Obituario

Antonio Gala, señor de la palabra y poeta del amor

En 1990 publicó su primera novela, “El manuscrito carmesí”, con la que ganó el Planeta. Tras ella, publicó “La pasión turca” (1993) y “Más allá del jardín” (1995), ambas llevadas al cine.

Letra Siete
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Madrid - domingo, 04 de junio de 2023 - 5:00

“Murió vivo”. Ese era el epitafio que deseaba para su tumba Antonio Gala, y esa breve frase simboliza la intensidad con la que vivió siempre este poeta, dramaturgo, novelista y ensayista español, que poseía el don de la palabra y que hizo del amor uno de los temas esenciales de su obra.

“El amor siempre rompe, al llegar tanto como al irse. A sangre y fuego entra; a sangre y fuego sale”, escribía Gala -fallecido el domingo 28 a los 92 años- en Ahora hablaré de mí, una obra autobiográfica que se sumó al éxito alcanzado por la gran mayoría de los libros de este escritor al que adoraban los lectores, y cuya imagen quedará unida a sus inseparables bastones.

Nacido en la localidad de Brazatortas (Ciudad Real) el 2 de octubre de 1930, Ángel Custodio Gala y Velasco siempre se consideró de Córdoba -donde murió- de adopción, al haber vivido gran parte de su vida en esa ciudad del sur de España, que además tuvo un gran peso en su obra.

Hijo de médico, Luis Gala Calvo, y de Adoración Velasco, fue un niño precoz. Contaba él que con solo cuatro años escribió su primer relato; con cinco, su primera pieza teatral y a los 14 años ofreció su primera conferencia en el Círculo de la Amistad de Córdoba.

Se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras primero y, después, estudió Ciencias Políticas y Económicas. A aquella etapa universitaria pertenecen sus primeros poemas, que publicó en revistas. Y junto a amigos como los también poetas españoles Gloria Fuertes y Julio Mariscal, fundó las revistas Aljibe y Arquero de Poesía.

Durante años fue el escritor que más ejemplares vendió en la Feria del Libro de Madrid. Las colas de personas para conseguir su firma eran interminables.

Un literato precoz

A pesar de esa precocidad, se consideraba “escritor de destino, no de vocación” y, como contaba él mismo, no le dejaron otra opción que la de dedicarse a la literatura, por más que lo intentó “con toda clase de licenciaturas y doctorados”.

Su éxito como dramaturgo, con obras como Los verdes campos del edén (Premio Nacional Calderón de la Barca), Anillos para una dama (Premio Nacional de Literatura y Premio Mayte), ¿Por qué corres, Ulises? y Carmen, Carmen, eclipsó su lado poético, pero fue en la poesía donde debutó Gala con Enemigo íntimo, por la que recibió un accésit del Adonais en 1959.

Practicó, también con éxito, la novela y el ensayo, pero le gustaba definirse como poeta. “La poesía sostiene a todos los géneros literarios. Es el alma”, decía el escritor, que creía que “si algo en la poesía no es inteligible y no se dirige directamente al corazón y a la mente, no sirve para nada”.

Su último poemario fue El poema de Tobías desangelado, de 2005. Él lo consideraba su testamento literario y en sus páginas latía “el zumo agridulce” de su corazón.

Tres años más tarde publicó Los papeles del agua, su libro “más feminista”, como lo definió él mismo. Las mujeres, decía, “son los seres más humanos, más completos y generosos del planeta”.

Como novelista tuvo un gran éxito desde que en 1990 publicó El manuscrito carmesí (Premio Planeta). Luego vendrían títulos como La pasión turca, llevada al cine; La regla de tres, El imposible olvido y El pedestal de las estatuas.

El amor en su obra

Gala poseía “el arte de la palabra”, y ese fue precisamente el título del congreso internacional que se le dedicó a su obra en 2008.

El amor fue una constante en su obra y hablaba de él de mil formas diferentes, certeras siempre: “El amor sin dolor es una bobería”. “Todo el que ama, incluso el desamado, gana, porque también el desamor nos enseña mucho”. “El amor de verdad tiene que transgredir”.

Este hombre que no solía ocultar su homosexualidad se confesaba “mejor amigo que amante” y aseguraba que las decepciones de la amistad le habían dolido “de una forma insoportable” porque él se entregaba a los amigos “del todo, sin corazas”.

Gala aspiraba a ser feliz y burló varias veces a la muerte, pero perdió la batalla del cáncer “de difícil extirpación” que él mismo confesó tener en su columna del diario El Mundo, “La tronera”, que escribía cada día desde 1992.

Luchó contra la enfermedad, pero él sabía que era “un camino incómodo, que lleva o no a la muerte con o sin rapidez”.

Articulista y prolífico guionista

Gala fue también un articulista prolífico, muchos de ellos, recogidos en libros como Mis charlas con Troylo (1981) -Premio César González Ruano de Periodismo-, Cuaderno de la dama de otoño (1985); La soledad sonora (1991).

Escribió también guiones para televisión como Y al final esperanza y para series como Si las piedras hablaran (1985) o Paisaje con figuras (1995) y hasta se atrevió con una ópera, Cristóbal Colón.

Durante los años 80 tuvo una intensa vida cultural. Fue presidente del Centro Español del Instituto Internacional de Teatro y presidente fundador de la Asociación de Amistad Hispano Árabe. Y en los noventa fue uno de los impulsores de la Asociación de Escritores y Periodistas Independientes (AEPI).

En julio de 2011 desde su columna en El Mundo reveló que padecía un cáncer de colon difícil extirpación. Estuvo luchando contra la enfermedad, sin salir de su domicilio, hasta junio de 2014, cuando muy abatido, se dejó ver en la entrega de los premios de poesía que llevan su nombre.

Una de sus últimas apariciones públicas fue en abril de 2018, cuando asistió a la entrega de los Premios Loewe de Poesía, concedido a un antiguo becario de su fundación y gran amigo, Ben Clark.

“Antonio Gala fue un escritor, dramaturgo, poeta y ensayista de personalidad compleja, gran elegancia y vastísima cultura”.

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