
Veinticinco de mayo en oriente
La culta Charcas es un hospedaje en medio de paisaje cautivante. Asoma singulares prodigios de la naturaleza, en un ámbito de silencio, sólo interrumpido por las voces que nacen en las arboledas. Amorosos hoteles concebidos con visión restauradora y descubrimiento de tesoros ocultos. Si de allí seguimos avanzando, nos encontramos con otra faz de la Chuquisaca tradicional: Potolo, donde las formas zoomorfas de sus textiles son el certificado de la creación artesanal conservada en los años. Cada una de esas piezas tejidas al impulso de un lenguaje abstracto, nos habla de tiempos remotos, de fe pagana y de creencias míticas propias de los jalq’a.
La lengua quechua endulzada en las frases de bienvenida, pone un tinte especial, allí donde las serranías y el río que baña sus sembradíos ya son otro motivo de particular atracción. Treinta kilómetros hacia el norte de Sucre, hay huellas que impresionan al transportarnos a mundos desconocidos. Son las huellas de dinosaurios, vestigios de especímenes monstruosos que dominaron la Tierra, dejando a su paso la identidad de su presencia solitaria en la región llamada Cal Ork’o, imagen del farallón con huellas de 332 especies, origen del Parque Cretacio, réplica paleontológica de abelisaurios, iguanodontes, titanosaurios y reptiles marinos.
Existen en Bolivia ciudades que nos transmiten los rumores circundantes de más de cuatro siglos, llegados hasta nuestros días en un abrir y cerrar de alas portadoras de las imágenes ya trazadas por la historia, el amor y la gratitud. El recuerdo indeleble de su heroína Juana Azurduy de Padilla, cabalgando por polvorientos caminos, trae a la memoria el rescate de la cercenada cabeza del valiente esposo, Manuel Ascencio Padilla, en la más patética imagen de heroísmo contemplada con los ojos de horror nebuloso de los yamparaes.
Las otoñales páginas de la historia refrescan fechas y nombres: 1540, Pedro de Anzúres funda Chuqisaca. 1552 fundación del Obispado de La Plata. 1560 se edita en Valladolid: Arte y Gramática de la Lengua Quechua. 1809, rebelión armada contra el dominio español. 1825, proclamación de la independencia de Bolivia.
Pasó el tiempo, y al llegar un nuevo aniversario de la justa libertaria en Chuquisaca, el pueblo enarboló banderas nacionales en celebración a los más de dos siglos de libertad. Muchísimos años en pos del progreso, el linaje de la capital Sucre, se muestra rodeada por los caserones de blancas fachadas. Su cultura, rememorando la cuna de libertad y sabiduría desde los muros de una de las universidades más prestigiosas de Bolivia: Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, por donde pasaron insignes hombres latinoamericanos.
Ya en el actual siglo XXI, Chuquisaca abre las ventanas de su capital moderna, edificada sobre la nostalgia de una arquitectura religiosa atrayente y espiritual. Sus calles y avenidas abren espacios hasta donde convergen historia, fantasía, duendes y amoríos.
Hoy son los barrios aledaños los que le dan una nueva brisa de encanto. Imponente el Churuquella, en diálogo con el Sica Sica, velando por la ciudad. Visitar Chuquisaca por intermedio de Sucre, Yotala, Yamparaez, Serrano, es descubrir nuevos rincones, palpar su historia desde el silencio de sus viejas construcciones. Es penetrar en la penumbra de sus colosales templos, en una gigantesca exposición plástica, reveladora del talento de los pintores, arquitectos y escultores surgidos en el Virreinato, en la Colonia y la República.
Historias sagradas, milagros admitidos y leyendas que dieron solidez a un pueblo inmerso en una cultura superior, recogida de las escuelas de Sevilla y Granada. Barroco, Manierismo, influencia flamenca, romanismo y arte moderno, sin olvidar las creaciones indígenas, brillantes en su artesanía.
El carnaval de Tarabuco, es el más singular de toda Bolivia. Posee una línea musical autóctona, donde los píncollos hacen de orquesta y permiten a sus habitantes danzar vestidos de indumentaria colonial acompañados de imponentes ñustas. Sin lugar a dudas, un carnaval folclórico sin parangón.
Cargada de gloria está la Casa de la Libertad, donde aún parecen departir las figuras emblemáticas de los Padres de la Patria. El Palacio de Gobierno, La Glorieta, con sus fantasmas y sus oropeles aristocráticos y un Prado con la Corte Suprema de Justicia. A todo ello se suman edificios bancarios, históricos colegios, monumentos a próceres de la independencia y un señorial teatro. Sumar a todo aquello plazas, parques y lugares de paseo, es tener presente la visión de una ciudad encantadora, declarada Patrimonio del mundo.
las ventanas de su capital moderna, edificada sobre la nostalgia de una arquitectura religiosa atrayente y espiritual
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