Rolando Morales Anaya
Economista
miércoles , 10 de mayo de 2023 - 04:04

Volver al Bolsín

Una economía puede estar sana y tener un sistema bancario sólido, pero es suficiente que cunda el pánico para que entre en crisis. En la coyuntura actual, algunos colegas difundieron la idea de que estábamos al borde del precipicio, basados en una sola variable (las reservas internacionales), criterio que fue emulado por algunas agencias internacionales, hizo eco en la prensa y últimamente en los bancos, quienes manejan los depósitos del público en dólares a su libre albedrío, incluso retienen discrecionalmente remesas. El gobierno tiene también parte de culpabilidad al perseguir judicialmente a los libre cambistas (algo que es ilegal) y en plantear de mala manera la compra de oro (algo que es legítimo). Por otra parte, generando conflictos internos, el partido de gobierno contribuye a profundizar ese sentimiento de incertidumbre que invade a los agentes económicos.

Actualmente, la oferta de dólares en el mercado es escasa y discrecional no obstante que se espera un buen comportamiento de las exportaciones y de las remesas que juntas podrían llegar a unos 16 mil millones de dólares. Además, las actividades llamadas informales aportarán unos 3 a 4 mil millones de dólares. Luego, no cabe un temor objetivo sobre una escasa oferta. Sin embargo, existe miedo y preocupación que generan inestabilidad y la reticencia de los oferentes de dólares a ampliar su oferta en el mercado. A este se añade el desprestigio de ASFI por lo que ocurrió con el banco Fassil y por su ineficiencia en controlar las operaciones ilegales de algunos bancos como el retener depósitos y remesas.

De poco o nada sirven las declaraciones de las autoridades buscando reponer la confianza del público.

Para volver a un clima de confianza, el público y la banca esperan alguna acción “contundente” (como solemos decir) por parte del gobierno en el mercado cambiario, no solo declaraciones. Mientras no la haya, continuará la incertidumbre, los actos ilegales y la especulación. Tiene que ser una acción de gran impacto psicológico como, por ejemplo, volver al Bolsín. Sin duda, al hacerlo, el gobierno será tildado de neoliberal y gonista, pero eso será menos grave que seguir alargando el pánico cambiario. Se trata de un mecanismo que establece el precio de la divisa según la oferta y la demanda bajo supervisión y control del estado por medio del Banco Central.

A continuación, van algunas reflexiones sobre el precio de la divisa.

El precio de “equilibrio” del dólar está sujeto a 3 tensores: a) La oferta y demanda de dólares para transacciones internacionales, b) La demanda de dólares con fines de precaución y especulación, c) El impacto del precio del dólar en el presupuesto fiscal. Estos tensores pueden llevar a precios diferentes del dólar creando una situación de desequilibrio en el mercado cambiario.

Los dos primeros tensores pueden llevar a un precio único de la divisa si es determinado libremente a partir de un mecanismo como el Bolsín que había antes. Pero este precio puede no ser el adecuado para las finanzas públicas y, si es bajo, puede ser contraproducente para la producción nacional. Luego, se requiere conciliar lo que puede ser un libre mercado de las divisas con los intereses del estado y del sector productivo.

La reposición de la flotación controlada vigente hasta el año 2006 es una modalidad de manejo del tipo de cambio que logra esa conciliación fijando los límites del intervalo de variación del precio de la divisa según su impacto sobre el presupuesto fiscal y sobre el sector productivo.

En los últimos años, Bolivia se ha visto inundada de todo tipo de productos de importación. Algunos son bienes que Bolivia no produce; en otros casos, son bienes que hacen competencia a la producción nacional. Entre estos últimos se puede distinguir a los producidos en el exterior con altos niveles de productividad, con los cuales no se puede competir, y a los producidos con niveles de productividad similares a los de Bolivia pero, que debido a la subvaluación del precio de la divisa, son más competitivos que los producidos localmente. Es necesario proteger a estos últimos con un precio adecuado de la divisa.

Luego, se
requiere conciliar lo que puede ser un libre mercado de las divisas con los intereses del estado y del sector
productivo.
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