Aullidos de la calle

Evaporar la ternura

“Sin novedad en el frente” es bastante genérica y sin personalidad, pero bien ejecutada, con una hermosa fotografía y un espectacular diseño de producción, reseña la autora.

Letra Siete
Por 
Santa Cruz - domingo, 19 de marzo de 2023 - 5:00

Hay algo maravilloso de Sin novedad en el frente (All quiet on the western front), una de las grandes ganadoras de los Oscar 2023, y ese algo es el libro en el que se basa. Así es, nuestro siempre extrañado Robert Arlt, comentó: “Ustedes sabrán que el libro Sin novedad en el frente es la obra más revolucionaria, humanamente revolucionaria, que haya podido escribirse después de El fuego de Barbusse y El hombre es bueno de Leonard Franck”. César Vallejo también tuvo cálidas palabras para esta obra: “Remarque transcribe la tragedia del soldado, con una fidelidad y un sentido de reportero incomparable”.

El alemán Erich Maria Remarque, veterano de la Primera Guerra Mundial y detractor del nazismo desde sus inicios, publicó Sin novedad en el frente en 1929. El relato se basaba en sus propias vivencias como soldado. La obra ha tenido dos adaptaciones al cine: una americana en 1930 bajo la dirección de Lewis Millestone, que ganó el Oscar a Mejor Película y Mejor Director, y otra televisiva en 1979 que ganó el Globo de Oro a Mejor Película y un Emmy a Mejor Montaje.

La producción netflixera del año pasado sería la primera versión alemana. Acá la palabra clave es: netflixera. El libro piropeado por Arlt y Vallejo termina convirtiéndose en esa típica película sobre la guerra de factura hollywoodense que ya hemos visto tantas veces.

La dirección es responsabilidad de Edward Berger, que se inclina por trasladar a la pantalla gigante las partes más movidas de la trama escrita por Remarque y se inventa otras. Deja de lado por completo eso que hacía especial la obra literaria, y se atrinchera más bien en un territorio seguro y vacío: La guerra es mala.

Berger, Lesley Paterson e Ian Stokell se dan el trabajo de adaptar el guion y de agregarle algunos colgandijos a la trama, como por ejemplo las posturas opuestas entre los alemanes que deseaban el armisticio y los generales que querían seguir en el tole tole, también anula a algunos personajes y cambia la muerte de dos de ellos de manera sustancial.

Obviamente que una adaptación es y debe ser susceptible a cambios. Berger es el director y su visión estará por encima de la obra literaria, pero imaginando que el libro no existe es donde la película pierde más. No tanto porque sea una “mala” película, que en la forma no lo es, sino que dada la trascendencia que alcanzó en festivales o premios, uno al verla busca algo diferencial que la haya elevado sobre otras películas del año o del género.

Sin embargo, la propuesta de Berger es bastante genérica y sin personalidad. Bien ejecutada, sí, con una hermosa fotografía y un espectacular diseño de producción, también y subida a los hombros de su actor principal Felix Kammemer, que hace un debut actoral impresionante interpretando a Paul Baümer.

Como el contexto brilla por su ausencia, así, al pasar, “sin darse cuenta”, de “refilón” diríamos vulgarmente, villaniza más a los franceses al punto que en la firma del tratado son ellos los altisonantes, los hijos de puta, los que se resisten a la paz, y son unos granjeros franceses, para más desgracia, un niño con expresión de asesino serial, los que terminan por eliminar a un hambriento soldado alemán.

En la película, los franceses son humanizados cuando los alemanes los humanizan. Mientras tanto, en el lado alemán, a excepción de las altisonancias y disonancias de generales y políticos, todo transcurre entre humana fatiga y sobrevivencia. Remarque debe estar pateando el cajón, el trabajo que puso en echar una luz menos amable a su propio regimiento queda eliminado.

Aunque muchos espectadores se han sentido encantados y/o impactados por la música que el fin de semana le dio el Oscar a Mejor Banda Sonora a Volker Bertelmann, a mí me pareció horrible, no el arreglo musical o la música en sí, sino su uso, esa atmósfera excesivamente incidental sobre todo con los sintetizadores punzantes. Los tipos en la trinchera con el pánico a morir y esa melodía sonando para dejar en claro que lo que estábamos viendo era malo o que iban a pasar cosas malas. Me imaginaba la misma escena, solo balas, ruido de botas y silencio...tal como ellos vivían esos momentos y pienso que sería mucho más efectiva.

De todas maneras, Sin novedad en el frente tiene momentos poderosos. La pérdida de la ternura, de la inocencia, es puesta en metáforas como la escena inicial del zorro y sus cachorros o del escarabajo y la cajita de fósforos. Paul es uno al inicio y es otro al final. Como sucede siempre en la guerra real o ficticia. Remarque, que tenía el don de la palabra, lo describe mejor: “No puedo creer que se haya evaporado completamente aquella ternura que llenaba de inquietud nuestra sangre, aquella incertidumbre... No es posible que todo se haya hundido definitivamente en los bombardeos, en la desesperación”.

“Los franceses son humanizados cuando los alemanes los humanizan; mientras, en el lado alemán todo transcurre entre humana fatiga y sobrevivencia”.

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