Catarina de Albuquerque
Directora Ejecutiva de la alianza mundial Saneamiento y Agua para Todos, acogida por la ONU
domingo , 16 de octubre de 2022 - 04:03

“Pueblos indígenas necesitan tomar decisiones sobre agua y saneamiento”

Cuando los ríos se reducen y los lagos se secan, el pueblo indígena aymara de Bolivia se reúne para rezar por la lluvia.

En los últimos años, los rezos se han vuelto más desesperados, ya que las sequías históricas han provocado estados de emergencia nacionales.

El caudaloso río Paraná, vital para las exportaciones de Bolivia, país sin salida al mar, ha descendido a su nivel más bajo en medio siglo.

El lago Poopó ha desaparecido, víctima del catastrófico cambio climático y de décadas de desvío de agua para el riego. Muchos de los Uru -el “pueblo del agua”- que han vivido del lago durante generaciones, se enfrentan a la pérdida de sus medios de vida y de su propia identidad.

Lo que plantea la siguiente pregunta: ¿Qué será de la gente del agua cuando no haya agua?

Durante generaciones, los pueblos indígenas han sido los guardianes ancestrales de los recursos naturales, pero muchos de ellos permanecen al margen de los sistemas formales de agua y saneamiento.

A medida que los recursos se agotan debido a las crecientes catástrofes climáticas, quedan al descubierto las desigualdades estructurales, como la crónica falta de financiación de las infraestructuras y los servicios de agua.

Las comunidades indígenas de América Latina tienen entre un 10% y un 25% menos de probabilidades de tener acceso a agua corriente y un 26% menos de acceso a soluciones de saneamiento adecuadas que las poblaciones no indígenas.

En cambio, casi el 40% de los grupos indígenas de Bolivia dependen de la lluvia, los ríos y los manantiales. Sin embargo, los cursos de agua vitales han sido contaminados por aguas residuales no tratadas, basura y escorrentía agrícola.

Esta falta de agua potable y saneamiento está relacionada con la propagación de enfermedades infecciosas como el cólera, la fiebre tifoidea y la diarrea. También impide que las personas se laven adecuadamente las manos con agua y jabón, lo que, según el Foro Económico Mundial, reduce el COVID-19 en un 36%.

Además, está el inmenso impacto económico. El empeoramiento de las sequías podría costar miles de millones de dólares a la región y hundir aún más a las comunidades indígenas en la pobreza al morir las cosechas y perder sus medios de vida.

Esta semana, líderes gubernamentales y expertos en clima se reunirán en Cochabamba para asistir a LatinoSan, la conferencia sobre agua y saneamiento más importante de América Latina.

En la agenda estarán la resiliencia climática y la gestión eficaz del agua para mitigar las crecientes sequías e inundaciones.

Sin embargo, también es clave para nuestra supervivencia colectiva garantizar que los pueblos indígenas estén plenamente incluidos en la toma de decisiones sobre la gestión de los recursos naturales.

Durante mis misiones como primera Relatora Especial de la ONU sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento, hablé con comunidades de tribus de todos los continentes sobre cómo sus medios de vida, incluido el acceso al agua potable, están ahora amenazados por el cambio climático, la contaminación y otros desastres provocados por el ser humano. Muchos tienen generaciones de experiencia en prácticas de conservación y tienen mucho que enseñarnos sobre cómo afrontar la crisis mundial del agua.

Por ejemplo, el gobierno boliviano financió recientemente un proyecto piloto con 23 comunidades indígenas de San Andrés y Santiago de Machaca para preservar la cuenca del río Jach'a Mauri.

Líderes indígenas han empleado antiguas técnicas de conservación como los “camellones”, que son crestas de tierra construidas en las riberas de los arroyos para protegerlos de los desbordamientos, y zanjas de infiltración para retener el agua. También han reforestado las colinas cercanas con especies autóctonas como la queñua, la kiswara y la sehuenca para evitar la erosión y conservar el suelo.

En conversaciones con líderes de la comunidad Tacana, supimos de su experiencia de décadas de trabajo con el gobierno boliviano en la conservación de los bosques y el agua. En 2015, el Consejo Indígena Tacana (CIPTA) fue reconocido en la Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU por su gestión sostenible de los recursos naturales de Bolivia.

El deshielo de los glaciares y la desaparición de los lagos son una advertencia de que no hay tiempo que perder, ni en la inacción ni en políticas performativas que no producirán la escala de cambio necesaria.

En cambio, los guardianes indígenas del agua necesitan visibilidad y voz. Y corresponde a los líderes gubernamentales dárselas.

En primer lugar, hay que respetar plenamente los derechos de los pueblos indígenas, que garantizan el acceso a los recursos del agua.

Se debe abordar rápidamente las brechas discriminatorias existentes en materia de agua y saneamiento, especialmente en las comunidades históricamente desatendidas. Ignorar los impactos de las infraestructuras desiguales, especialmente en términos de etnia, área geográfica e ingresos, sólo conducirá al fracaso frente a los crecientes desastres climáticos.

Además, los y las líderes indígenas deben tener una participación plena y significativa en la planificación y gestión de las vías fluviales y los ecosistemas vitales.

Las comunidades indígenas luchan por la justicia del agua, ya sea presionando para conseguir agua limpia en sus tierras contaminadas por las malas prácticas mineras o compitiendo para salvar las cuencas fluviales que están desapareciendo.

Sus conocimientos y prácticas de gestión del agua pueden aportar valiosas soluciones para proporcionar un acceso equitativo y sostenible para todas las personas. Sólo tenemos que involucrarlos en el proceso.

· En este artículo participaron como expertas la integrante de la Comunidad Indígena Tacana Jaidy Amutari, y Jhaquelin Dávalos, investigadora del Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica.

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