Literatura

Escritura y gratitud

Se necesita identificación en toda obra de arte para que pueda sobrepasar el tiempo. La experiencia de lectura es también una fuerza que incita a la comunicación, escribe el autor.

Letra Siete
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La Paz - domingo, 13 de noviembre de 2022 - 5:00

Toda escritura se presenta como un acto de importancia para el escritor que la realiza y la promueve. Hay quienes dicen que la escritura de un texto se te impone, te asalta en el camino y te demanda su traducción a un lenguaje escrito. También los hay de la clase que dictan palabra a palabra buscando la forma y la historia que en algún momento vislumbraron por medio de una frase perdida en una película o en una canción.

Hay escritores que escriben libros sólo como contraprestaciones a libros ya escritos. Juegan a la contra o juegan al resumen. Son postulantes que siempre emulan. Actúan miméticamente porque o no tienen mundo propio o porque creen que el arribismo es la forma más superficial de pertenencia al mundo de la literatura o de cualquier arte en general.

Sin embargo, hay el escritor que sólo se encuentra con el texto que necesita escribir y la forma va emergiendo de una realización personal al encontrar una voz particular que le ayuda a decir aquello que quiere decir de una única manera posible. No hay autoindulgencia. No hay más búsqueda que la entrega de todas las armas en el arco del tiempo, porque no importa la competición.

Y es que la actuación agota el alma y cansa al verdadero escritor que se enfrenta con un mundo que no obedece reglas propias y que se parece mucho a él, pero visto desde fuera con la certeza de que sólo por medio de la distancia el sentido del ritmo y el orden en los acontecimientos van a ser capaces de crear no sólo contemplación, sino identificación.

Se necesita cierto grado de identificación en toda obra de arte para que pueda sobrepasar el tiempo. La experiencia de lectura si bien es intima desde la creación de la imprenta, es también una fuerza que incita a la comunicación. Nadie que haya leído con atención un texto se queda quieto ante la experiencia. Necesita retratarla, hacerla evidente, exteriorizarla. Y al hacerlo también crea un lenguaje para hacer que su experiencia sea asimilable por otras personas que necesariamente son diferentes a él.

Se podrá decir que la diferencia radica en el acervo cultural, pero también en su fe, en la religión que practica, en el género y el sexo que ostenta y sobre todo en la visión de mundo que fabricó para sí a lo largo de su vida. Y al hacerlo él también se convierte en un escritor porque elige el modo, las palabras y el sentido de su comunicación que puede ser oral o escrita, pero entraña un afán por la búsqueda de la forma, porque realmente quiere traducir su experiencia particular a una general.

Esa suerte de ejercicio de hegemonía es la que hace que un lector se convierta en escritor. Sugiere, convoca, es sugerente y tiene la intención de convencernos de que aquello que señala debe ser parte de nuestra mochila cultural.

Y es que una mochila cultural no sólo está repleta de las cosas que por sí mismos los hombres encuentran en el camino, está también llena de consejos, señalamientos y sugerencias de otras personas. Este es el fin último de la escritura, pero ahí es cuando empalma con la gratitud y gratitud en un sentido muy concreto: la capacidad de compartir una experiencia de lectura o de visualización aún a sabiendas que aquellos con los que se comparte son diferentes a nosotros.

Y aunque eso a primera vista podría detener el proceso, lo que hace, en definitiva, es enriquecerlo. Dotarlo de otra forma. No es casual que la comunicación de las obras de arte sea la más fácil para crear un sentido de lo común, de la comunidad y del sentido de pertenencia. Al hacerlo se crea ciudadanía y cuando hay ciudadanía hay lo común y lo común nos permite interrogar el verdadero sentido de la política como acción que de forma deliberante constituye sujetos.

Entonces es un nudo, un bucle, cuyo resultado es la formación de una matriz capaz de concentrar la diferencia en virtud de la identificación.

Sin embargo, en momentos de crisis, la escritura, la apreciación de la obra de arte y su comunicación, sufre cuestionamientos porque se piensa que el arte o responde a líneas políticas o es de lleno elitista, pero el concentrado entre lo que se conoce como cultura pop y alta cultura da como resultado el mundo del presente y frente a él, lo que resta no es fraguar una estratagema que impida el razonamiento, más al contrario, se necesita constatar que el lenguaje y la comunicación que propicia puede ser usada de maneas distintas para igualar hacia arriba.

Y en ese sentido, la identificación, la comunicación, el afán de estilo y la propuesta de estructura de una obra puede ser pensada desde diferentes ángulos y maneras sin que una deprecie a la anterior o desmerezca lo que se pretende interpretar o pensar o comunicar. Bajo esa lógica de organización del mundo la lectura de los objetos culturales en movimiento será tanto material como simbólica. Lo cual nos ayuda a ingresar a distintas instancias de conocimiento y toma de decisiones.

Y si el arte es subversivo por excelencia también lo es su interpretación. Reinterpretar y generar nuevos desplazamientos es el fin último de una comunidad que se piensa a sí misma desde lo oral, lo escrito, lo visual y lo simbólico. Y para lograrlo, se necesita gratitud, porque en principio aquello que vamos a comunicar nos conmovió, primero, a nosotros, y luego a los demás.

“Bajo esa lógica de organización del mundo la lectura de los objetos culturales en movimiento será tanto material como simbólica”.

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