“Si los niños limpian su escuela siembran conciencia solidaria”
La comunidad Poza Caimán recibió aulas con el compromiso de cuidarlas y asearlas. Una disposición edil similar para escuelas cruceñas causa polémica.Leny Chuquimia / Santa Cruz
El 14 de febrero, la cooperación japonesa entregó cinco aulas nuevas en la comunidad Poza Caimán, del municipio cruceño General Saavedra. En la inauguración, el consejero de la Embajada del Japón, Tatsushi Ryosenan, pidió a los profesores y alumnos que dediquen 15 minutos diarios a limpiar la infraestructura, una práctica instituida en las escuelas niponas para sembrar conciencia y responsabilidad.
“Ruego a los profesores tener comprensión para que después de las clases los estudiantes se dediquen 15 minutos a la limpieza de las aulas, como es costumbre en las escuelas japonesas. Señores profesores y padres de familia, apoyen esta práctica que nos ayudará a crecer como sociedad, a sembrar conciencia y asumir responsabilidad entre los niños consigo mismos y con otras personas”, manifestó Ryosenan.
En Poza Caimán, agradecidos por los flamantes módulos educativos, estudiantes y maestros aseguraron que cumplirán con el pedido para que la infraestructura pueda albergar a muchas generaciones. “Vamos a cuidar y a limpiar para mantener las aulas por mucho tiempo”, dijo el director del colegio Primero de Septiembre, Néstor Tapia.
Una disposición similar causa polémica en la ciudad de Santa Cruz. La semana pasada, la Secretaría Municipal de Atención Vecinal instruyó a los profesores de 167 unidades educativas fiscales que enseñen a los estudiantes a cuidar sus pupitres y a mantener limpios los salones que usan. Muchos padres y autoridades apoyan la medida, mientras que otros están en desacuerdo.

A más de una hora de viaje (72 km) desde la ciudad de Santa Cruz, en el municipio General Saavedra está la comunidad Poza Caimán. Alberga a unas 200 familias y los habitantes coinciden en que su pueblo está sumido en el abandono.
Desde siempre, el lugar más importante de la comunidad fue la poza que, antes de que las casas contarán con grifos y tanques, abastecía de agua a todos los pobladores. Sabían que el líquido no escasearía porque allí habitaba un caimán y -según la tradición- “él sabe donde habrá agua siempre”.
Este sitio no sólo inspiró el nombre del pueblo, sino que determinó el lugar donde debería construirse la escuela. Convencidos de la necesidad de contar con un establecimiento educativo, con sus pocos recursos los padres de la comunidad levantaron pequeñas chozas con motacú. No tenían paredes ni pupitres.
“Así pasaron clases durante años. Cuando llovía, tratábamos de tapar con bolsas de yute. Así teníamos a los alumnos porque los padres no teníamos recursos para más. Año tras año, con el POA construíamos las aulas de una en una pero no alcanzaba. Ahora ya tenemos las que nos faltaban”, dijo la presidenta de la OTB, Yenny Dávalos.
Hoy son cinco los nuevos salones donados. Con una inversión de 79.936 dólares, benefician a 255 estudiantes, muchos de los cuales llegan desde comunidades vecinas caminando hasta tres kilómetros de ida y otros tres de vuelta.
La mañana del 14 de febrero, los alumnos esperaron ansiosos a la comitiva de la Embajada del Japón que iba a inaugurar las nuevas aulas. Fue un día de fiesta que fue sellado con abrazos y sonrisas de agradecimiento, además de la promesa de cuidar las flamantes infraestructuras para que sirvan también a las futuras generaciones.
Nagaoka y los 100 sacos de arroz
En la inauguración de las aulas, el consejero de la Embajada del Japón, Tatsushi Ryosenan, compartió con los estudiantes el relato de los 100 sacos de arroz. Una historia real que ocurrió en Japón hacia 1870.
“Entonces, por la guerra civil, la ciudad de Nagaoka estaba en la miseria. Para ayudarle, pueblos vecinos le donaron 100 sacos de arroz”.
Los habitantes de Nagaoka esperaban recibir una porción del cereal. Pero el sabio del pueblo decidió venderlo todo y con el dinero edificar una escuela.
“Los pobladores se enojaron con el sabio y fueron a buscarlo para amenazarlo de muerte. Tranquilo, él les dijo que si repartía el arroz calmaría el hambre sólo por un día, mientras que con la escuela erradicarían el hambre. La escuela se construyó, formó personas notables que (...) llevaron al Japón a la modernidad”.