Narrativa

La poesía de Blanca Garnica

Le escritora crea un calor de hogar que remite a un territorio que siempre es nombrado y que siempre es evocado a partir de un lenguaje poético, reseña el autor.

Letra Siete
Por 
La Paz - domingo, 12 de marzo de 2023 - 5:00

Hay un momento en la poesía en que ésta se vuelve concreta, especifica y totalmente anclada a un determinado tiempo. Y es ese el momento que, si bien no vamos a fechar en este momento con exactitud, podemos delimitarlo como el que viene posteriormente al romanticismo. Es un realismo y una forma de historizar nuestra experiencia.

Y que tiene que ver con nuestro estar en el mundo y lo que vemos del mundo no es su infinidad de posibilidades, sino el recorte finito al cual nos agarramos para conocer y entender por qué hay cosas que nos conmueven y recordamos y otras, que no generan nada en nuestro interior. Blanca Garnica con su poesía trabaja desde este segundo lugar.

Ella construye un mundo de la memoria muy determinado por la infancia, pero limitado a un contexto cultural que está centrado en una provincia de Cochabamba. Ella hace de ese sitio en particular su reserva metafórica.

Va a leer el mundo a partir de esa particularidad. Entonces con su poesía, hace primero el movimiento de delimitación y segmentación de un universo que será nombrado recurrentemente y luego, genera un idioma, un lenguaje poético que se adecúa a ése determinado sitio. Y aquí poco importa si ese espacio geográfico es importante en términos históricos o es reconocible para alguien que no haya pasado por Cochabamba. Porque lo que importa es que ella, lo hace presente y visible para el lector de su poesía a través y sobre la base de los detalles.

Entonces, la realización es casi pictórica. Dibuja y pinta con palabras. No es importante la abstracción, es necesario el detalle. Y esa manera de comunicar todo a partir del detalle es propio de sociedades que aún no se han enfrentado de lleno con el desarrollo industrial. Vivir en un territorio alejado del salvaje mercado, genera todavía redes sociales que se sostienen sobre la base del reconocimiento de lo propio y de un pasado compartido, pero también del conocimiento de cada uno y de lo que cada uno hizo y con quién se casó y con quién vivió y a dónde viajó.

Los detalles cuentan una historia y dan sentido a las vidas y también a la vida interior de las familias que narran los acontecimientos de los demás como si fuesen propios porque así alimentan sus fantasías. Y al alimentarlas sus vidas se enriquecen. Y esto es así en sitios como las provincias porque aún el grado de distanciamiento entre uno y otros no ha detonado la necesidad de soledad e intimidad. La vida misma se desarrolla puertas afuera, como en El coronel no tiene quien le escriba o Crónica de una muerte anunciada e incluso como en El otro gallo.

Así, vistas las cosas, la poesía, que tendría que generar conceptos abstractos donde el lector y los futuros poetas puedan encontrar sentido y significado, más allá de ver aquello que refiere el poeta, es una poesía que políticamente apunta a la reivindicación de lo estético en su faceta impresionista. Porque la impresión que deja en el lector no parte del hecho de representar momentos comunes, sino situaciones particulares.

El color de la luz al atardecer sobre el campo de trigo, el sabor de la granada en la temporada justa del año, o el aroma que desprende la tierra mojada tras la primera lluvia y el ruido que hace el caballo cuando come en el establo y se pelea con las gallinas que danzan por ahí medio descontroladas por el ajetreo de que alguien está ordeñando la vaca para la leche matutina, que luego se mezclará con singani porque es el tiempo del carnaval.

Todas esas manifestaciones del detalle en Blanca Garnica se encuentran vivas porque hay una mirada que recolecta esos detalles desde la evocación y desde el recuerdo de un tiempo que no se pierde porque el referente mismo no se ha perdido del todo. Y es entonces, cuando el lenguaje interviene. El lenguaje juega un rol fundamental en esa situación porque le dicta a la poeta lo que debe estar primer y lo que debe estar después porque tal como está escrito fue en la vida.

Pero, además, lo que escribe Garnica en tanto poeta es un texto que remite a una historia particular llena de detalles y en esos detalles el lector encuentra sentido a su propia vida, porque es partícipe de algo que no vivió, pero esta vez, gracias no al concepto sino a su representación concreta, particular y pormenorizada. Llena de sustantivos y adjetivos.

La poesía en Bolivia, gracias a Garnica cobra una nueva dimensión en ese sentido. No genera figuraciones, ni imágenes heladas. Crea un calor de hogar que remite a un territorio que siempre es nombrado y que siempre es evocado a partir de un lenguaje poético que ha sufrido sus transformaciones, desde lo lírico hasta lo fracturado y fragmentado, desde el torrente, hasta lo mínimo y la economía del lenguaje resalta lo concreto.

Entendemos su mundo y sus referencias porque son demasiado claras, pero esa claridad no perjudica en su potencia emocional, más al contrario, la refuerza. Y al reforzarla cumple su cometido que es sostener en el tiempo del lenguaje un sitio de la memoria que no es compartido por todos, porque no todos provienen de esa geografía, pero son invitados a entrar y habitar en ella a partir del lenguaje que la poeta nos entrega como si fuese una invitación a compartir el café y el pan recién horneado.

“Los detalles cuentan una historia y dan sentido a las vidas y también a la vida de las familias que narran los acontecimientos de los demás como si fuesen propios”.

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