Julio Ríos Calderón
Escritor y consultor
martes , 10 de enero de 2023 - 04:03

Camacho secuestrado y la estafa no admitida

El gobierno del MAS secuestró al Gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, en una acción truculenta y de arbitrario origen. Réplica en pequeño y par de opuestos es la ineficiencia de la Fiscalía de La Paz, en no admitir una demanda de dos ciudadanos –padre e hijo–, por el delito de estafa. Supuestamente porque el denunciado trabaja en una empresa China adicta a las acciones de Putín.

Las autoridades judiciales, protagonizaron una acción de detención ilegal con la máxima economía de medios y la más “admirable” eficiencia; sin embargo, en pequeño, rechazó una demanda por delito de hurto. De grande a pequeño. Detalle, sin vacilación, sorprendente en lo que es eficiencia e ineficiencia.

Jorge Richter el ahora vocero presidencial en su condición de analista en noviembre de 2019 expresó que la designación de Jeanine Áñez como presidenta de Bolivia fue “legal”, basada en los principios de la sucesión constitucional y la continuidad, porque el Estado no podía paralizar sus funciones. “Es presidenta transitoria constitucional”, subrayó el Presidente Arce Catacora el 21 de mayo del 2020 en el programa No Mentirás de la Red PAT. Evo Morales, primero anuló las elecciones, aceptó ir a una segunda vuelta, luego renunció y fugó.

¿Cuál golpe? Las redes sociales inscriben en sus perfiles una frase ya iconizada, “no fue golpe, fue fraude”. ¿Golpe número uno, golpe número dos? Los bolivianos con justicia podríamos editar el argumento verdadero de no a la reelección de Morales Ayma, uno, dos, tres, cuatro, cinco, podrían ser miles. Frenó un “derecho humano” a reelegirse, después de convocar a un referéndum. Una estafa a Bolivia, cínica, gregaria, mentirosa. Y así en pequeño, la fiscalía no admite demandas por desfalco a particulares.

El Gobernador Camacho, fue víctima absoluta de una represión política discriminatoria e intolerante que, violando los derechos humanos, y haciendo viable la brutalidad policial, sin duda que logró, sin importar el daño a Santa Cruz, al país, consolidar la anulación del enemigo más peligroso para las elecciones de 2025, donde Morales quiere ser Presidente.

Reprimir es contener, detener o castigar, por lo general desde el poder y con el uso de la violencia. Niega e impide el ejercicio de los derechos civiles y de libertad política: expresión, reunión, manifestación, asociación, sindicación que suelen considerarse propios de los sistemas, como en nuestro país, llamados democráticos. No sólo es el caso “Camacho”, es el del día a día que en pequeño la fiscalía hace todo lo contrario en eficiencia, a la ineficiencia con el ciudadano de a pie.

La réplica, sin la monumental eficiencia para detener a Camacho, es la incapacidad de no dar curso a demandas de los ciudadanos por el latrocinio de una sustracción abusiva. El Doctor en Derecho, Fernando Villamor Lucía, con relación al delito de estafa, refiere “conseguir el sonsacamiento de dineros o ventajas legítimas en beneficio propio de un tercero, mediando engaño o induciendo en error al sujeto pasivo”.

¿Qué derecha? ¿Qué izquierda? Richter fue vocero de la campaña de Manfred Reyes Villa, referido de extrema derecha. Poses hilarantes que rayan en la estupidez. En fácil, la derecha, ideológicamente hablando, refiere “que bienes se van a consumir y en qué cantidad”. Y la izquierda “de cada uno según su capacidad; de cada uno según su esfuerzo”.

Ahora lo que cabe, es advertir contra los riesgos del discurso político y cínicamente mentiroso. Viven los masistas fascinados por las palabras embusteras. Más que la justicia, les importa enjabonar la efigie de su líder cocalero. Por eso creemos que es posible hablar, decir de un modo y obrar de otro, porque, arrebatada la audiencia por el embrujo masista, quizás no se preste atención a los hechos descarnados, como la injusta condena a la expresidenta transitoria constitucional Jeanine Añez, ejecutada por intermedio de un subterfugio mancillado.

Pero el riesgo del verbalismo tiene doble filo. De un lado, implica la tentación que sufre el propio político masista cuando, al escucharse a sí mismo en medio de sus falsas tiradas, termina por rematar a Bolivia con su definición impúdica en términos verbalmente embusteros. Pero el otro filo del cuchillo retórico es que aún el dirigente que se sabe mentiroso y sólo quiere entretener a su audiencia mientras coopera, en los hechos, en dirección contraria, termina muchas veces prisionero de lo que dijo, víctima de lo que anunció.

¿Se puede gobernar en un sentido y hablar en otro? En un país donde mentir es más importante que gobernar, quien abra la caja del verbalismo impostor estará imitando, aunque no lo sepa, aunque no lo quiera, al aprendiz de brujo.

Una vez que el duende de la maledicencia escape del sobrio encierro de la verdad y la prudencia, cabalgará por nuestros paisajes como el Quijote que llevamos dentro, dejando a su paso los escombros y recuerdos de una de las experiencias bolivianas más nefastas, junto a las de García Meza, Melgarejo, fracasadas por la ambición sin límites.

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