Editorial
¿Un hombre pobre o un pobre hombre?
En su fallido intento de parecer un hombre pobre, el expresidente Evo Morales termina haciendo el papel de un pobre hombre. Acostumbrado como está a victimizarse, dice que no tiene dinero, que está fregado y que sobrevive con su dieta de expresidente.
El punto es que la dieta es de 21 mil bolivianos y al haber dicho que es “un pequeño salario” ofende a la mayoría de los bolivianos que ni en sus sueños han visto ese dinero junto.
Pero, Morales, además de tener ese beneficio del Estado, que por ley le corresponde y no es para nada cuestionable, se moviliza en aviones privados, cuyo costo de operación es de 3 mil dólares la hora, tal como sucedió en su visita al Carnaval de Oruro.
También hace uso de las aeronaves de la estatal petrolera Pdvsa, sobre todo cuando tiene que viajar al extranjero, como a la posesión del presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, o en su reciente visita a Caracas. El presidente Luis Arce coincidió con Morales en Venezuela para homenajear al fallecido Hugo Chávez, pero como los dos líderes del MAS no se puede ni mirar, tampoco podrían compartir el avión del Estado.
Cuando se moviliza por tierra, lo hace en una vagoneta valorada en 160 mil dólares que, según dice, es prestada por la embajada venezolana. En todo caso, no es el único vehículo con el que se lo ha visto. Incluso algunas veces ha utilizado automóviles estatales.
En sus últimas declaraciones juradas ante la Contraloría, cuando todavía ejercía como Presidente, ha señalado que es propietario de ocho bienes, aunque el reporte de la Contraloría es tan poco transparente que no se puede saber el detalle de éstos y tampoco se muestra la evolución de los reportes para conocer cómo crece o decrece el patrimonio de los funcionarios públicos. Ese desglosado existía hasta el año 2012, pero fue retirado cuando los medios hicieron un comparativo para mostrar cómo había crecido el patrimonio de Morales desde que entró a la Presidencia.
Pero, como la vida de Morales es pública, se sabe que tiene un bonito chalet en Cochabamba, donde se lo ha visto ch’allando en el Carnaval; una casa cerca de la laguna Alalay, de la que habla en su libro autobiográfico; dos chacos en el Chapare (uno en San Francisco y otro en Villa Victoria); y su humilde (ésa sí es humilde) casita de Orinoca.
No está mal que Morales tenga bienes y comodidades; finalmente, ha trabajado como presidente del Estado durante 14 años y se merece llevar una vida digna. Lo que es cuestionable es su incomprensible manía de mentir y de mostrarse como un hombre que no tiene dinero ni para cubrir sus más básicas necesidades.
Si ha ganado un salario privilegiado durante 14 años debe tener buenos ahorros, además de sus ingresos por su dieta vitalicia de exmandatario y los réditos por sus dos chacos del Chapare, donde tiene plantaciones de arroz y un criadero de pescado.
En este recuento no ingresa, por supuesto, la millonaria cuenta bancaria del MAS, a la que aportan todos los funcionarios públicos por obligación y que está a cargo de Evo Morales por ser el presidente del partido; tampoco entran los aportes sindicales de las federaciones del Chapare, de las que también es el máximo ejecutivo.
Morales ha sido un niño pobre cuando vivió en Orinoca, quién podría dudar de eso. Incluso, cuando migró a Oruro tuvo que trabajar de trompetero para costearse la vida; y una vez en el Chapare, como sus demás compañeros, se convirtió en un cocalero.
Esa historia ha creado un halo de romanticismo en torno al indígena pobre que ha llegado a la Presidencia y, seguramente por eso, Morales se niega a cambiar el libreto de su vida.
Pero, muy poco o nada queda del Evo Morales que salió de Orinoca, incluso queda muy poco del líder que conquistó a las masas para llegar a la Presidencia en 2006. Ahora Evo Morales es un dirigente partidario que, por sus años en el poder, podría considerarse un dinosaurio de la política, de esos que son capaces de torcer la verdad de su propia vida para preservar su poder y sus privilegios.
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