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El FMI, el gobierno y la sordera mutua

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La Paz - martes, 20 de septiembre de 2022 - 5:00

El FMI ha emitido su informe anual sobre Bolivia. Es un informe de análisis de la coyuntura boliviana –se realizan parecidos reportes para otros países- en el que hace un diagnóstico de los indicadores macroeconómicos y se envían varias recomendaciones al país.

Hay palo y zanahoria: en una parte del mismo se valoran los avances en reducción de la pobreza y la inclusión social, pero también se hacen advertencias sobre el estado y el futuro de la economía boliviana.

En ese ámbito, la observación más importante es que el déficit fiscal no es sostenible y que es preciso recortar gasto, ser más eficientes en el uso de los recursos y buscar más ingresos con tributos, especialmente al enorme sector informal. Además, el FMI pone un acento a la subvención de combustibles, y estima que mantenerla le significará más de 1.500 millones de dólares al país (más del doble de lo previsto por el Gobierno en el Presupuesto General del Estado), lo que representa alrededor del 3,7% del Producto Interno Bruto y puede llevar el déficit fiscal al 8,5%.

Asimismo, el reporte sostiene que mantener su tipo de cambio fijo también incrementará el déficit primario alrededor del 1,5% del PIB, por lo que sugiere flexibilizar el tipo de cambio. También propone vigilar la mora bancaria, producto de los programas de diferimiento de pagos que se implementaron durante la pandemia y que hace unos días repercutieron en una subida del 2,1% en la mora bancaria.

Según el FMI, en este contexto, el gobierno tendría que restringir los gastos, incluso eliminando el aguinaldo de fin de año, restringiendo el crecimiento de los salarios del sector público, limitando el crecimiento de la inversión pública y reduciendo los subsidios.

Las recomendaciones han producido, como era de esperar un rotundo rechazo de parte de las autoridades económicas. El ministro de Economía, Marcelo Montenegro, señaló que “somos un país soberano, tenemos una política económica soberana desde el año 2006 (...) ya no nos sujetamos a las directrices que sugiere el FMI”, y ratificó que no se modificará el tipo de cambio.

El analista Gonzalo Chávez definió el cruce de opiniones entre el Ejecutivo y las sugerencias del Fondo Monetario como un “diálogo de sordos”, pues el gobierno rechaza cualquier crítica por provenir de este ente que representa la esencia del neoliberalismo, y el FMI sigue dando las mismas recetas desde los años 90 a todos los países, sin adecuarlas a la realidad de cada uno de ellos.

En efecto: el diagnóstico del FMI es una verdad de Perogrullo que ya ha sido detectada por los economistas nacionales una y otra vez, sin que el gobierno se llame a la reflexión. Tal el exitismo del Ejecutivo con su modelo económico -que pasa ahora por otro buen momento con el aumento de los precios de algunos minerales por la guerra en Ucrania-, que no ha sido capaz de tomar medidas estructurales que diversifiquen lo productivo, mejoren la industria y la educación, y salgan de la matriz tradicional de exportar materias primas. Sin mencionar que en estos meses, con el agotamiento de la exportación gasífera, importamos más hidrocarburos de lo que exportamos.

El FMI ni menciona soluciones estructurales, no hace propuestas, por lo que ayuda al gobierno en el fácil expediente de vituperar en su contra sin siquiera plantearse las preguntas de fondo: ¿cómo se garantiza la sostenibilidad económica -que es la principal credencial de esta gestión- en medio de tantas amenazas? Eso ni lo sospecha el informe del Fondo.

Por ello, más interesante que las recomendaciones del FMI son las cifras que muestra como proyección y que hablan de una desaceleración del crecimiento y un alza de la inflación, que coinciden con las proyecciones del mismo gobierno.

De no ser por la elevada informalidad, los ingresos cuantiosos de las importaciones legales e ilegales (contrabando) y el narcotráfico, la economía boliviana estaría al borde del colapso. No se han dado pasos certeros en temas de empleo ni productividad. Por ello, antes que un oráculo, el informe del FMI es una radiografía, un diagnóstico, que debiera servirnos a todos.

En ese ámbito, la observación más importante es que el déficit fiscal no es sostenible y que es preciso recortar gasto.
Por ello, antes que un oráculo, el informe del FMI es una radiografía, un diagnóstico, que debería servirnos a todos.

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