Editorial
Repudiable maniobra para elegir al Defensor
El MAS es el mismo de siempre. Impone, atropella y toma el poder incluso de las instituciones que, según la Constitución Política del Estado, deberían ser independientes. Aprovechando que 32 opositores pidieron licencia para no asistir a la sesión legislativa del viernes, el MAS cambió el orden del día para incluir de forma sorpresiva la elección del Defensor del Pueblo porque la Carta Magna establece que esta autoridad debe ser nombrada por dos tercios de votos de los presentes y no así del total de los miembros del cuerpo legislativo.
De los 32 opositores que pidieron licencia, 16 lo hicieron para asistir a los actos de la efeméride cruceña, mientras que otros argumentaron otro tipo de actividades. De tal forma que Pedro Callisaya, el candidato que fue promovido por el oficialismo desde que se inició el proceso de selección, fue nombrado en el cargo de Defensor del Pueblo con 95 votos a favor. Sólo se registraron dos votos blancos.
La Asamblea estaba citada para tratar las observaciones del Ejecutivo a dos leyes económicas y la transferencia de unos lotes de terreno, pero el reglamento de debates establece que el orden del día puede alterarse por dos tercios de los presentes. Y justamente eso es lo que hizo el MAS, aprovechar que los opositores estaban ausentes para elegir al Defensor del Pueblo.
Es reprochable la actitud de los opositores que, conociendo la forma artera en la que actúa el MAS, debieron asegurar su presencia en la sesión legislativa. Pero, es más condenable la maniobra del MAS, que aprovecha cuanto recurso tiene a su alcance para tomar el control de las instituciones, incluso aquellas que pertenecen al pueblo.
Ya antes hubo cinco sesiones frustradas para elegir al nuevo Defensor del Pueblo. En los primeros intentos ni siquiera el MAS lograba ponerse de acuerdo con un único candidato y luego los opositores frenaron la elección porque con su asistencia se aseguraba que el MAS no consiguiera los dos tercios de votos. El oficialismo tenía su candidato y los opositores lo propio, pero nunca hubo interés de armar consenso en torno a una persona independiente.
Incluso, el oficialismo tenía un plan B que consistía en que, si la Asamblea no lograba elegir al Defensor en determinado tiempo, podía hacerlo el presidente Luis Arce de forma interina. Pero, no fue necesario que Arce hiciera uso de ese poder conseguido, también de manera artera, en un juzgado de La Paz.
La Asamblea preparó todo para conseguir el objetivo: Diseñó una agenda aparentemente sin importancia, citó a la sesión un viernes cuando habitualmente el trabajo legislativo es de martes a jueves y lo hizo un día antes de la efeméride cruceña porque seguramente muchos irían a rendir homenaje a la tierra oriental, todos menos los cruceños del oficialismo. También envió de viaje al presidente nato de la Asamblea, David Choquehuanca, para que nadie tenga que restregarle sus incoherencias discursivas.
De nada sirve su retórica concertadora ni su metáfora del cóndor que sólo puede volar si el ala izquierda está en equilibrio con la derecha. De nada sirve si va a escapar de sus funciones para que su bancada haga lo que quiera.
Pero, el viaje no salva de la responsabilidad a Choquehuanca, quien cargará con una Defensoría convertida en agencia gubernamental, sin legitimidad y en franco deterioro, al punto de poner en duda la necesidad de su existencia.
Si había una autoridad que debía ser elegida por consenso no sólo político sino nacional, ése era el Defensor del Pueblo, porque se entiende que la institución a su cargo está para velar por los derechos de los ciudadanos frente a los abusos del Estado. Si la Defensoría responde al oficialismo, entonces no hay quién defienda a los perseguidos políticos, a los torturados, a los detenidos preventivos sin juicio ni sentencia, a los que piensan diferente. “Misión cumplida”, dijo el presidente de Diputados, Freddy Mamani, quien presidió la nefasta sesión. Si ése era el objetivo, un aplauso azul para él.