
La Salle, entre legajos y papeles
Metido desde hace algunos meses entre torres de papeles y periódicos, estoy tratando de exhumar y reconstruir la historia del Colegio La Salle de La Paz, fundado hace casi un siglo, en 1923. Es un proyecto que, como una relación de amor, presenta altibajos: momentos de pasión y de desengaño. Cartas, manuscritos, recortes de prensa y revistas, todos empolvados y amarilleados por el tiempo, me están dando a conocer poco a poco la relación histórica de la institución de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fundada por san Juan Bautista de La Salle.
Trabajo en un archivo virgen, un repositorio jamás consultado por historiador alguno, lo cual es, a la vez que un honor, un desafío inmenso, pues el material, si bien ordenado y muy bien conservado, no está sistematizado para la decodificación historiográfica. La primera vez que entré en el archivo de La Salle quedé abrumado por la cantidad de documentos que tenía que consultar y procesar para su ulterior conversión en narración histórica.
Jamás hubiera pensado encontrarme con manuscritos originales de Bautista Saavedra o de Daniel Salamanca, expresidentes que profesaron un profundo respeto y amor por el colegio lasallista. Tampoco imaginé hallar tan reveladores (y desgarradores) testimonios sobre la guerra del Chaco y el compromiso del colegio con Bolivia en tan cruento evento bélico: despedidas, cartas de los soldados imberbes, fotografías de alumnos en el frente de batalla, avisos necrológicos en la prensa... Es que, hasta el final de la primera mitad del siglo XX, la historia del colegio La Salle estuvo íntimamente ligada a la historia de Bolivia, no solamente por el evento del Chaco, sino además por la estrecha y en algunos casos cariñosa relación que hubo entre varios dignatarios de Estado y los hermanos y educadores lasallistas. Hernando Siles Reyes, José Luis Tejada Sorzano, Enrique Peñaranda, Mamerto Urriolagoitia y Enrique Hertzog son, entre muchos otros, personajes que profesaron un profundo cariño y respeto por la labor educativa de los hermanos de La Salle. Lo evidencian los telegramas, las fotografías con dedicatorias y las notas manuscritas que están guardados en el archivo histórico.
Por otro lado, estoy encontrando en los registros del alumnado lasallista a personajes que luego fueron importantes periodistas, políticos, artistas y escritores, o a familiares de éstos; ahí, verbigracia, están los nombres de Fernando Iturralde Chinel, Gastón Araoz Levy, Huáscar Cajías, los hijos de Franz Tamayo (Ruy Gonzalo, Harmodio y Jaime), el hijo de Fernando Diez de Medina, Marcelo Quiroga Santa Cruz, José Fellmann Velarde, Carlos Bedoya Ballivián, Renán Estenssoro, Luis Antezana Ergueta, Gustavo Riveros Tejada, entre muchos otros.
Pero además de la historia política, el colegio La Salle estuvo ligado al buen periodismo boliviano, pues en julio de 1929 los alumnos lanzaron denodadamente su propio periódico: Excélsior, el “órgano mensual de los alumnos del Colegio de La Salle”, como decía su eslogan. Los primeros números tenían un precio de 10 centavos y se imprimían en la Escuela Tipográfica Salesiana, una de las mejores imprentas de entonces. Esta publicación fue una ostentación de pulcritud de estilo y calidad periodística. Jóvenes plumas de futuro reconocimiento nacional hicieron sus primeras armas allí con artículos, poemas y crónicas.
En una de mis últimas visitas al archivo, metido en lo más olvidado de una carpeta azul, hallé una carta firmada por el magnate e industrial Simón I. Patiño, fechada el 13 de mayo de 1932, en la que el multimillonario boliviano felicita a La Salle por la publicación de una obra de geografía que fue de gran valor para la enseñanza didáctica de la geografía boliviana y por su labor docente en general.
Todo lo escrito en este artículo es solamente un pequeño adelanto de un trabajo grande que, por la gracia de Dios, espero salga a la luz en un tiempo más. Son hallazgos que constituyen una historia que va más allá de la historia meramente educativa del país. Pueden aportar humildemente con un granito de arena a la comprensión integral de la historia general de Bolivia, y, ergo, ser un aporte a la comprensión de lo que fuimos y somos como sociedad.
pensado encontrarme con manuscritos originales de Bautista Saavedra o de Daniel Salamanca
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