AFP / Bahía de Faxaflói
Durante mucho tiempo, el destino de las ballenas en Islandia fue terminar en un plato bajo forma de bistec. Pero los tiempos han cambiado y con la peregrinación de turistas a esta isla subártica, las ballenas se han convertido en las estrellas del ecoturismo.
"Una ballena de minke a dos horas, a cerca de 200 metros”, gritó Alberto Alejandro, un guía español de la compañía Elding cuyo barco navega a lo largo de la costa de la capital, Reikiavik.
La aparición del cetáceo es corta y furtiva, sólo se distingue su alerón dorsal, pero unos pocos segundos son suficientes para desatar el júbilo entre los turistas a bordo de la embarcación.
"Esta es una de las cosas que queríamos hacer de todas maneras en nuestra primera visita aquí”, dijo Joachim Holm, un visitante sueco. "Tenemos pocas ocasiones de ver ballenas vivas”, agregó.
En un momento en que grupos ambientalistas y algunos científicos luchan contra la caza de estos animales, la presencia de los turistas tampoco es inocua y perturba a estos mamíferos marinos. Pero, al final, es preferible que los animales estén vivos a que terminen despellejados, según los defensores del medioambiente.
En Húsavík, en el norte del país, y también en la bahía de Faxaflói, a donde se puede llegar desde Reikiavik, desde 2016 más de 355 mil personas han subido a embarcaciones para navegar en las aguas plateadas del Atlántico norte para poder ver a las ballenas.