Literatura
El romanticismo en Bolivia
Lo bucólico y lo melancólico se redujo a una manifestación de los placeres de la carne, porque no existe un erotismo desarrollado en el arte boliviano, expresa el autor.
Es una tendencia absoluta en las letras bolivianas y en el arte en general pensar que no hubo vanguardia en Bolivia y que tampoco existió verdaderamente una corriente romántica. Porque da miedo pensar que el ser boliviano sea romántico. Es preferible llamarlo “telúrico”, “culturalista”, “cínico”, “intimista”, “político”. Y, sin embargo, esto tiene una razón fundamental que parte de una teoría que no es propia, pero que se ve sustentada en los trabajos de la filosofía del presente que tratan de explorar la identidad y, sobre todo, de trabajos que están imbricados con la cultura como construcción social y no sólo como fenómeno de masas.
El espíritu romántico está anclado en la visión de la naturaleza como límite del hombre, pero es también la naturaleza una representación presente de lo divino y de Dios en la vida de las personas y junto a eso, es también un modo de entender la manifestación del hombre con lo sagrado. Lo que nace, muere y vuelve a nacer. Y así, junto a la naturaleza se encuentra la muerte. Primero como terror, luego como puerta al conocimiento del tiempo presente. La muerte anuncia la finitud, y por tanto hace que el hombre sea un rebelde y se revele frente a las cuestiones mundanas y afronte el peligro de la existencia porque desea conocerla a fondo.
A la par que la muerte, se presenta el amor. Es fundante de una relación con lo divino, con la naturaleza, pero también con uno mismo y a través de uno mismo, con las demás personas. La belleza es sólo un artefacto de reconocimiento, porque el reconocimiento también sucede a partir de lo grotesco, lo horrible y lo miserable. Y, es más, para un verdadero espíritu romántico son estas tres condiciones de lo sublime lo que produce esplendor y anuncia un nuevo mundo. O lo que en otras palabras podría decirse que por medio de la fealdad se alcanza también un ideal de presencia real y concreta en el mundo.
Pero el amor es aquello porque lo cual se arriesga la vida, la identidad, los bienes materiales, y hasta la reputación. Y es también el amor hacia el arte por el arte como fin último lo que hace que el hombre se presente ante el mundo como alguien que está aquí para expresarse y que por medio de su expresión se pueda acceder a un conocimiento trascendental.
Y es te último factor el que da la puerta de ingreso para pensar el romanticismo en Bolivia. Aquí lo bucólico y lo melancólico se redujo a una manifestación de los placeres de la carne indicados ni siquiera en la perversión sexual o en la multiplicidad de experiencias eróticas, porque ni siquiera existe un erotismo desarrollado en el arte boliviano. Es todavía lateral y lineal y superficial. Lo que se presenta en un pudor sobre el cuerpo y un drama romántico cuando el personaje o el retratado se interroga sobre su sexualidad o la posibilidad de la promiscuidad.
Lo católico es claramente un lastre que no ha permitido explorar otras dimensiones de la subjetividad amorosa y carnal. Pero, ante todo, lo que es un verdadero límite es la ausencia de una esfera pública sobre la cual establecer un debate sobre lo social.
El romanticismo se presenta como heredero de la revolución francesa porque establece la noción de humano y de sujeto como autónomos frente al Estado y frente al gobierno. Y hace que él sea participe tanto de la organización de la vida material como espiritual, en igualdad de condiciones. Y en la revolución francesa se entiende por “espiritual” no lo divino, sino la manifestación del arte y de lo bello y sublime en las vidas. Aquello que, a falta de una palabra mejor, la ilustración llamó como “conocimiento”. Y es desde ese conocimiento que el hombre se puede enfrentar a sí mismo y sus contingencias, pero reorganizando su amor por el prójimo y lo que él produce para enriquecer y engrandecer el mundo.
El romántico no es sólo rebelde o inconforme, es un transformador. Un agente de cambio social y lo hace con las herramientas que la ilustración le legó. Y en Bolivia la herencia de la ilustración se limitó por la propia dinámica de la revuelta o las guerrillas de independencia. Y es ante todo el resultado de una escasa experiencia a través de la cual los hombres hablan consigo mismos a partir de los diarios íntimos o las novelas epistolares. Esa tradición es casi nula en este país. Y por lo tanto no hay la formación de una subjetividad clara. Si no pensamos en silencio y ni reflexionamos en silencio a través de las palabras, no consideraremos ni al lenguaje ni a los argumentos capaces de transformar el mundo. Porque sólo veremos las acciones y lo material como válido.
El romántico logra consolidar un espacio para la reflexión a solas. Para la construcción de la realización de lo que la imaginación diseñó. Y así, el romántico es el antecedente que funda la revolución industrial. Sin el romanticismo no hubiera la exploración, ni la interrogación sobre nuestro lugar en el mundo, la manera en que nos relacionamos con los demás y la naturaleza; ni siquiera existiría la subjetividad moderna y el debate individual que en política constituye el germen de la ciudadanía. Sin lo romántico como experiencia de conocimiento del mundo, tampoco los derechos humanos serían capaces de hablar de la libertad de expresión o de la libre movilidad, o sobre la posibilidad de asumir la diferencia sexual y de género.
Y será toda esa serie de virtudes los que manifiestan que, dentro de toda la concepción creativa, el resultado es el hombre y su realidad interior. Pero también, en cuanto romántico, es la sensación de que el mundo nuevo, necesita un arte nuevo. Y no hay manera de construir un arte nuevo si no por medio de asumir el rol social de la libertad y la innovación y la exaltación de la eterna búsqueda de nuestro lugar en el mundo. Porque de lo que se trata es de pensarse fuera de los límites geográficos impuestos por la razón.
Eso en el país no se logró por las limitantes que hacen a las condiciones sociales, en las que prima primero la satisfacción de las necesidades básicas, olvidando la creatividad, la fabulación, y la innovación.
Y por ello, el espíritu romántico aboga por la libertad en su máximo ejercicio y lucha contra le tiranía. Despojando de cualquier ideal, un fin utilitario.
Un país que solamente se preocupa por la estabilidad monetaria y no fortalece las libertades creativas, está condicionado hacia el futuro porque será incapaz de imaginarse lejos de lo económico y encontrará solo su sentido último en el ser productivo.
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