
Carta a un Fénix
Pérdida
“Éste tu actor es un Vittorio Gassman”, cuenta Antonio Eguino que le dijeron amigos extranjeros sobre David Santalla, uno de los protagonistas de la película Chuquiago (1977). Enorme elogio que probablemente las nuevas generaciones no logren aquilatar, pues de Gassman, actor y director italiano ya fallecido, no se habla por aquí; pero el ganador del Oscar por Perfume de mujer (1974) fue considerado el más grande actor de Italia por su versatilidad para pasar de la comedia al drama, del teatro al cine.
Gassman hizo más de medio centenar de películas, de manera que público y crítica pudieron ver y comparar su desempeño una y otra vez. Y el actor tuvo las oportunidades para probarse y probar a los demás hasta dónde era capaz de llegar. Tal vez algo parecido pudo ocurrir con Santalla, pero dos películas –después de Chuquiago pasaron seis años para verlo en otro protagónico: Mi socio (Paolo Agazzi, 1983)— resultan reveladoras, pero insuficientes.
Es cierto que Santalla apareció como secundario en otros filmes nacionales... pero lo que pudo ser se había quedado en eso. El tiempo en estas lides es implacable.
Se puede apuntar, para explicar la escasa producción, contra la falta de apoyo estatal financiero. Porque es verdad de Perogrullo que existe gente en el país, hoy más que antes, formada en los distintos campos que demanda una película para que el producto sea competitivo aquí y en el mundo. Gente que no espera sino las condiciones para acometer la empresa de filmar y, si no, de todas maneras empeña vida y capital para hacerlo.
Que así es lo demuestran dos momentos muy claros. En uno de ellos, como consecuencia de la aplicación del Fondo de Fomento Cinematográfico, el país había asistido al estreno de cinco películas en un solo año, 1995, cuando estábamos acostumbrados a tener en promedio esa cantidad en un lustro. Las esperanzas del despegue se vieron frustradas muy pronto por las condiciones de acceso al fondo y su desaparición. Igualmente se produjo, también aprovechando las facilidades de la tecnología digital.
Hoy, el Programa de Intervenciones Urbanas (PIU) –medida proselitista ejecutada en 2019 y que ha desaparecido apenas el partido ha retomado el gobierno— tiene su correlato en una nueva especie de boom de películas nacionales, muchas de altísima calidad.
Se necesita de apoyo económico urgentemente porque el mercado nacional está completamente rendido a la gran industria del cine. Competir contra ese monstruo es imposible si no se invierte, pero no solamente en la producción sino también en el espectador. Porque flaqueamos de manera alarmante de esta parte esencial de todo proceso cultural: el espectador --que es el que explica todo esfuerzo creativo-- se muestra dramáticamente indiferente, ajeno, lejano.
De hecho, Chuquiago sigue siendo la película nacional más taquillera del país: 45 años más tarde, ninguna producción boliviana ha superado las 250 mil personas en sala en la primera temporada posterior al estreno.
Es verdad que no es sólo el cine nacional el que no tiene respuesta en Bolivia. Pasa lo propio con el teatro, la danza, la música, salvo excepciones que pintan a un espectador poco interesado en arriesgarse con algo nuevo, en buscar algo distinto de lo que se consume en masa. Poco crítico, en verdad, y no por falta de inteligencia sino de exposición a la variedad, que es la única manera de tener insumos para comparar y analizar. Para descolonizarse, diríamos.
Entre varias consecuencias nefastas de la situación me quedo ahora con lo planteado al principio: estamos perdiéndonos la oportunidad de disfrutar de nuestros actores y actrices hablándonos en un lenguaje que, siendo nuestro, nos sorprende, nos devela, nos deleita; de actores y actrices que están hablándole al mundo desde lo que somos, como somos.
Es posible que jóvenes que nos acaban de sorprender por su trabajo --Iran Zeitun, Santos Choque, Carla Arana-- vivan su debut como una despedida. Y nosotros sin saber siquiera lo que nos estamos perdiendo.
que no es sólo el cine nacional el que no tiene respuesta en Bolivia.Pasa lo propio con el teatro, la danza...
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