Contante y sonante
Tac Tic
El reloj que anda al revés parece haber callado; el último en llegar fue un tardío calzón rojo en busca de pasión...
El reloj que anda al revés del pepino parece haber callado en los momentos más importantes de su trabajosa existencia. Ya no sonó a las doce del mediodía de la alasita, en plena plaza principal atestada de gentes vendiendo ilusiones y gente comprando plata de mentiras con plata de verdad.
Al dinero se le dice plata por la plata de Potosí que se acabó por la ambición desmedida de los invasores en función de gobierno y como la historia se repite en burda comedia, está empezando a pasar lo mismo con el dinero, que viene del dinar, que se acumuló por ingresos por el gas y otras materias primas, y terminó en bolsillos particulares y en infraestructura para fines ridículos, como la exposición de calzoncillos o las oficinas dormitorio de seres unisinápticos.
El reloj dejó de sonar el día que con el mayor de los entusiasmos la gente se congregó en la plaza para que un cura, también entusiasta, preparara un balde con agua bendita para bendecir, animar, dar alma, a los siguientes objetos, sin jerarquía en el orden de aparición: Un camioncito verde cargado de buenos deseos, tres bolsitas de cemento con marca ilegible al parecer nacional, por lo ilegible. Un polko rojo, otro anaranjado, que, al parecer, habiendo quedado sin parejas, decidieron hacer una. Un api morado sin pastel, lo que llenó al cura de total indignación y mandó a llamar a la policía inmediatamente.
Nadie le hizo caso, por supuesto, menos la policía, que anduvo ocupada en otros menesteres como la protección a todo acto delictivo amparado por las no leyes y las no normas que acatan como magnas e inquebrantables.
Al poco rato hizo su aparición un extraño perro dorado de tamaño monumental. Tenía los ojos rojos como rayos láser, las uñas pintadas en honor a la cara de Messi y la sonrisa del Señor de los anillos. Parecía haber sido hecho para servir de guardián en una pirámide antigua de Egipto o en la mansión que un comerciante de autos robados acaba de comprar en un barrio residencial de Acapulco.
Luego de la larga fila, emergió una niña cargando unos trajecitos primorosos de danzas folclóricas nacionales y del pop del imperio, una faldita de caporal y una pupera Brutni Spears, un sombrero de moreno con el tocado que había usado el rey Luis XV en ocasión del matrimonio de una sobrina en cercanías de la ciudad vieja de la Habana, que ahora sí que se ve vieja, tanto como un señor que pide limosna en las afueras de la catedral de Caracas, los martes, de 4 a 4:15, horario en el que la mayoría de la gente duerma y la que no, sale a pedir limosna a gente que no se ha levantado siquiera.
La gente más pobre suele levantarse más temprano porque el cemento se enfría y endurece. Fue el turno de una picota diminuta, curiosamente manchada con sangre. El dueño, un sujeto con acento ruso, afirmó que era la picota del cráneo de Troski y que por supuesto, traía buena suerte, no al muerto, pero al resto sí. Y desapareció una vez bendecido su objeto. Se hizo campo entonces un jardinero cargando una carretilla con plantitas de toda clase, la mayoría, cocales. Su argumento fue que así será en el futuro inmediato, más cocales, menos flores.
Trae buena suerte también, dijo, claro, no a esas áreas sin utilidad y con ríos y bichos, pero a nosotros sí. Dicho esto, se metió entre la gente, tropezó con un ministro en planes de figurar otra vez, se sacaron una foto como que aquí casuales con el pueblo y marcharon juntos a la quinta más cercana, a libar en nombre de Melgarejo, Mussolini, El llanero Solitario y la diosa maya del suicidio. Ya hacia las 17:00 horas, el último en llegar a la bendición colectiva, fue un tardío calzón rojo en busca de pasión. Habiendo cumplido con su trabajo, el cura y su balde se metieron en la catedral, no sin antes tomar de la mano a un niñito perdido, y llevarlo al fondo de las sombras, en pos de su salvación.
Necesitamos tu apoyo
La mayoría de las noticias que publicamos en nuestra página web son de acceso gratuito. Para mantener ese servicio, necesitamos un grupo de generosos suscriptores que ayuden a financiarlo. Apoyar el periodismo independiente que practicamos es una buena causa. Suscríbete a Página Siete Digital.