Hernán Cabrera M.
Periodista y Licenciado en Filosofía
jueves , 12 de enero de 2023 - 04:05

Yañee

Tributo a los libros para un año difícil

Y para liberarnos de tantas cadenas que tenemos, que no nos permiten ser lo que realmente queremos ser y expresar nuestra indignación, pues sigamos los pasos que nos lo señala el escritor alemán Heinrich Heine. “Soy mi propio patrón y no dependo de nadie; me siento orgulloso firme y elevado y veo a los hombres que pasan allá abajo tan pequeños, tan enanos que me resultaron un placer observarlos”.

Uno de esos caminos es que el 2023 tengas de compañero a un buen libro. Dedica algunas horas a la lectura, aprender cada día de esos grandes escritores, filósofos, científicos y artistas que hace 40, 100 o más años nos enseñaron el camino a seguir. Alimentarnos de retos que nos lanzan y desconectarnos por algunas horas. Permite que este año te devoren los libros y verás que te sentirás muy bien, pero muy bien.

Cuenta la historia de un amigo que su vida se la pasó de libro en libro. Encontraba en sus libros suficientes razones para no cerrar los ojos, para no dejarse vencer por el sueño y lo que es más grave aún por el sueño eterno. Se aferraba a cada uno de los libros de su biblioteca, se encomendaba a ellos para no desaparecer y que en cada libro emergiera las razones para seguir vivo, para vivir leyendo.

El terror a la muerte era inconmensurable. A su muerte que le rondaba cada vez que la angustia se apoderaba de su ser, de su alma, de sus sentimientos. Señor, aparta de mí ese cáliz, el cáliz de la muerte se repetía ansiosamente; pero el cáliz siempre estaba ahí presente. Ni Jesús pudo librarse de ese paso a la eternidad, pues cómo un mortal no iba seguir ese proceso degenerativo, de putrefacción, de aislamiento y de total ausencia, como el convertirse en cadáver y en restos que debajo del suelo será corroído por los gusanos.

No aguantaba billetera alguna para adquirir todos aquellos libros que eran de su agrado y que se imponía la inevitable obligación de leerlos o por lo menos ojearlos. Su biblioteca siempre lo esperaba con los brazos abiertos, era como una boa inmensa que solo se tranquilizaba cuando llegaba con algún libro bajo el brazo.

Cual animal hambriento ese espacio físico solo le interesaba engullir y tragar cuantas páginas contemplaban un libro o los textos que arribaban, que eran bien recibidos. El fantasma de la biblioteca cada noche hacía sus travesuras: cambiaba de lugar a Cortázar para llevarlo junto a Sartre; a Kafka lo quería mucho que casi no lo tocaba; a Nietzsche le generaba un miedo de locura, que lo cubría con José Martí y Gabriela Mistral, con la esperanza de que ambos contuvieran el martillo de la filosofía nietzscheana; a John Dos Pasos, lo dejaba medio abierto; Celine y Tolstoi lo inquietaban tanto que sus libros nunca estaban en el lugar que lo dejaba, provocaban terremotos en cada noche; a Proust, a Dostoviesky, Platón y Cervantes los tenía bien juntitos, porque eran cuatro grandes inmensidades que entre ellos tendrían que controlarse para no generar desbarajustes ni tormentas en esa pequeña biblioteca.

Estaban también García Márquez y Roberto Bolaños, que los tenía en su lista de los intocables. A Henry James lo ponía a competir con Simoune de Bouvier, Vargas Llosa, Connrad y Dickens; Hemingway lo inquietaba tanto que suponía que siempre lo estaba apuntando con su escopeta listo para dispararle, así como el escritor que amaba a Cuba, se destaparía los sesos en esos momentos supremos e irrepetibles de afirmación y de negación. Caramba Mishima, el otro que lo perseguía con su espada samurái. Quizás San Agustín era el que ponía algo de orden, pero le recordaban siempre su vida pasada, de locuras y de amores. Mo Yan, vivía todavía, pero sus libros arrojaban sangre y muchas lágrimas, que donde depositaba “Sorgo Rojo” o “Vino”, dejaban rastros de violencia. Pablo Neruda, Benedetti, Machado formaban una orquesta, que cada noche dejaban escuchar sus melodías y eso asustaba a los vecinos de su barrio.

Ahí estaba su biblioteca, aparentemente apacible y tranquila, pero ni a los minutos que apagaba la luz y cerraba la puerta, se armaba la fiesta y resurgía en tormentas, vidas, tempestades de sensaciones, sentimientos, locuras, discursos, de una orgía de palabras y de susurros.

Moriré el día en que lea todos los libros, era su máximo deseo y quiso encomendarse a Dios, pero no lo escuchaba, y seguía viviendo, le quedaba muy poco tiempo. Probaré con el Diablo para que tenga vida eterna, dijo; pero Lucifer no sabía leer y no le interesaba esa alma ilustrada para su tropa de malvados e ignorantes.

Decidió convertirse en un fantasma y convivir con todos esos muertos que aparecían en las solapas de sus libros inquietos. Un fantasma que cada noche ingresaba clandestinamente a su propia biblioteca y disfrutaba con ardor, pasión, locura, amor y fuego cada página de cada libro que se resistía a que sea archivado o cerrado.

Que estos 365 días sean diferentes y altamente plenos, objetivo que un buen libro te podrá ayudar a conseguir.

Permite que
este año te devoren los libros y verás que te sentirás muy bien, pero muy bien.
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