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¿Tiene la historia algún significado?

La historia no tiene significado. La historia que nos han enseñado es sólo una parte de los infinitos hechos, analiza el autor.

Ideas
Gonzalo Flores
Por 
La Paz - domingo, 14 de mayo de 2023 - 5:00

Vuelvo a la opus magna de Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, en cuyo último capítulo se pregunta si la historia tiene algún significado.

Popper empieza recordado que una ciencia no es una “masa de hechos” y menos aún, sólo de hechos que respaldan nuestras teorías. La ciencia funciona al revés: busca los hechos que pueden refutar la teoría; experimenta y así elimina las teorías inadecuadas y ese método es el motor del progreso científico.

En el campo de la historia, toda descripción es selectiva (pág 423), en primer lugar, porque el mundo contiene una infinita variedad de hechos frente a los cuales sólo tenemos un número limitado de palabras (pág 423). Por tanto, es inevitable un punto de vista. Esto es especialmente cierto en el caso de la descripción histórica. Las ciencias históricas se interesan en hechos específicos y en explicarlos, pero en historia carecemos de teorías unificadoras.

Por tanto, las leyes universales no proporcionan ningún principio selectivo ni unificador, ningún “punto de vista”. Acotar el tema (ie: historia económica) o usar una idea preconcebida (“lo que importa es el carácter de los grandes hombres”) no resuelve el problema. Popper subraya que las “teorías históricas” difieren de las teorías científicas: los hechos están limitados, no pueden ser repetidos a voluntad; han sido reunidos de acuerdo con un punto de vista preconcebido.

Las “fuentes” sólo contienen los hechos que parecían interesantes y por eso tienden a encajar en una teoría preconcebida (pág 428). Y como no hay otros hechos, no se puede verificar teorías ulteriores (pág 428). Por tanto no debemos esperar que una interpretación general se vea confirmada por estar de acuerdo con todos los datos registrados: siempre será singular; no podremos encontrar nuevos datos para hacer nuevos experimentos. Eso se expresa en que frecuentemente los historiadores no ven ninguna interpretación que se acomode bien a los hechos como la suya.

Popper concluye que, por tanto, se debe renunciar a la idea de que los datos históricos sólo pueden ser interpretados de una manera. En resumen: no puede haber historia del pasado “tal como ocurrió en la realidad” (pág 430); sólo puede haber interpretaciones históricas y ninguna definitiva. Cada generación tiene el derecho/deber de la reinterpretación (pág 429). Cuando esa necesidad no es satisfecha, produce interpretaciones historicistas. La pregunta racional “¿cuál es el problema urgente, cómo surgió, como resolverlo?” es reemplazada por la pregunta irracional “¿por qué camino vamos?” y especialmente por “¿qué papel nos ha asignado la historia?” (pág 430).

La interpretación historicista es como un reflector dirigido hacia nosotros mismos. Nos impide ver “cosa alguna” y nos paraliza. No nos deja ver que somos nosotros los que seleccionamos y ordenamos los hechos.

Pero, ¿hay realmente un “significado de la historia”? No. La historia no tiene significado (pág 431). La historia que nos han enseñado (como si fuera la “historia de la humanidad”) es sólo una parte de los infinitos hechos. En realidad, nos enseñan la historia del poder político. Ésta es “la historia de la delincuencia internacional y del asesinato en masa” y de algunas tentativas para suprimirlo. Se enseña en las escuelas y eleva a la categoría de héroes a algunos de los mayores criminales del género humano (pág 432).

Una historia de la humanidad tendría que ser una “historia de todos los hombres” y por eso no puede escribirse. Popper nos previene: el historicismo está emparentado con la religión, el misticismo y las profecías históricas. Encierra muchas trampas, entre ellas la reverencia de los grandes hombres, la educación para el éxito, la creencia equivocada de que el individualismo es igual al egoísmo, y que todos debemos sacrificarnos para contribuir a una indefinida “misión histórica”. Invierte los términos: “Lo que necesitamos es una ética que desdeñe todo éxito y toda recompensa” (pág 438). Ya la enseñó el cristianismo primitivo y ahora la enseña la cooperación científica e industrial. “Debemos encontrarnos justificados por nuestra tarea, por lo que nosotros mismos hacemos, y no por un ficticio “significado de la historia” (pág 438). “Nuevamente insistimos en que la historia no tiene significado (...)

“Eso no significa que sólo tengamos que mirar horrorizados la historia del poder político...”. Es posible interpretar la historia con la vista puesta en los problemas del poder cuya solución nos parezca necesario intentar; poner la mira en la lucha por la sociedad abierta; la primacía de la razón, de la justicia, libertad e igualdad y por el control de la delincuencia internacional (pág 438). “Si bien la historia carece de fines, nosotros podemos imponérselos, y si bien la historia no tiene significado, nosotros podemos dárselo”.

Los hombres no son iguales, pero a nosotros nos corresponde luchar por derechos iguales, y las instituciones no son racionales, pero podemos darles una racionalidad progresiva. La historia no puede llevarnos hacia ningún fin. Sólo nosotros podemos hacerlo, defendiendo y fortaleciendo las instituciones democráticas de las que depende la libertad, y con ellas, el progreso. Y lo haremos mejor a medida que nos hagamos conscientes de que el progreso reside en nosotros, en nuestros desvelos, esfuerzo, claridad de nuestros fines y el realismo con que los hayamos elegido (pág 440).

“En lugar de posar como profetas debemos convertirnos en forjadores de nuestro destino. Debemos aprender a hacer las cosas lo mejor posible y a descubrir nuestros errores”... “Y una vez que hayamos desechado la idea de que la historia del poder es nuestro juez, una vez que hayamos dejado de preocuparnos por la cuestión de si la historia habrá o no de justificarnos, entonces, quizá algún día, logremos controlar el poder”. De esta manera podremos, a nuestro turno, llegar a justificar a la historia” (pg 440).

La Plataforma U.N.O. fomenta el debate plural, pero no comparte necesariamente los puntos de vista del autor.

“Frecuentemente los historiadores no ven ninguna interpretación que se acomode bien a los hechos como la suya”.

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