ya que eso significaría una de las mayores tragedias y desastres que podría tener Bolivia.