Wara Arteaga Very / El Alto
Rosmery Cabrera no tiene una vida ostentosa, pero ha sabido mantener a sus dos hijos con los pocos ingresos que recibe. Cada día, desde hace un mes, el sueño de tener un oficio fijo que represente ganar más dinero para apoyar a sus retoños se ha hecho realidad. La mujer, delgada y de 45 años, recibió ayer su certificado como albañil.
Junto con otras 37 mujeres, Cabrera culminó el taller de albañilería en obra gruesa y fina. El curso fue dictado por la Alcaldía de El Alto, institución que recibió el apoyo de ONU Mujeres y Red Hábitat.
Todas las graduadas han tenido diferentes razones para estudiar albañilería, pero tienen algo en común: romper todo tipo de prejuicios y demostrar que ellas pueden dedicarse a este oficio "de hombres”.
María Luz de 19 años, antes de ingresar al taller, buscaba trabajo. Cuando se enteró del curso gratuito, no lo pensó mucho y decidió inscribirse. "Mi familia me apoyó, además no es difícil, si los hombres pueden hacerlo, entonces por qué nosotras no”, comenta la mujer, que es madre de una niña.
Para la joven, aprender este nuevo oficio representa también un ingreso fijo y una independencia económica. Y justamente, el objetivo de este programa es llegar a la vida de las mujeres para empoderarlas en el ámbito económico y político.
Pastora Zuñagua, asistente del proyecto "Mujeres en la construcción para el empoderamiento político y económico” de ONU Mujeres, destaca que este rubro tiene ventajas que no ofrecen otros oficios.
"No les piden que sean bachiller, ni (tampoco) estudios. También, no les piden muchos requisitos como otros empleos. Reciben sueldo mensualmente, algunos las afilian a las AFP, aportan y tienen seguro. Además los ingresos son más elevados que en otros rubros”, explica.
Una mejor paga es una de las ventajas que tiene el oficio de la albañilería, pero este rubro está copado por hombres. Por esa razón, este programa ofrece la enseñanza gratuita de este oficio a las mujeres.
Desde enero hasta la fecha, este proyecto cambió la vida de más de 120 mujeres alteñas.
Jesús Ortuño, auxiliar de capacitación de Red Hábitat, conoció a más de dos mujeres que no sabían leer ni escribir. "No es lo mismo que los cursos que dicta un docente normalmente. Acá tenemos que facilitarles y ayudarlas, porque hay personas que no saben leer ni escribir, en cada curso mínimo se encuentra uno o dos casos”, cuenta.
Para las estudiantes, trabajar de lunes a viernes y hacer un espacio para las clases de teoría y práctica, durante un mes, demanda mucho sacrificio. Pero luego del curso, todas han ganado experiencia y han participado en la construcción de un centro infantil.
Cuando Marta Alanoca, de 39 años, se enteró de los cursos, era ayudante de albañil. Ahora, trabaja como técnica electricista. "Mi familia me apoya, me dicen ‘ya vas a trabajar mejor’”, comenta sonriente. Ella lleva un casco amarillo en la cabeza, viste una pollera y dice que no le parece difícil desarrollar ese oficio.
Según el director municipal de competitividad e innovación, las estudiantes del taller desarrollan prácticas como albañil en distintas direcciones y unidades municipales de la comuna alteña.
El curso también les permitirá desarrollar sus habilidades en diferentes empresas privadas o de forma individual. Victoria y Ofelia Canaviri son comerciantes, pero ahora después el curso se dedicarán a la construcción de casas.