Pablo Mendieta Paz
Músico y escritor
jueves , 22 de septiembre de 2022 - 04:03

Un boliviano notable

Hacer semblanza de alguien que en su vida realizó obras de trascendencia, un humanista y preclaro pensador que trazó huellas profundas para las generaciones que le siguieron, significa una tarea harto compleja. Por ello mismo, esta reseña, a los cincuenta años de su muerte, solo hará mención a lo más destacado de la vida de un erudito: Nicolás Fernández Naranjo.

En su desempeño como artista, Fernández Naranjo sintió desde pequeño el despertar de una de sus primeras pasiones: la música. Con esta vocación, se trasladó a la Universidad de Estrasburgo y completó sus estudios con mención en órgano y dirección de coros. Como organista, tuvo presentaciones en la catedral de Notre Dame de Estrasburgo interpretando obras de Buxtehude y de Bach; y como director, ya en Bolivia, ejerció por muchos años en el recordado Coro Polifónico Nacional, del cual se conformaron otros elencos corales que siguieron la huella marcada por el ilustre director.

Inclinado al arte mayor, y a una elevada visión de vida, en su intimidad de hombre y prominente masón, quizás se encontró de pronto en esencial unión espiritual y de arte con un encumbrado masón como lo fue Mozart; motivo por el que hoy se ve que ello pudo haber influido poderosamente para que Nicolás Fernández Naranjo fuera el primer músico en Bolivia en dirigir su colosal Réquiem, una grandiosa aventura artística que aproximó la actividad musical de nuestro país con el desarrollo del arte en las grandes capitales.

Pero no solo fue la música, a través de creaciones e interpretación lo que distinguió a este hombre. Científico, filósofo, pensador, psicólogo, lingüista e investigador de todos los ámbitos del conocimiento, ejercía, entre otras tareas, la docencia de Axiología, a la par que Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad Mayor de San Andrés, docente fundador de la Escuela de Altos Estudios Nacionales, u Oficial Mayor de Cultura de la Alcaldía de La Paz.

Por su dilatado bagaje intelectual, no podía faltar una iluminada vena creativa a través de la cual volcar toda su inquietud y aspiración literarias que se agitaban en su interior y que lo encumbraron a concebir obras de eminente valor: Trípticos trascendentes, texto de poemas notable en calidad y estructura; La vida fulgurante de Pabón, maciza biografía del héroe, a quien ensalza como a uno de los personajes admirables de nuestra historia; Louanges de la France (Elogios de Francia), una gigantesca obra poética escrita en francés que entregó, en mano propia, al presidente de Francia Charles de Gaulle; Psicología del hombre boliviano, un perfil escrupuloso y objetivo acerca de la idiosincrasia del hombre y la mujer de nuestra tierra, visto a través de una óptica estrictamente
científica.

A tales obras se une La poesía en Francia, un elevado análisis de la poética francesa, cuya musicalidad de la lengua y de sus inagotables posibilidades de creación literaria, lo llevaron a escribir sustanciosos ensayos estimulado por la pasión que sentía por Francia; país del que recibió, por su lucha en favor de la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, la máxima condecoración de Caballero de la Legión de Honor, así como dos galardones de alta jerarquía del Parlamento de Israel.

No puede dejarse de lado su faceta como traductor de muchas obras, quizás, la más importante, La laguna H3 del esclarecido escritor nacional Adolfo Costa du Rels, traducida del francés al castellano; ni tampoco ampliar su producción literaria con títulos pedagógicos como Preceptiva literaria, Los géneros literarios, Técnica literaria; y el primer Diccionario de bolivianismos escrito en Bolivia, del que otros autores bolivianos se han basado para elaborar trabajos similares.

Así como la música fue tal vez su más grande vocación –o una de las más grandes, porque a todas les dio importancia y estudio capitales-, fue un políglota en todo el sentido de la palabra. Aprendió por él mismo catorce idiomas, bajo el método de consulta de la gramática y vocabulario en cuanto libro de enseñanza de lenguas hallaba entre sus manos. No es entonces extraño encontrar manuscritos suyos con trabajos en aymara (fue docente universitario de este idioma), hebreo, ruso, griego, latín, sánscrito...

Mucho aún por decir, en esta breve y concisa historia de vida se ha pretendido recrear la grandeza de este polímata boliviano, a tiempo de recordar su partida hace cincuenta años. Pocas pueden ser las palabras que expresen la fuente inagotable de su genio, porque sí que lo fue, si admitimos que la genialidad es la capacidad mental extraordinaria para realizar cosas admirables. Pero no solo que esto hizo Nicolás Fernández Naranjo, sino que se empapó profundamente de las estelares materias que el universo nos obsequia para estudiarlas.

No lo olvidemos.

Pocas pueden
ser las palabras que expresen la fuente inagotable de su genio, porque sí que lo fue
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