Augusto Vera Riveros
Jurista y escritor
lunes , 27 de junio de 2022 - 04:00

Y por si fuera poco... ¡el fútbol!

Yo también —como muchos— tengo mis preferencias respecto a un equipo de fútbol de nuestro medio, pero mi favoritismo sobre él no llega al apasionamiento ciego por algo que más bien tendría que servir para diluir, por momentos, la complejidad de la vida en lugar de amargarla con discusiones que no resuelven nada, porque no soy el que juega ni está en mis manos cambiar algo, como no está en las de nadie que no sean los propios protagonistas.

Pero si al estado de cosas que imperan en el país en materia política —en la que sí todos podemos aportar para días de menos infortunio— y al parcelamiento que los políticos han hecho en castas —al mejor estilo feudal— del pueblo boliviano, que solo ha cometido el pecado de tener algunos nativos de la frigidez andina y otros del verdor del oriente, le sumamos el patético fárrago entre cambas y collas respecto a quién es mejor jugando a ese deporte (que, bien jugado, tiene algo de artístico), entonces el pueblo, a quien injustamente desde hace varios años se lo quiere enfrentar solo por ser indígenas contra “gente bien”, termina retrocediendo porque ningún partido de futbol o la consecución de título alguno justifica el trato chabacano que leemos.

Y es que, desde hace algunas semanas, las redes sociales que han alcanzado tan nociva relevancia en la comunicación, son tribuna para que dirigentes, técnicos, jugadores, periodistas e hinchas se acribillen con adjetivaciones y posturas que, tratándose de los primeros enunciados, son prueba de una incultura llevada al extremo. Pero lo que en ellos es más preocupante es el desconocimiento de la realidad que afecta a nuestro fútbol.

Necedad sería no admitir que por lo menos el ochenta por ciento de los jugadores nacionales que juegan en equipos profesionales, incluidos los de La Paz, son oriundos de Santa Cruz, pero también hay que ser miope para no ver que los equipos de esta parte del país, no marcan la diferencia gracias a ellos; luego, también es hidalgo reconocer que siendo los cruceños los mejores exponentes de este deporte, su nivel de todas maneras es muy modesto, pues salvo excepciones como Romero, Etcheverry, Sánchez, Melgar, Peña y alguno que otro más, no salieron jugadores verdaderamente de jerarquía, ni antes de ellos, ni ahora. De donde se puede concluir que los equipos paceños, principalmente Bolívar y el legendario The Strongest, deben su supremacía a jugadores extranjeros exageradamente caros para nuestra economía y que no tienen equivalencia en los equipos del oriente.

Nada más falsa es la afirmación de que solo el presidente Marcelo Claure hizo posible que su equipo contrate jugadores de alta cotización. Cualquiera sabe que desde hace muchas décadas, y sin pausas, Bolívar se hizo de jugadores de la categoría de Rojas, Troncone, Giuntini, Zeoli, Hirano, López, Urruti; pero fueron y aún son muchos más, lo que en Santa Cruz nunca sucede.

En resumidas cuentas, en el fútbol profesional moderno se trata de ganar títulos y si en las posibilidades financieras de sus arcas está permitido enlistar a jugadores talentosos, pues no solo es lícito, sino absolutamente justo. Quien invierte más debe obtener mejores réditos, y todo ello sin contar que los jóvenes jugadores cruceños destacados optan por venir a La Paz porque acá están mejor remunerados y forman parte de clubes mejor estructurados.

Por último, mientras Santa Cruz tenga tantos equipos profesionales, a los motivos antes señalados se suma que todos ellos tienen un nivel parejo, de tal manera que se restan puntos entre ellos en beneficio de los demás, y, para colmo, en los últimos años pierden tantos puntos de visitantes como de locales ante rivales de altitud.

Basta de crear más división en un ámbito en el que no tienen cabida los lloriqueos de unos y la soberbia de los últimos campeones, que no hacen más que provocar antipatías. Los bolivianos ya tenemos bastantes conflictos como para desgastar energías en odiosas confrontaciones de este tipo.

Los bolivianos
ya tenemos bastantes conflictos como para desgastar energías en odiosas confrontaciones de este tipo.
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