Editorial
El patrimonio de la credibilidad
Sobre llovido mojado. “La rebaja de la calificación de Bolivia de ‘B’ a ‘B-’ refleja el agotamiento de sus reservas de liquidez externa, lo que, a la luz de una vinculación monetaria, ha aumentado en gran medida la incertidumbre a corto plazo y los riesgos macroeconómicos”, dice el reporte de la calificadora internacional Fitch Ratings sobre Bolivia.
Otra calificadora, Standard&Poor’s, si bien puso bajo vigilancia a Bolivia por la caída de las reservas internacionales, mantuvo la calificación del país porque “reconoce las acciones llevadas adelante desde el Gobierno nacional como el financiamiento gestionado, pendiente de aprobación en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), que permitirá estabilizar las reservas”.
Como consecuencia, el riesgo país de Bolivia superó los 1.000 puntos por primera vez. Es decir que Bolivia tendría que pagar un 10% más de intereses que un bono que tiene calificación AAA, ¡el de menor riesgo! Esto encarece y complica el acceso al crédito externo en el momento en que más se lo necesita.
Estos reportes vienen a sazonar la ya complicada situación del sistema financiero del país. Los temores por la baja de reservas han derivado en un clima de incertidumbre y desconfianza originada por la falta de dólares y, como las desgracias nunca vienen solas, se sumó otro inconveniente: cientos de clientes del Banco Fassil intentaron sacar sus depósitos ante los rumores de insolvencia del mismo, por lo que la entidad tuvo que poner límites a la salida de fondos, negando que se encuentre ante una quiebra.
Tanto el Banco Fassil como el ente regulador, la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI), garantizaron que los clientes no perderán sus ahorros y que la entidad no fue intervenida, sino que está bajo un Plan de Regulación “para superar algunas debilidades”. Reynaldo Yujra, director general de la ASFI, aclaró además que no es la primera vez que una institución financiera del país ingresa en un Plan de Regulación, y remarcó que la Ley del Sistema Financiero prevé un fondo de protección al ahorrista que dispone recursos para evitar pérdidas.
Pero, ¿en qué consiste este fondo y hasta qué monto garantiza? El fondo nació con la Ley 393 de Servicios Financieros que introduce mecanismos para la protección de los ahorristas, con el fin de evitar los problemas que se tuvieron en los años 90 y principios de los 2.000 con la intervención y liquidación de algunas entidades financieras.
El tema del seguro de depósitos está en el Capítulo VI de la Ley de Servicios Financieros (art. 535 al 542) y establece que el monto máximo de cobertura es de 40.000 UFV, es decir 96 mil bolivianos.
En otras palabras, de acuerdo a la ley solamente los depósitos hasta ese monto (cerca a 10 mil dólares) estarían cubiertos por esa garantía, ¿qué del resto?
Justamente en estos días, el sistema financiero norteamericano fue removido con la quiebra de dos importantes bancos, uno de ellos el 16avo del país, el Syllicon Valley Bank. Ante la corrida, el propio presidente norteamericano, Joe Biden, salió al paso afirmando que incluso por encima de los márgenes que impone la ley en su país, su Gobierno se haría cargo de la devolución de todos los depósitos de los clientes afectados.
¿Eso está asegurado en el país? Aunque la palabra de la ASFI es tranquilizadora, puede no resultar suficiente en momentos como el actual, en el que las sensibilidades están expuestas. En situaciones como ésta hace falta una política de comunicación asertiva, que despeje rumores y contribuya con certidumbres: y debe venir del propio ministro de Economía y Finanzas, no de autoridades sectoriales.
La credibilidad es un patrimonio indispensable en momentos de fragilidad, y es totalmente entendible la angustia que se apodera de los ciudadanos que no cuentan con una palabra oficial y tranquilizadora de sus principales autoridades.
Lo mínimo que se espera del gobierno del presidente Luis Arce, gurú del modelo económico, es que actúe como estadista. Dejar la interpretación de los hechos a las redes sociales y a la especulación es no solo poco empático, sino profundamente irresponsable.
es tranquilizadora, puede no resultar suficiente en momentos como el actual.
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